«-Todavía falta mi última regla. -¿Más? -Exclusividad, Nazareth. Total e inflexible. Puedes irte ya mismo si quieres, pero, si te quedas, no podrás tocar a otro hombre. Al menos durante los meses del contrato. No solo porque soy patológicamente posesivo, sino porque, si seguimos como vamos, voy a cogerte hasta que nos desmayemos, y soy demasiado quisquilloso con la higiene y la salud sexual.» Sinaí Ferreira haría cualquier cosa para conseguir a Axer Frey, pero haría muchas más por ganarle. Se asomó al abismo de los Frey y, en lugar de temer, descubrió a en ellos un rival digno. Así que llegó el momento de que alguno dé el jaque mate a esa tensa persecución que comenzó en un tablero de ajedrez.

Sinaí Ferreira no debió haber interferido en los secretos de los Frey; por desgracia, se obsesionó locamente con uno de ellos, y haría cualquier cosa para conseguirlo. Ruso. Peligrosamente atractivo. Un prodigio. Adicto a revivir personas. Axer Frey era el último chico que una «nerd» intentaría alcanzar. Menos ella. Entre secretos, jugadas de ajedrez y una intensa tensión sexual, Sinaí descenderá al fondo de un abismo del que no querrá salir.

La principal atracción del reino de Áragog era su mercado de mujeres, y Aquía, preparada desde su nacimiento para el momento en que sería ofertada, había aceptado su propósito: ser una vendida. Sin embargo, nadie hubiera podido advertirle del quiebre que sucedería cuando conociera al hombre que pagaría por ella.«Mi cuerpo lo compró el príncipe maldito, pero mi voluntad no le pertenecía a nadie».Embarcada en una travesía asediada por escorpiones, por asesinos y por mujeres hastiadas de su realidad. Aquía tuvo que descubrir de qué estaban hechas sus alas para poder sobrevivir al declive de Áragog.