Jacobs sobrevivió en la ciudad oculta de Bijaw a los mercenarios contratados por su némesis, Theo Godard, a las trampas enviadas desde el pasado por los eiven, y a unos robots de seguridad que mostraron muy poco afecto por su vida. Sobrevivió en la Gran Ciénaga de Dajjej a bestias salvajes con infinidad de dientes que pretendían convertirlos en su cena. Con la ayuda de sus compañeros de la Indiana ha sobrevivido a plantas venenosas y a continuos ataques de naves enemigas en el vasto negro del espacio. Y estaba dispuesto a sobrevivir al frío glacial del planeta Lek para encontrar la tercera pieza del Custodio. Pero no estaba preparado para enfrentarse al grupo mercenario liderado por Noura Baldis.

El capitán Henry Jacobs encontró la primera pieza del Custodio, el mítico objeto de los eiven, en la ciudad oculta en los acantilados del planeta Bijaw. Lo hizo rodeado de múltiples preguntas y de extraños elementos que ponían en duda su conocimiento sobre la civilización perdida. Pero la primera y gran pregunta que debe resolver es si lo que encontró es en realidad parte del Custodio, o si se trata de algo completamente diferente que ni siquiera se sabía que existía. Porque la pieza escondía un mensaje que para Jacobs no tiene sentido alguno, un mensaje que podría darle una patada a todas sus teorías sobre los eiven. Aunque para poder resolver todas las preguntas, necesitará antes completar el Custodio. Siguiendo las directrices escondidas en el mensaje, el viaje le llevará, junto al resto de tripulantes de la Indiana, al planeta Dajjej, hogar de la Gran Ciénaga, una enorme extensión de terreno salvaje e inexplorado en el que supone que encontrará la segunda pieza, y en el que espera no hallar más preguntas. Y todo mientras sigue huyendo de los incansables mercenarios enviados por Theo Godard, su gran rival, y se enfrenta a peligros desconocidos acechándole desde las sombras de la ciénaga.

Kai consiguió entrar en la Guardia con la ayuda de Alan para adaptarse a la vida en el nuevo mundo, un lugar que sufrió tiempo atrás una regresión en su forma de vida. Un lugar en el que lo odiarían si alguien descubriera su verdadera naturaleza, por lo que lo condenarían a muerte. El destino que espera a sus amigos, ahora encerrados en los calabozos de Ciudad de Arena. Tras estar cuatro días sin abandonar su celda, esperando con obligada resignación la ayuda exterior que necesita para huir y regresar a casa, Suna empieza a dudar de que su hermano sea capaz de sacarlos, tras no haberlo visto en todo ese tiempo. A pesar del optimismo de Sam, la impaciencia crecerá en ella hasta explotar, con lo que la ayuda deberá enfrentarse a una carrera contra el tiempo. Para lograrlo, Kai y Alan buscarán la solución en la historia de los Guardianes, sin saber que están a punto de desatar un poder desconocido.

El capitán Jacobs y su tripulación encuentran la cuarta pieza del Custodio en Kexoa, un lugar en apariencia idílico pero en el que habitan algunos de los animales más agresivos de la galaxia, además de algunas plantas que no se lo piensan dos veces a la hora de pegarles un buen mordisco. No solo eso, sino que lo hacen huyendo de un nuevo grupo de mercenarios enviado por Godard, como siempre. Consiguen escapar, con la pieza en sus manos, aunque agotados, al límite de sus fuerzas. Necesitan un descanso. Shele’d, la doctora de la nave, solicita al capitán viajar a su hogar, en el planeta Namo’d, para asistir a la Ascensión de su hermana, y Jacobs, aun con el desconocimiento de lo que eso significa, decide que es la mejor oportunidad para que todos se tomen un respiro. Pero ya debería saber que no existe el respiro en la vida que lleva. Porque en Namo’d no serán demasiado bien recibidos. Y porque, aunque se haya librado de Godard durante unos días, no es el único enemigo que se ha creado en los últimos años.

Marte es el destino final. El planeta rojo, antiguo destacamento de la primera colonia humana, ahora deshabitado. El capitán Jacobs nunca pensó que su viaje lo llevaría tan cerca de casa. Y nunca pensó que entre su tripulación podría haber un traidor. Theo Godard, su gran rival, ha estado siempre un paso por delante de él, guiándolo y controlándolo, esperando el momento oportuno para actuar y arrebatárselo todo. Haciéndole creer que estaba ganando en su particular carrera cuando, en realidad, Jacobs hacía el trabajo sucio por los dos. Pero no importa cuantos obstáculos aparezcan en su camino, el capitán no parará hasta lograr su objetivo, y solo le queda encontrar una pieza más para completar el Custodio. Una última pieza para descubrir al fin la verdad sobre las razas extintas de los eiven y los zion. Para descubrir la verdadera función del mítico objeto. Para descubrir las intenciones reales de Godard. El inevitable enfrentamiento entre ambos ya no puede esperar más.

Laura y Fede son una joven pareja que deciden mudarse de Madrid a Ludueña, un pequeño pueblo en crecimiento del norte, a pocas semanas del nacimiento de su primera hija. Tras una mala experiencia con un embarazo previo y un revés laboral, afrontan el cambio a un escenario más tranquilo y con menos presión como un necesario nuevo inicio, confían en que sea el lugar adecuado para criar a la pequeña que está en camino. Para ello contarán con la ayuda de Diego, antiguo compañero de universidad de Laura y la persona que les ofreció la oportunidad del cambio. Pero todo empezará a torcerse en el mismo trayecto hacia el pueblo, sumergidos en una densa niebla y atravesando un frondoso bosque. La repentina aparición de un carrito de bebé en medio de la carretera provocará que choquen contra un árbol al intentar esquivarlo. Un carrito que solo habrá visto Laura y que convertirá en un reto para ella la sencilla tarea de distinguir entre lo real y lo imaginario.

Henry Jacobs era un capitán diferente. Un capitán sin conocimientos militares, sin conocimientos de la propia nave espacial. Incapaz de pilotarla, incapaz de realizar el mínimo arreglo. Un capitán que escapó el primero de su nave antes de que la bomba que habían plantado los hombres de Theo Godard, su gran rival, explotara. Y con ello no solo perdió su nave, sino también toda su tripulación. Pero ningún contratiempo le hará retirarse de su objetivo, nada evitará que descubra el destino de los eiven. Los eiven, la civilización perdida, uno de los mayores misterios de la galaxia. Una civilización muy avanzada a su tiempo, nómada, que se extinguió sin razón aparente. Y ahora, Jacobs, cree haber encontrado la pista definitiva que refuta la teoría de que los eiven se extinguieron en el planeta Cex; además de la ubicación del Custodio, el objeto que contenía todo su conocimiento, mito para unos y realidad para otros. Con la ayuda de su mejor amiga y mano derecha, Hana Yun, conseguirá una nueva nave y una nueva tripulación, y se embarcará en una aventura por toda la galaxia para encontrar a los eiven y su Custodio.

Han pasado tres días desde que Kai y Olivia cruzaron la Puerta Verde y llegaron al nuevo mundo con el objetivo de encontrar a Alan, con la inesperada compañía de R. Tres días vagando por un desierto sin fin, un paisaje roto únicamente por algunas ruinas esporádicas. Tres días durante los que han tenido que enfrentarse a los ataques de un mundo hostil que les ha lanzado sin descanso terremotos y tormentas de arena, todo ello resistiendo el asfixiante calor que emana del extraño sol verde. Esto provoca que Kai empiece a plantearse si fue un error viajar a este mundo muerto en el que ni siquiera Alan podría sobrevivir, y si firmó con ello su sentencia de muerte. Pero lo que todavía no sabe es que el mundo verde está mucho más vivo de lo que cree, y que su condición de Guardianes les obligará a enfrentarse a peligros desconocidos. Mientras, Suna, movida por su desconfianza hacia Kai, romperá la promesa que le hizo de otorgarle diez días para localizar a su hermano y buscará la forma de abrir una nueva Puerta Verde. Pero se encontrará con las reticencias de Zack a ayudarla y, con ello, del único Guardián que podría abrirla.

Kai Reed despierta de noche en medio de la calle sin ningún recuerdo de las últimas horas, con un terrible dolor de cabeza y la continua sensación de que ha olvidado algo importante. Tras sufrir un intento de robo antes de siquiera acabar de despertarse, descubre que en su brazo derecho tiene un brazalete de cuero con unas llaves incrustadas. Pero lo más extraño de todo es que, por mucho que lo intente, no puede quitarse el brazalete. Pronto, gracias a su amigo Sam, descubre que ha olvidado más que solo las últimas horas, incluso algunos recuerdos relacionados con su padre, muerto un año antes. Unos defectos en su memoria que se verán amplificados cuando, en una explosión de luz repentina que a punto está de dejarle inconsciente debido al dolor insoportable que le produce, llega a un lugar extraño y desconocido. Un lugar dominado por el color blanco que parece vivir bajo una lluvia eterna y que le hará replantearse su propia cordura.

La búsqueda de las piezas del Custodio lleva al capitán Jacobs y la tripulación de la Indiana a Nak’ke, uno de los cuatro satélites de Sel’lady, planeta de origen de los seldyanos. Allí, en algún lugar de la selva roja que cubre la mayoría de su superficie, esperan hallar la quinta y penúltima pieza. A pesar de ser un lugar apto para la vida para las distintas razas de la Coalición, Nak’ke se encuentra deshabitado. Por un lado, debido al componente sagrado que le otorgan los seldyanos, siendo la encarnación de una de las deidades que crearon su mundo. Por otro, porque el consejo de la Coalición, como muestra de respeto a una raza aliada, estableció el satélite como un lugar de acceso prohibido. Es por ello que Jacobs y compañía deben actuar con rapidez, desconectándose de la red, arriesgándose a que les confisquen la nave una vez regresen a la civilización. Sin la posibilidad de que les encuentren los mercenarios de Godard, en un lugar inhabitado sin grandes peligros conocidos, la tarea debería ser fácil. Pero Jacobs sabe que nunca nada es fácil.

Termille era una comunidad feliz. Ubicada en la montaña, rodeada por un robusto muro metálico de tres metros y medio de alto, oculta por un bosque de cedros y con un precipicio protegiendo sus espaldas. Una comunidad segura. O eso creían sus habitantes hasta el día del ataque.No estaban preparados para recibir un ataque tan destructivo y, a la vez, sorprendentemente coordinado por parte de los drenados, esos seres violentos que en otra época fueron humanos y que en muy raras ocasiones se movían en grupo, aunque nunca en un grupo tan amplio como el que arrasaba con la comunidad.Oscar, el líder de Termille, no puede más que observar a través de la mira de su rifle cómo van cayendo uno a uno sus compañeros y amigos. Incapaz de salvarlos a todos, se verá obligado a refugiarse junto al resto de supervivientes en el sótano de una de las casas de Termille, preparado para resistir en casos de emergencia, bajo la falsa creencia de que, con el tiempo, los drenados abandonarán la comunidad.