Literatura de alan carson
de harvard a quántico (libro)
UN hombre, enfundado en una gabardina verdosa, con el cuello subido y el ala del sombrero echada sobre los ojos, penetró en el portal de una lujosa casa en la Calle Cuarenta y
el c. i. a. triunfa (libro)
Me largué a París después de recibir instrucciones de Gibbons. No voy a aburrirle contándole toda mi aventura en la capital francesa. Encontré a Renata Ven Horch. Se acordaba d
escalera de color (libro)
LA polvorienta bombilla que colgaba del techo de la habitación y el rostro de brutales facciones y expresión sádica de Rocky Scott, fue lo último que el inspector del F. B. I.
nuremberg (libro)
Renata Von Horch mata al capitán Delteil por venganza, que condenó a muerte en Nuremberg a su padre. La policía francesa está sin ninguna pista sobre este crimen...
tres balas (libro)
Aún tenía queaguardar cuarenta minutos. Le agobiaba aquella espera lenta, enervante,mientras el viejo, allá dentro, tal vez había caído para siempre bajo el plomodel mayor Barr
veinte dólares de tiempo (libro)
Contemplándose en el espejo, Stanley Mac Coy hizo un vago gesto de ironía. Estaba muy pálido y tenía grandes ojeras. Sentía náuseas. Abrió el grifo del agua fría y mantuvo las
de harvard a quántico (libro)
UN hombre, enfundado en una gabardina verdosa, con el cuello subido y el ala del sombrero echada sobre los ojos, penetró en el portal de una lujosa casa en la Calle Cuarenta y Tres. Había a mano derecha un pequeño mostrador de madera, tras el cual el conserje del edificio leía tranquilamente un periódico. El individuo que entrara, sin acercarse mucho ni levantar la cabeza, inquirió: —¿El departamento del señor McCrohom, por favor? —Séptimo piso, puerta cuatro. El conserje reanudó su lectura y el sujeto de la gabardina entró en el ascensor. Al llegar al séptimo piso llamó al timbre de la puerta cuatro. Ésta fue abierta y Gordon McCrohom, vestido con batín de seda, apareció en el umbral.
el c. i. a. triunfa (libro)
Me largué a París después de recibir instrucciones de Gibbons. No voy a aburrirle contándole toda mi aventura en la capital francesa. Encontré a Renata Ven Horch. Se acordaba de mí. Hablamos de los viejos tiempos de la postguerra de Alemania… Era una esquizofrénica con sed de venganza. A su padre lo habían ahorcado en Nuremberg y ella no olvidaba. Pero también era muy bonita y hasta creo que, a su modo, yo la interesaba un poco. No se alarme, patrón, no voy a ponerme sentimental. Deshice todos sus manejos, me cargué a un tal Krazer, que era su jefe inmediato o algo así, descubrí lo que se traían entre manos; un asunto de envergadura, por cierto. Y al final, en una lucha contra dos de sus esbirros, en la propia casa de Renata, me deshice de uno de ellos y quedé a merced del otro. La propia Renata había dado la orden de que me liquidaran y sin embargo… disparó contra su compinche, cuando vió que éste me iba a matar. El sujeto tuvo tiempo de revolverse, herido de muerte, y la metió dos balazos en el cuerpo.
escalera de color (libro)
LA polvorienta bombilla que colgaba del techo de la habitación y el rostro de brutales facciones y expresión sádica de Rocky Scott, fue lo último que el inspector del F. B. I. Brian Crowley, de la división de Nueva York, vio en este mundo. Al apretar Scott el gatillo por tres veces, con morbosa complacencia, las balas penetraron en el pecho del maniatado inspector, que se derrumbó sin vida con un gesto de desprecio en sus ojos oscuros. Su cuerpo produjo al caer un ruido sordo, no mucho mayor que el de los disparos de su verdugo, cuya pistola estaba provista de silenciador. Scott enfundó el arma, después de recargarla, volviéndose a mirar, orgulloso, a los tres individuos que habían presenciado el crimen con fría indiferencia. —Uno menos —murmuró, en tono siniestro, el asesino.
nuremberg (libro)
Renata Von Horch mata al capitán Delteil por venganza, que condenó a muerte en Nuremberg a su padre. La policía francesa está sin ninguna pista sobre este crimen...
tres balas (libro)
Aún tenía queaguardar cuarenta minutos. Le agobiaba aquella espera lenta, enervante,mientras el viejo, allá dentro, tal vez había caído para siempre bajo el plomodel mayor Barrows. Lyne llamaba familiarmente «el viejo» al inspector, aunqueéste no lo fuera tanto como para merecer el calificativo. Llevaban muchos añostrabajando juntos y para Lyne, la policía empezaba y terminaba en el inspectorSanders. Los numerososagentes que rodeaban, a prudente distancia, el chalet donde se refugiaba elmayor Barrows, permanecían inmóviles y en silencio, esperando. Todo se reducíaa esperar. Transcurrieronotros diez minutos. Arreció el viento, empujando algunas nubes que abrieron enel cielo pequeños espacios estrellados. La lluvia, en cambio, había cesado casipor completo.
veinte dólares de tiempo (libro)
Contemplándose en el espejo, Stanley Mac Coy hizo un vago gesto de ironía. Estaba muy pálido y tenía grandes ojeras. Sentía náuseas. Abrió el grifo del agua fría y mantuvo las manos durante un rato dentro del lavabo, dejando que el agua cayera con fuerza sobre sus muñecas. Luego se alisó un poco el cabello, dio media vuelta y salió con paso vacilante.