Katherine “Peter” Piper, que es quien nos relata la historia, es invitada inesperadamente a la boda, como dama de honor, de una antigua compañera de estudios Lavinia Dumont. Su compañera se casa con Henry Dupres, hermanastro del primo de Lavinia, Amedee Dumont. Los Dumont son una antigua familia sureña de rancio abolengo, aunque en los últimos años sus recursos económicos han ido menguando considerablemente. Al llegar “Peter” a Live Oaks, la casa familiar de los Dumont en Louisiana, se encuentra con Bobby Brennon, otra antigua compañera también invitada, que le cuenta que, aunque para Lavinia, Henry y su padre Gaston son socialmente inferiores, ella se casa con él por dinero, para poder mantener la casa familiar. Sin embargo lo que tenía que ser una fiesta nupcial, pronto se trasforma en algo terrorífico y amenazante. Desapariciones y muertes se suceden y Peter pide ayuda a su amigo, el psicólogo criminalista Edward Trelawney, para que la ayude a esclarecer los hechos e identificar al culpable.

Un arqueólogo es asesinado, y más tarde su secretaria es encontrada muerta de idéntica manera.

Si Stephen Carter, al entrar para guarecerse de la lluvia en el mitin que había organizado el Frente de la Democracia, hubiera sabido lo que le se avecinaba, quizás hubiera seguido su camino y hubiera preferido mojarse. O conociéndole, quizás no. El Frente de la Democracia, una organización que tiene como objetivo la paz mundial, ha organizado una reunión a la que asisten algunos invitados para hablar sobre el verdadero significado de la democracia. Cuando Talbot Burr, uno de los oradores invitados, toma la palabra y comienza en su discurso a hacer comentarios, que pueden implicar un llamamiento contra el gobierno, las luces se apagan de forma repentina. Aunque en principio se piensa en un apagón provocado por la tormenta, sin embargo, las señales que Stephen y su vecino de asiento captan, les mueven a indagar para ver qué sucede. Cuando consiguen que vuelva la luz, casi de inmediato, les llegó una serie de exclamaciones horrorizadas y el alarido agudo de una mujer. Algo ha sucedido y a partir de ese momento, y hasta que el asesino sea desenmascarado, se sucederán una cascada de muertes que tendrán en común una misma rúbrica: «Así mueren siempre los traidores».

Un hombre es encontrado muerto en el lago y es identificado como Bruce Trevorton, una antigua estrella de cine. Sin embargo, un par de meses más tarde un hombre aparece y prácticamente demuestra que es Trevorton. El detective privado Davenport es contratado por la Sra. Trevorton para desenmascarar al villano, pero la Sra. Trevorton cambia de opinión y le dice a Davenport que olvide el asunto. Naturalmente, éste no puede abandonar un buen caso.

Sé que parece contrario a la razón que el funeral se efectúe primero y el crimen después; la ley de la causa y el efecto parece exigir que el proceso sea a la inversa. Pero en el caso de las exequias del Grandpère Dumont, las leyes más naturales parecieron haber sido dejadas de lado, mientras que por un tiempo reinó la impresión general de que las sobrenaturales las hubieran reemplazado. Citaré algunos ejemplos que corroboran mi aseveración: el perro que aulló tres noches seguidas antes de que se cometiera el primer asesinato; el temor furtivo y supersticioso que le tenían los negros al Loup Garou (el hombre-lobo para los yanquis ignorantes como yo); los rezongos ahogados de la pobre anciana Tante Delphine en el mismo sentido, para no mencionar la presunta maldición familiar que por un tiempo amenazó con destruir la vida de todos, incluso la mía. No, no fue lo que podría llamarse un misterio normal, si es que ha de ajustarse a normas preconcebidas.

En una Universidad norteamericana —en Filadelfia— un grupo reducido de alumnos de ambos sexos están siguiendo un curso sobre Edgard Allan Poe, el célebre poeta y cuentista americano, creador, como es sabido, del llamado género policial. Dicta este curso el profesor Rourke, que se ha especializado en el estudio de la obra poeniana, y que a raíz de haber descubierto un tal Clyde Woodring, nada menos que un manuscrito original de Poe, su poema «Ulalume», hace que lo adquiera la Biblioteca de la Universidad por diez mil dólares. Pero Helen, la bibliotecaria —mujer muy amiga de intrigar con sus chismes y descubrimientos—, se ha enterado de que por el manuscrito estaba dispuesto a pagar quince mil dólares el coleccionista Jud Philips, noticia que comenta delante de Archie Schultz, calígrafo experto y acompañante perenne de Helen. Se precipitan los acontecimientos al comprobarse la desaparición del manuscrito de Poe, que estaba guardado en una vitrina de la biblioteca, robo al que sigue el hallazgo por la propia Helen del cadáver de Archie Schultz estrangulado y depositado tras la escalera que sirve para alcanzar los volúmenes altos. El horror se duplica cuando aparece en el estanque del parque el cuerpo de Helen, también estrangulado por el asesino, que está realizando los propios crímenes de Poe; primero el de «El Barril de amontillado», ahora «El misterio de Marie Rogêt», después el mismísimo «Crimen de la calle de la Morgue» tal como los tramó el genial escritor, pero ahora en la realidad y llenando de pavor al reducido grupo que trata de aclarar el enigma.

He aquí una historia de sombras serpenteantes, de murciélagos que revolotean a la luz del crepúsculo, en el Sur; del culto «Voodoo» en Luisiana; y de un hombre que pretendía poseer la virtud de poder resucitar de entre los muertos. He aquí la historia de una serie de misteriosos asesinatos, cada uno de los cuales iba acompañado o anunciado por un versículo de la Biblia, y que constituyeron el primer caso criminal en el que la escritora de novela de misterio Katherine «Peter» Piper se introdujo deliberadamente y con plena conciencia.

Un ingenioso rompecabezas animado por un fantasma, un médico con un anillo de ojo de tigre, y un par de damas solteronas equipadas con catalejos. De nuevo el ingenio del abogado y detective Esteban Carter es puesto a prueba para resolver el misterio que envuelve a los asesinatos que rodean a la anciana señora Marsden. La señora Marsden quería modificar su testamento, pero lo que se desencadenó tuvo unas repercusiones inesperadas y trágicas.

Un nuevo caso para el abogado y detective Stephen Carter. El millonario y coleccionista de antigüedades egipcias Matthew Raymond le contrata para que investigue la identidad de la mujer que se ha presentado como la madre biológica de su hijo adoptivo Hugh. Durante su estancia en la mansión se desencadenan toda una serie de acontecimientos que para algunos de los habitantes de la casa son resultado de la maldición de la momia recientemente adquirida. Stephen Carter tendrá que poner en práctica todas sus habilidades ya que los habitantes de la mansión están en peligro, él incluido.

El recién nombrado director de la Nueva Filarmónica de Filadelfia, Robert Craig McKenzie, sufre un intento de asesinato en el ensayo general, antes de su presentación oficial en su primera aparición pública. El fiscal del distrito quiere suspender el concierto, pero ante las presiones de la señora Wheeler, patrocinadora de la orquesta y del propio McKenzie, que no quiere suspender su debut, permite que se celebre dando protección policial al director amenazado,Aparecen varios sospechosos que parecen desear la desaparición del director: su antecesor, que se siente desplazado, el primer violín de la orquesta, enfrentado con McKenzie por cuestiones musicales, el sobrino de la protectora y gran benefactora de la orquesta, la señora Wheeler, que ve peligrar su herencia ante el interés que muestra su tía por el director y una flautista de la orquesta, que ha visto cómo su relación con el director acababa, al ser desplazada en los afectos por la señora Wheeler. Los abogados Trelawney y Templeton, ayudantes del fiscal, colaborarán en el esclarecimiento del caso.

Si Katherine «Peter» Piper hubiera sabido lo que le esperaba, al recibir la invitación de su amiga Helen para que pasase en su casa «Paseo de los fantasmas» la fiesta de Todos los Santos, no hubiera aceptado con tanta presteza. El anterior propietario de la casa, un magnate del petróleo, había fallecido hacía un año, aparentemente asesinado por su secretario, que no había podido ser apresado y al que, a su vez, se daba por muerto. La aparición de un testamento en el que el magnate nombraba heredero de su fortuna al secretario da pistas sobre los motivos del asesinato y posibilita que su viuda reclame la herencia. Pero las cosas se complican al aparecer la primera mujer del magnate, afirmando que seguía siendo su esposa legal, y mencionando un testamento anterior que estaría oculto en la casa. Empieza una frenética búsqueda del documento en la que al parecer está involucrado el fantasma del anterior propietario. Las situaciones se complican y los intentos de «Peter» por esclarecer el misterio harán que su vida corra peligro.

El señor Samuel Leacock vivía gracias a su talento y a las debilidades de los demás. Y como era del tipo de persona que sabe aprovecharse de lo segundo, vivía bastante bien. Cuando a resultas de un accidente quedó gravemente herido, nadie de los involucrados estaba realmente apenado pero el abogado Esteban Carter, el joven Ricardo Fitz-Hubert y el Doctor Santiago MacLeod eran personas civilizadas por lo que se esforzaron en salvarle la vida. Sin embargo, una mano asesina trastocó los planes y la trasfusión, que tenía que ser su salvación, fue su muerte. El fiscal José Carter, junto con su hermano Esteban, se ven envueltos en un misterio en el que todos los implicados parecen sospechosos pero sólo uno de ellos estaba decidido a matar.

Ante los ojos del lector se desarrolla un proceso sobre un caso resumido así en las palabras que el fiscal dirige al jurado: «La acusación tratará de probar que Norman Franklin mató a Judson Hollister porque este se interponía en el camino de su ambición no sólo en uno sino en dos sentidos. El primero se refiere a la joven con quien ambos jóvenes deseaban casarse. El segundo, al deseo del acusado de ascender en el hospital, a cuyo cuerpo médico pertenecía. Los celos y la codicia, dos de las más bajas pasiones humanas, fueron las que impulsaron a este hombre a renegar de su juramento de médico, y en lugar de proteger una vida humana, la destruyó deliberadamente. Estos son los hechos, tal como probaremos». El fiscal y el defensor son hermanos: Jeff y Stephen Carter, lo que aumenta el interés del proceso. A la vista asiste la bella señorita Betsy Keyster, de la que el muerto y el presunto homicida estaban enamorados, pero en la vida y en la novela policíaca, las cosas son más complicadas, como se podrá ver.

Entre los cursos de verano que ofrece la universidad, uno de ellos, centrado en las obras de Shakespeare, al que acuden varios profesores junto con el decano, se convierte en el escenario de una representación macabra. Los participantes al mismo mueren asesinados de la misma forma que los protagonistas de las obras que les había tocado preparar. Edward Trelawney, psicólogo criminalista y ayudante del fiscal del distrito, que está asistiendo a un curso de verano sobre criminología, se ve envuelto en la maraña de pistas que el asesino va dejando en cada muerte. Solo sus profundos conocimientos sobre la psicología del crimen le permitirán ir desenmarañando la intrincada telaraña, aunque su camino no estará exento de peligros.