Literatura de edgar allan poe
cuentos (trad. julio gómez de la serna) (libro)
Edgar Allan Poe hizo lo que ningún escritor norteamericano había hecho antes: liberar las terribles imágenes que atesora el subconsciente para dejarlas caminar en sus páginas.
cuentos completos (penguin clásicos) (libro)
Edgar Allan Poe llevó a cabo lo que ningún escritor había logrado antes: liberar las terribles imágenes que atesora el subconsciente para dejarlas caminar entre sus páginas. Ab
cuentos completos (trad. julio cortázar) (libro)
Recopilación de los 67 relatos publicados a lo largo de su vida por Edgar Allan Poe (1809-1849), quien señaló que «al escribir estos cuentos uno por uno, a largos intervalos, m
cuentos de imaginación y misterio (libro)
Hacia 1917, el eximio artista irlandés Harry Clarke emprendió uno de los trabajos que determinaría su fama: la ilustración de «Tales of mistery and imagination», una antología
el barril de amontillado (libro)
«El barril de amontillado» es un cuento del escritor estadounidense Edgar Allan Poe publicado por primera vez en 1846. En plenos carnavales de alguna ciudad italiana del siglo
el cuervo (libro)
En una fría noche de invierno, solo en su casa, un hombre sufre el dolor inmenso de la pérdida de su amada. A punto de dormirse, le parece oír a alguien golpear a la puerta y d
el cuervo y otros poemas (libro)
Hijo de unos cómicos ambulantes. Huérfano a los dos años. Fue adoptado por un rico plantador de Richmond y educado en Norteamérica e Inglaterra. Expulsado de la Universidad de
el diablo en el campanario (relato)
Aunque de un modo vago, todo el mundo sabe que el lugar más bello de la Tierra es, o hablando con más propiedad, era, por desgracia, la aldea holandesa de Vondervotteimittis. P
el escarabajo de oro y otros cuentos (ilustrado) (libro)
Poe, «padre de la novela policíaca», con la creación de Auguste Dupin dio origen al «detective analítico», y con «Los crímenes de la Rue Morgue» al problema del «recinto cerrad
el escarabajo de oro y otros relatos (trad. roxana prieto) (libro)
La aventura, la analítica, el desplazamiento cronológico de la narración, los términos siempre exactos: todo contribuye a ensamblar de forma insuperable esta obra cumbre de la
el gato negro (ilustrado) (libro)
Uno de los rasgos característicos de Edgar Allan Poe en su tratamiento del terror consiste en la mezcla de elementos terroríficos en sí mismos con otros que producen el mismo e
el pozo y el péndulo y otras historias espeluznantes (libro)
Según H. P. Lovecraft, la diferencia entre E. A. Poe y susilustres predecesores estriba en que éstos habían trabajado a oscuras, sincomprender la base psicológica del atractivo
el silencio y otros poemas (libro)
El silencio y otros poemas reúne, en edición bilingüe, veintiocho de los mejores poemas de Edgar Allan Poe. Seleccionados y traducidos por Antonio Rivero Taravillo e ilustrados
eureka (libro)
Edgar Allan Poe escribió Eureka en 1847 casi de un tirón, como obedeciendo a un impulso incontenible; la ansiedad cosmogónica que subyace a la obra estaba latente desde su temp
historias extraordinarias (libro)
Edgar Allan Poe, escritor romántico y precursor de simbolistas, decadentistas y esteticistas, fue, al tiempo que un gran poeta, un verdadero iniciador; aún hoy géneros literari
la caída de la casa usher (ilustrado) (libro)
Un joven caballero es invitado al viejo caserón de un amigo de la infancia, Roderick Usher, artista enfermizo y excéntrico que vive completamente recluido en compañía de su her
la carta robada (libro)
Fuera de alguna desafortunada incursión en el género humorístico, la palabra pesadilla es aplicable a casi todas las narraciones de Poe. Para este libro hemos elegido cuatro de
la carta robada y otros relatos (ed. mauro armiño) (libro)
Fuera de alguna desafortunada incursión en el género humorístico, la palabra pesadilla es aplicable a casi todas las narraciones de Poe. Para este libro hemos elegido 5 de sus
la ciencia-ficción de edgar allan poe (libro)
Integran este volumen una selección de los mejores relatos de anticipación y de misterio de Edgar Allan Poe, precedente del género de ciencia-ficción, creador, en la primera mi
la narración de a. gordon pym (ilustrado) (libro)
La única novela de Edgar Allan Poe, que tantos y tan hermosos cuentos escribió, es un verdadero friso de atrocidades: a un ritmo vertiginoso, en una atmósfera agobiante, se suc
la trilogía dupin (libro)
Descrito por Matthew Pearl, autor de La sombra de Poe, como «un investigador excéntrico y genial», y por Arthur Conan Doyle como «el mejor detective de ficción», C. Auguste Dup
los casos de monsieur dupin (libro)
Los casos de Monsieur Dupin reúnen en un mismo volumen las tres historias del genial detective salidas de la pluma de Poe: Los crímenes de la rue Morgue, El misterio de Marie R
los crímenes de la calle morgue (libro)
Los crímenes de la calle Morgue es considerado como el punto de partida de los cuentos de detectives. Poe recibió por este relato un pago inusual para la época. Dupin, el prota
los extraordinarios casos de monsieur dupin (libro)
Los relatos de Edgar Allan Poe no son pirotecnia literaria y su vigencia necesita ser reivindicada, redescubierta diría yo, espabilando la memoria, como en su día lo fue por Ch
manuscrito hallado en una botella (libro)
Con Poe nacería el terror como género, fruto de sus obsesiones y de su corta vida errante. Transmutó el gótico alemán utilizando las claves del Romanticismo, anticipándose un s
narración de arthur gordon pym (libro)
Probablemente, «Narracion de Arthur Gordon Pym» es la obra de Edgar Allan Poe (1809-1849) que ha suscitado valoraciones más dispares. Los surrealistas han hablado con gran esti
narraciones extraordinarias (libro)
Las narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe constituyen la parte más conocida de su obra. El cine y la televisión han explotado, no siempre con fortuna, lo que en Poe ha
narrativa completa (trad. julio gómez de la serna) (libro)
Narrativa completa ofrece una oportunidad estupenda para sumergirse en la obra de un escritor que décadas después sigue mostrando su genialidad en sus múltiples facetas. A los
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Conocido por sus cuentos, novelas y ensayos filosóficos, Edgar Allan Poe es fundamentalmente un poeta. Para Poe, un poema es el producto de la combinación de una intuición pura
poesía completa (libro)
Esta edición de la Poesía Completa de Edgar A. Poe pretende estar por primera vez en nuestro idioma a la altura de lo que el genial creador norteamericano se merece. Basada en
cuentos (trad. julio gómez de la serna) (libro)
Edgar Allan Poe hizo lo que ningún escritor norteamericano había hecho antes: liberar las terribles imágenes que atesora el subconsciente para dejarlas caminar en sus páginas. Ligeia, La caída de la Casa Usher, El escarabajo de oro, El hombre de la multitud, La carta robada o La máscara de la Muerte Roja llevan el suspense y el desasosiego hasta una perfección jamás alcanzada.
cuentos completos (penguin clásicos) (libro)
Edgar Allan Poe llevó a cabo lo que ningún escritor había logrado antes: liberar las terribles imágenes que atesora el subconsciente para dejarlas caminar entre sus páginas. Abanderado de la novela gótica y precursor del relato detectivesco y de la ciencia ficción, sus historias llevan el suspense y el desasosiego hasta una perfección nunca alcanzada y quizá jamás alcanzable de nuevo.Cuentos completos reúne un total de setenta piezas, de las cuales siete eran inéditas hasta ahora en castellano. Thomas Ollive Mabbot, máxima figura en el estudio de la obra de Poe, firma la esclarecedora introducción. Asimismo, a cada relato corresponde una sucinta nota editorial, anexos que completamos, cerrando el tomo, con los prefacios que el propio autor compuso para Tales of the Folio Club y Tales of the Grotesque and Arabesque y los escritos de su coetáneo y principal valedor europeo, Charles Baudelaire.El libro contiene los siguientes cuentos:[spoiler] 01. Un sueño 02. Metzengerstein 03. El duc de L’Omelette 04. Una narración de Jerusalén 05. Sin aliento 06. Bon-Bon 07. Cuatro bestias en una 08. Manuscrito hallado en una botella 09. La cita 10. Elegancias 11. Sombra 12. Silencio 13. Berenice 14. Morella 15. El rey Peste 16. Autógrafos 17. Mistificación 18. Ligeia 19. Cómo escribir un artículo al estilo del Blackwood 20. El diablo en el campanario 21. El hombre que se acabó 22. El hundimiento de la Casa de Usher 23. William Wilson 24. Conversación de Eiros con Charmion 25. Por qué el hombrecillo francés lleva una mano en cabestrillo 26. Instinto contra razón 27. El hombre de negocios 28. La filosofía del mobiliario 29. El hombre de la multitud 30. Los crímenes de la rue Morgue 31. Un descenso dentro del Maelstrom 32. La isla del hada 33. Coloquio entre Monos y Una 34. Nunca apuestes la cabeza al diablo 35. Eleonora 36. La semana de los tres domingos 37. El retrato ovalado 38. La máscara de la Muerte Roja 39. El pozo y el péndulo 40. El misterio de Marie Rogêt 41. El corazón revelador 42. El escarabajo de oro 43. El gato negro 44. El alce 45. El arte de timar considerado como una de las ciencias exactas 46. Los anteojos 47. El cajón oblongo 48. Una historia de las montañas Ragged 49. El enterramiento prematuro 50. La carta robada 51. El método del doctor Alquitrán y del profesor Trapaza 52. Revelación mesmérica 53. «Tú has sido» 54. El infundio del globo 55. El Ángel de lo Estrambótico 56. La vida literaria del señor don Thingum Bob 57. El cuento mil y dos de Sherezade 58. Breve charla con una momia 59. El poder de las palabras 60. El demonio de la perversidad 61. El caso del señor Valdemar 62. La esfinge 63. El barril de amontillado 64. La posesión de Arnheim o El paisaje del jardín 65. Mellonta Tauta 66. La quinta de Landor 67. Hop-Frog 68. Von Kempelen y su descubrimiento 69. Equisizando un artículo de fondo 70. El faro[/spoiler]
cuentos completos (trad. julio cortázar) (libro)
Recopilación de los 67 relatos publicados a lo largo de su vida por Edgar Allan Poe (1809-1849), quien señaló que «al escribir estos cuentos uno por uno, a largos intervalos, mantuve, sin embargo, la unidad de un libro». En un primer grupo de cuentos se reúnen las narraciones dominadas por el terror, la presencia de lo sobrenatural, la preocupación metafísica y el gusto por el análisis, mientras que en un segundo grupo se recogen las exploraciones sobre el pasado y el futuro, los bellos relatos contemplativos que encierran la filosofía de Poe sobre el paisaje, la serie de estampas grotescas y los cuentos de carácter satírico.
cuentos de imaginación y misterio (libro)
Hacia 1917, el eximio artista irlandés Harry Clarke emprendió uno de los trabajos que determinaría su fama: la ilustración de «Tales of mistery and imagination», una antología de los más altos relatos de Poe preparada por la editorial Harrap. La edición, publicada en Londres en 1919, fue reconocida inmediatamente como una de las joyas bibliográficas de la época. Desde entonces, las estampas de Clarke siguen ejerciendo un extraño magnetismo, fruto de una exquisita y laboriosa ejecución, que hizo honor a las sublimes historias que la inspiraron.
el barril de amontillado (libro)
«El barril de amontillado» es un cuento del escritor estadounidense Edgar Allan Poe publicado por primera vez en 1846. En plenos carnavales de alguna ciudad italiana del siglo XIX, Montresor busca a Fortunato con ánimo de vengarse de una pasada humillación. Al hallarlo ebrio, le resulta fácil convencerlo de que lo acompañe a su «palazzo» con el pretexto de darle a probar un nuevo vino. Lo conduce a las catacumbas de la casa, y allí consuma su venganza. «El barril de amontillado» es un cuento maestro del género de suspense. No se puede ser más moderno en 1846. Tampoco puede generarse tanto dramatismo con tan pocos recursos, con elementos tan ligeros, con una concisión tan acusada.
el cuervo (libro)
En una fría noche de invierno, solo en su casa, un hombre sufre el dolor inmenso de la pérdida de su amada. A punto de dormirse, le parece oír a alguien golpear a la puerta y descubre que se trata de un cuervo. Tras invadirle la casa, el ave acaba llevándolo a la desesperación debido a su insistente repetición de una palabra que le hace comprender que nada le devolverá a Leonora… NEVERMORE.
el cuervo y otros poemas (libro)
Hijo de unos cómicos ambulantes. Huérfano a los dos años. Fue adoptado por un rico plantador de Richmond y educado en Norteamérica e Inglaterra. Expulsado de la Universidad de Virginia por jugador, regresó a Boston y publicó su primer libro de poemas, Tamerlán. Tras un breve paso por el ejército, se lanzó a una carrera literaria. Trabajaba como periodista al tiempo que salían a la luz su poesía (El Aaraaf y El cuervo y otros poemas), cuentos en prosa (Narraciones extraordinarias) y novelas como Las aventuras de Arthur Gordon Pym. La presente selección, especialmente traducida para Mitos Poesía, recoge los principales poemas de un genio atormentado, incomprendido en su época, y cuya estética halló un gran eco en poetas franceses como Baudelaire y Mallarme.
el diablo en el campanario (relato)
Aunque de un modo vago, todo el mundo sabe que el lugar más bello de la Tierra es, o hablando con más propiedad, era, por desgracia, la aldea holandesa de Vondervotteimittis. Por otra parte, como se halla a una distancia considerable de todas las carreteras y en una situación hasta cierto punto extraordinaria, es muy probable que solo un escaso número de mis lectores la habrán visitado alguna vez. Así, pues, y en beneficio de los que no conozcan aquella aldea, me parece conveniente dar algunos pormenores acerca de ella. Cosa oportuna y necesaria, puesto que me propongo referir los sucesos calamitosos que se desarrollaron en su territorio, con objeto de conquistar para sus habitantes la simpatía pública. Quien me conozca bien, estará persuadido de que el deber que me impongo será cumplido con toda habilidad, con la mayor imparcialidad y con la rigurosa exactitud y el laborioso cotejo de los datos que distinguen al que aspira al nombre de historiador.
Gracias al auxilio de gran cantidad de medallas, manuscritos e inscripciones, créeme autorizado a afirmar, de modo positivo, que la aldea de Vondervotteimittis ha existido siempre desde su fundación, en la misma situación y estado en que aún puede verse en nuestros días. Con respecto a la fecha de este origen, siento no poder hablar de ella sino con la precisión indefinida con que, a veces, han de conformarse los matemáticos en ciertas fórmulas algebraicas. Y esa fecha, en el supuesto que se me permita expresarme así, y teniendo en cuenta su antigüedad prodigiosa, puede ser menor que una cantidad determinable cualquiera.
Refiriéndome ahora a la etimología del nombre Vondervotteimittis, debo confesar, con la mayor pena, que tampoco puedo afirmar nada concreto. Entre el gran número de opiniones acerca de este delicado punto, algunas muy sutiles, otras muy eruditas y finalmente otras, también, imprecisas, no encuentro ninguna que se pueda considerar satisfactoria.
A pesar de eso y de la oscuridad que reina con referencia a la fecha de la fundación de Vondervotteimittis, y su etimología, es indudable, como ya he dicho, que siempre ha existido esta aldea como la vemos ahora. El más anciano de sus habitantes no recuerda la menor diferencia en ninguno de los aspectos de la población, y, a decir verdad, si alguien sugiriese la posibilidad de ello, no hay duda de que lo considerarían un insulto.
La aldea está situada en un valle perfectamente circular, cuya circunferencia mide, más o menos, un cuarto de milla, rodeado por completo de lindas colinas, cuyas cumbres nunca han pensado siquiera en franquear los habitantes. Por otra parte, estos aducen una razón muy buena en favor de su conducta, y es que no creen en la existencia de cosa alguna al otro lado de sus montañas. En la periferia del valle, que está completamente nivelado y pavimentado con ladrillos planos, se extiende una fila ininterrumpida de sesenta casitas. La parte posterior de cada una de ellas se apoya en las colinas y, naturalmente, sus fachadas miran al centro de la explanada, punto en que se halla, exactamente, a sesenta yardas de la puerta de la fachada de cada vivienda. Delante de cada una de estas casitas hay un huerto con un sendero circular, un reloj de sol y veinticuatro coles. Los edificios, por otra parte, son tan semejantes entre sí, que resultaría imposible distinguirlos. A causa de su mucha antigüedad el estilo arquitectónico es algo raro, pero precisamente por esto es más pintoresco. Las viviendas son de ladrillos endurecidos al fuego, rojos y con cantos negros, de modo que las paredes parecen tableros de ajedrez de grandes proporciones. Los puntiagudos remates de los tejados se hallan en la parte correspondiente a la fachada, y hay unos aleros muy grandes en los tejados y sobre las puertas principales.
Las ventanas son estrechas y altas, y tiene vidrieras formadas de pequeños vidrios emplomados. Los tejados son de tejas de bordes encorvados. Por todas partes se ve el maderamen de color oscuro muy trabajado, pero con poca variedad de dibujos, ya que, desde una época inmemorial, los tallistas de Vondervotteimittis nunca supieron tallar más que dos objetos un reloj y una col. En cambio, los hacían de un modo admirable y los prodigaban con el mayor ingenio en todos los lugares posibles.
Todas las habitaciones del valle eran absolutamente parecidas entre sí, interior y exteriormente, y el mobiliario está fabricado sobre un solo modelo. El suelo se ve cubierto de ladrillos cuadrados; las sillas y las mesas, de madera negra, tienen las patas retorcidas, estrechas y adelgazadas en su parte inferior Las chimeneas son altas y anchas, y no solo llevan esculpidos relojes y coles en las pilastras, sino que en el centro de la repisa sostienen un reloj verdadero, que produce un tictac muy fuerte, entre dos tiestos que, tienen, respectivamente, una col cada uno. Entre estas y el reloj hay un muñeco chino, de dilatado vientre, con un agujere en el centro, por el cual se aparece la esfera de otro reloj. Los hogares son grandes y profundos y tienen unos morillos amenazadores y bien esculpidos. Siempre hay un gran fuego en el hogar y colgada sobre él una marmita llena de col ácida y de tocino, que el ama de la casa vigila sin cesar. Esta es una señora gorda y vieja, de ojos azules y cara enrojecida, enmarcada en una cofia inmensa, semejante a un pilón de azúcar, y adornada con cintas de color púrpura y amatista. La bata es de tartalana de color anaranjado, muy ancha por detrás, muy corta por el talle y cortísima en otros aspectos, porque no llega a media pierna. Las pantorrillas y los tobillos son bastante gruesos, pero van adornados unos y otras por un buen par de medias verdes. Los zapatos son de piel de color rosa y van sujetos por medio de un lazo de cintas amarillas ensanchadas y rizadas en forma de col. En la mano izquierda sostienen un grueso reloj holandés, en tanto que con la derecha empuña un cucharón con el que revuelve la col ácida y el tocino. A su lado hay un grueso gato moteado que en el rabo lleva atado un reloj de cobre dorado, de repetición, que los chicos de la casa le han atado por broma. Estos últimos se hallan en el huerto, vigilando al cerdo; cada uno de ellos mide dos pies de estatura, se cubren las cabezas con sombreros de tres picos y el cuerpo con chalecos encarnados, que les llegan casi hasta los muslos, calzas de piel de gamuza, polainas rojas de paño, gruesos zapatos con hebillas de plata y unas largas chaquetas adornadas con grandes botones de nácar. En la boca de cada uno de esos muchachos se veía una pipa y sus respectivas manos derechas sostenían un relojito panzudo. Despedían una bocanada de humo y luego daban una mirada al reloj una mirada al reloj y una bocanada de humo, y así sucesivamente. El cerdo, grueso y perezoso, se ocupaba en buscar las hojas caídas de las coles, o en cocear contra el reloj dorado que los traviesos chicos le habían atado, también, al rabo para que nada tuviera que envidiar al gato.
Exactamente delante de la puerta y en un sillón de gran respaldo tapizado de cuero, patas retorcidas y delgadas, como las de las mesas, estaba sentado el viejo dueño de la casas. Era un caballero de alguna edad, abotagado, ojuelos redondos y una gran papada; por lo demás se parecía en extremo a los muchachos, lo que ahorra otra descripción. La diferencia más notable consistía en que su pipa era algo mayor que la de los chicos y en que podía despedir más humo... También, como sus hijos, era dueño de un reloj, aunque lo llevaba en un bolsillo. Bien es verdad que tenía que hacer algo más importante que consultar el reloj y eso es lo que voy a explicar. Estaba sentado con la pierna derecha sobre la rodilla izquierda, el rostro grave y con uno de sus ojos, por lo menos, fijo en un objeto muy interesante, situado en la explanada. El tal objeto se hallaba en el campanario del Ayuntamiento. Los concejales son hombres bajitos, redondos, gruesos, con los ojos salientes y grandes, papadas muy voluminosas y vestidos con trajes mucho más largos y las hebillas de los zapatos más gruesas que los vulgares habitantes de Vondervotteimittis. Y desde que yo habitaba en aquella aldea habían celebrado muchas sesiones extraordinarias, adoptando estas tres importantísimas decisiones:
1.ª Es un crimen cambiar la antigua marcha de las cosas.
2.ª No hay nada tolerable fuera de Vondervcitteimittis.
3.ª Juramos eterna fidelidad a nuestros relojes y a nuestras coles.
Sobre el salón de sesiones se halla el campanario del que es y ha sido, desde tiempo inmemorial, el orgullo y la maravilla de los habitantes, el monumental reloj de torre, de la aldea de Vondervoitteimittis. Y hacia él estaban dirigidos los ojos de los señores sentados en los sillones forrados de cuero.
Este relej de torre tiene dos esferas, una en cada lado de la torre del campanario, de manera que puede verse perfectamente la hora desde todas direcciones. Las esferas son grandes y blancas y las saetas gruesas y negras. En el campanario hay un empleado, cuya única misión consiste en cuidar el reloj, pero el tal cargo resulta la mejor de las prebendas conocidas, pues de memoria humana nunca el reloj de Vondervotteimottis ha hecho necesarios sus buenos oficios. Y últimamente la suposición de que hubiese podido necesitarlo, habría sido considerada como una herejía. Desde la fecha más remota que se cita en los archivos, la campana mayor había tocado, las horas con toda regularidad. Y lo mismo sucedía con respecto a los demás relojes de la aldea. Nunca hubo otro lugar en el que las horas estuviesen tan bien señaladas y mejor marcadas. Cuando el gran badajo creía llegada la ocasión de decir: «Mediodía» sus obedientes servidores abrían al mismo tiempo sus gargantas y respondían como un solo eco. En una palabra, los buenos burgueses se relamían al comer sus coles ácidas, pues estaban orgullosos de sus relojes.
Ya es sabido que las personas que disfrutan de una prebenda gozan de singular veneración y consideración, y como el campanero de Vondervotteimittis tenía la mejor prebenda del mundo, era, naturalmente, el más respetado de todos los hombres. Era el dignatario más respetado de la aldea y aun los mismos cerdos lo miraban con la mayor reverencia. La cola de su casaca era mucho más larga; la pipa, las hebillas de sus zapatos, sus ojos y su estómago eran mucho mayores que los de ninguno de los señores ancianos de la aldea, y para acabar de afirmar más su superioridad, su papada era doble.
Acabo de hacer un relato del estado de felicidad de que disfrutaba Vondervotteimittis, pero ¡cuánta compasión no inspira que un cuadro tan seductor estuviese destinado a sufrir un cambio cruel!
En la aldea se consideraba, desde la más remota antigüedad, como verdad axiomática, que «nada bueno puede venir de más allá de las montañas» y es preciso creer que tales palabras eran proféticas.
Anteayer, a las doce menos minutos, en la cumbre de la montaña de oriente apareció una extraña figura. Tal acontecimiento debía, naturalmente, llamar la atención de todo el mundo, y cada uno de los ancianos, que estaban sentados en sus sillones tapizados de cuero, volvió uno de sus ojos asombrado y asustado hacia el horizonte, aunque conservando el otro fijo en el reloj del campanario. A las doce menos tres minutos ya se pudo ver perfectamente que se trataba de un hombre joven, de baja estatura y, sin duda alguna, forastero. Descendía por la vertiente de la montaña con una rapidez pasmosa, de manera que todos tuvieron tiempo y ocasión de verle a sus anchas.
Era la personilla más linda que se hubiese visto nunca en Vondervotteimittis. Tenía el rostro de color tabaco, la nariz larga y picuda, los ojos pequeños como garbanzos, la boca grande y una magnífica hilera de dientes, que parecía deseoso de mostrar cuando se reía sardónicamente, y entonces la boca le llegaba de una o otra oreja. Añádase a eso el bigote y la barba y seguramente ya no había nada más que ver en su rostro. Llevaba la cabeza descubierta, y sus cabellos habían sido sin duda rizados por medio de papillotes. En cuanto a su traje, lo constituían un frac negro, ceñido, que terminaba en cola de golondrina, y de uno de sus bolsillos colgaba largamente la punta de un pañuelo blanco; los calzones eran de casimir negro, medias de igual color y unos escarpines que parecían mitades de zapatos atados por enormes lazos de raso en vez de cordones. Debajo de un brazo llevaba un violín que, por su tamaño, podía llamarse contrabajo, puesto que era cinco veces mayor que su dueño. Su mano izquierda sostenía una tabaquera de oro, de la que tomaba incesantemente rapé, con el aire más alegre del mundo. Mientras bajaba por la vertiente de la montaña hacía mil cabriolas y daba toda suerte de pasos de baile caprichosos. ¡Dios mío! ¡Qué espectáculo para los honrados vecinos de Vondervotteimittis!
Para decir verdad, aquel tunante revelaba, aparte de su risa sardóica, el siniestro carácter de su fisonomía. Y mientras galopaba en línea recta hacia la aldea, solamente la forma truncada de su calzado bastó para despertar mil sospechas y recelos; más de un burgués, entre los que le contemplaban, habría dado algo por el privilegio de ver que había bajo la punta de su pañuelo colgante de su frac de cola de golondrina. Más lo que principalmente despertó la indignación general fue aquel miserable mequetrefe, al bailar caprichosamente toda suerte de danzas, no lo hacía de manera acompasada, ni poseía, al parecer, la más vaga noción de lo que se llama observar la medida o como diría un holandés «ir con la hora».
Todavía el honrado vecindario de la aldea no había tenido tiempo de expresar su asombro, abriendo los ojos de par en par, cuando, precisamente treinta segundos antes de las doce, aquel miserable vagabundo se presentó en medio de las dignísimas personas que lo observaban. Daba en un lugar un salto, hacía un trenzado en otra parte o una pirueta más allá. Luego, de pronto, partió rapidísimo hacia el campanario de las Casas Consistoriales, donde el guardián del reloj fumaba, estupefacto, en actitud digna y alarmada a un tiempo. El miserable le cogió primero por la nariz y le dio un tirón en ella; luego se encasquetó el sombrero en la cabeza hasta las orejas; hecho esto, enarboló su enorme violín y empezó a golpearlo de un modo continuado y vigoroso, que, teniendo en cuenta el estado del guardián y que el violín era muy grande y estaba hueco, podría haberse jurado que un regimiento de bombos estaba redoblando en la torre del reloj de Vondervotteimittis.
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Nadie sabe a qué espantoso acto de venganza hubiesen podido llegar los habitantes dé la aldea, de no darse el caso de que en aquel momento faltaba solamente medio segundo para el mediodía. Iba a tocar la campana y era absolutamente necesario que todos ellos tuviesen los ojos fijos en el reloj. Por otra parte, era evidente que el desvergonzado individuo se había subido entonces al campanario y se las había con el relej, metiéndose en lo que no le importaba, pero como la campana empezaba a tocar, nadie tuvo tiempo ni ocasión de vigilar las maniobras de aquel criminal, ya que todos estaban dispuestos a contar las campanadas.
«¡Una!», dijo la campana.
—¡Una! —repitió cada uno de los viejos de Vondervotteimittis, sentado en cada sillón tapizado de cuero.
Y repitieron exactamente la campanada los relojes que cada uno de ellos tenía en la mano, los de sus respectivas mujeres, los de sus chicos y hasta los que estaban colgados de los rabos de gatos y cerdos.
«¡Dos!», dijo luego la campana grande.
—¡Tos! —repitieron todos los aparatos mediadores del tiempo.
«¡Tres! ¡Cuatro! ¡Cinco! ¡Seis! ¡Siete! ¡Ocho! ¡Nueve! ¡Diez!», dijo la campana.
—¡Dres! ¡Cuatro! ¡Cingo! ¡Seiz! ¡Siede! ¡Otcho! ¡Nefe! ¡Tiez! —respondieron, otros.
«¡Once!», exclamó la campana.
—¡Ontsee! —aprobaron todos los demás. «¡Doce!», dijo la campana.
—¡Tose! —contestaron los demás, satisfechos y a coro.
—Hasta que llegue otro mediodía —dijeron los viejos, metiéndose los relojes en los bolsillos.
Pero la campana grande no había terminado aún.
«¡Trece!», exclamó.
—¡Tiiaplo! —exclamaron, asustados, todos los viejos, palideciendo, dejando caer las pipas de sus bocas y sus piernas derechas, que tenían sobre las izquierdas.
—¡Tiaplo! —gimieron todos—. ¡Drese! ¡Drese! ¡Mein Gott! ¡Las drese!
¿Intentaré siquiera describir la escena siguiente? Todo Vondervotteimittis quedó súbitamente sumido en espantoso tumulto.
—¿Qué le basa, pues, a mi matre? —gruñeron los chiquillos—. Dengo jambre teste hase una hora.
—¿Qué les pasa, pues, a mis coles? —gritaron las mujeres—. Tepen estar hechas habilla teste hase una hora.
—¿Qué le basa, pues, a mi biba? —juraren todos los viejos—. ¡Druenos y rayos! ¡Tepe estar abagata hase una hora!
Rellenaron furiosamente sus pipas y hundiéndose en sus sillones respectivos empezaron a chupar con tanta prisa y ferocidad que el valle quedó envuelto en una nube impenetrable.
Mientras tanto, las coles se ponían al rojo cereza y parecía como si el mismo diablo se hubiese apoderado de cuanto tuviera forma de reloj. Los que estaban esculpidos en los muebles se echaron a bailar, cual si estuviesen embrujados, en tanto que los que se hallaban sobre las chimeneas apenas podían contener el furor de que estaban animados y se obstinaban en tan encarnidado repique de «¡Drese! ¡Drese!» y con tal agitación de sus péndulos, que era cosa espantosa de ver. Mas lo peor de todo fue que los gatos y los cerdos ya no podían soportar más el desorden de los relojitos de repetición atados a sus rabos y lo demostraban corriendo por toda la plaza, rascando, escarbando, gritando y aullando, de manera que formaban una espantosa confusión de maullidos y gruñidos, y se arrojaban a la cara de las personas, bajo las faldas de las mujeres y originando así la cencerrada más infernal que se puede imaginar.
Y el miserable que se había instalado en el campanario, hacía sin duda alguna todo lo posible para aumentar todavía las proporciones de aquel desastre. De vez en cuando podían verle a través de la humareda de las pipas. Estaba aún en el campanario, montado sobre el guardián, que yacía en tierra y boca arriba. El maldito tenía entre los dientes la cuerda de la campana, que sacudía sin cesar de derecha a izquierda con movimientos violentos de cabeza, y armaba tal batahola, que aun me zumban los oídos al recordarlo. En sus rodillas descansaba el enorme violín, que rascaba sin acordes ni compás, empuñando el arco con las dos manos y tratando de parodiar horriblemente un aire inglés.
En vista del mal estado de aquel asunto, abandoné, asqueado, la aldea y ahora dirijo un llamamiento a todos los amantes de la hora puntual y de las coles ácidas. Marchemos en masa hacia la aldea y restauremos el antiguo estado de cosas en Vondervotteimittis, arrojando del campanario a aquel bellaco.
Gracias al auxilio de gran cantidad de medallas, manuscritos e inscripciones, créeme autorizado a afirmar, de modo positivo, que la aldea de Vondervotteimittis ha existido siempre desde su fundación, en la misma situación y estado en que aún puede verse en nuestros días. Con respecto a la fecha de este origen, siento no poder hablar de ella sino con la precisión indefinida con que, a veces, han de conformarse los matemáticos en ciertas fórmulas algebraicas. Y esa fecha, en el supuesto que se me permita expresarme así, y teniendo en cuenta su antigüedad prodigiosa, puede ser menor que una cantidad determinable cualquiera.
Refiriéndome ahora a la etimología del nombre Vondervotteimittis, debo confesar, con la mayor pena, que tampoco puedo afirmar nada concreto. Entre el gran número de opiniones acerca de este delicado punto, algunas muy sutiles, otras muy eruditas y finalmente otras, también, imprecisas, no encuentro ninguna que se pueda considerar satisfactoria.
A pesar de eso y de la oscuridad que reina con referencia a la fecha de la fundación de Vondervotteimittis, y su etimología, es indudable, como ya he dicho, que siempre ha existido esta aldea como la vemos ahora. El más anciano de sus habitantes no recuerda la menor diferencia en ninguno de los aspectos de la población, y, a decir verdad, si alguien sugiriese la posibilidad de ello, no hay duda de que lo considerarían un insulto.
La aldea está situada en un valle perfectamente circular, cuya circunferencia mide, más o menos, un cuarto de milla, rodeado por completo de lindas colinas, cuyas cumbres nunca han pensado siquiera en franquear los habitantes. Por otra parte, estos aducen una razón muy buena en favor de su conducta, y es que no creen en la existencia de cosa alguna al otro lado de sus montañas. En la periferia del valle, que está completamente nivelado y pavimentado con ladrillos planos, se extiende una fila ininterrumpida de sesenta casitas. La parte posterior de cada una de ellas se apoya en las colinas y, naturalmente, sus fachadas miran al centro de la explanada, punto en que se halla, exactamente, a sesenta yardas de la puerta de la fachada de cada vivienda. Delante de cada una de estas casitas hay un huerto con un sendero circular, un reloj de sol y veinticuatro coles. Los edificios, por otra parte, son tan semejantes entre sí, que resultaría imposible distinguirlos. A causa de su mucha antigüedad el estilo arquitectónico es algo raro, pero precisamente por esto es más pintoresco. Las viviendas son de ladrillos endurecidos al fuego, rojos y con cantos negros, de modo que las paredes parecen tableros de ajedrez de grandes proporciones. Los puntiagudos remates de los tejados se hallan en la parte correspondiente a la fachada, y hay unos aleros muy grandes en los tejados y sobre las puertas principales.
Las ventanas son estrechas y altas, y tiene vidrieras formadas de pequeños vidrios emplomados. Los tejados son de tejas de bordes encorvados. Por todas partes se ve el maderamen de color oscuro muy trabajado, pero con poca variedad de dibujos, ya que, desde una época inmemorial, los tallistas de Vondervotteimittis nunca supieron tallar más que dos objetos un reloj y una col. En cambio, los hacían de un modo admirable y los prodigaban con el mayor ingenio en todos los lugares posibles.
Todas las habitaciones del valle eran absolutamente parecidas entre sí, interior y exteriormente, y el mobiliario está fabricado sobre un solo modelo. El suelo se ve cubierto de ladrillos cuadrados; las sillas y las mesas, de madera negra, tienen las patas retorcidas, estrechas y adelgazadas en su parte inferior Las chimeneas son altas y anchas, y no solo llevan esculpidos relojes y coles en las pilastras, sino que en el centro de la repisa sostienen un reloj verdadero, que produce un tictac muy fuerte, entre dos tiestos que, tienen, respectivamente, una col cada uno. Entre estas y el reloj hay un muñeco chino, de dilatado vientre, con un agujere en el centro, por el cual se aparece la esfera de otro reloj. Los hogares son grandes y profundos y tienen unos morillos amenazadores y bien esculpidos. Siempre hay un gran fuego en el hogar y colgada sobre él una marmita llena de col ácida y de tocino, que el ama de la casa vigila sin cesar. Esta es una señora gorda y vieja, de ojos azules y cara enrojecida, enmarcada en una cofia inmensa, semejante a un pilón de azúcar, y adornada con cintas de color púrpura y amatista. La bata es de tartalana de color anaranjado, muy ancha por detrás, muy corta por el talle y cortísima en otros aspectos, porque no llega a media pierna. Las pantorrillas y los tobillos son bastante gruesos, pero van adornados unos y otras por un buen par de medias verdes. Los zapatos son de piel de color rosa y van sujetos por medio de un lazo de cintas amarillas ensanchadas y rizadas en forma de col. En la mano izquierda sostienen un grueso reloj holandés, en tanto que con la derecha empuña un cucharón con el que revuelve la col ácida y el tocino. A su lado hay un grueso gato moteado que en el rabo lleva atado un reloj de cobre dorado, de repetición, que los chicos de la casa le han atado por broma. Estos últimos se hallan en el huerto, vigilando al cerdo; cada uno de ellos mide dos pies de estatura, se cubren las cabezas con sombreros de tres picos y el cuerpo con chalecos encarnados, que les llegan casi hasta los muslos, calzas de piel de gamuza, polainas rojas de paño, gruesos zapatos con hebillas de plata y unas largas chaquetas adornadas con grandes botones de nácar. En la boca de cada uno de esos muchachos se veía una pipa y sus respectivas manos derechas sostenían un relojito panzudo. Despedían una bocanada de humo y luego daban una mirada al reloj una mirada al reloj y una bocanada de humo, y así sucesivamente. El cerdo, grueso y perezoso, se ocupaba en buscar las hojas caídas de las coles, o en cocear contra el reloj dorado que los traviesos chicos le habían atado, también, al rabo para que nada tuviera que envidiar al gato.
Exactamente delante de la puerta y en un sillón de gran respaldo tapizado de cuero, patas retorcidas y delgadas, como las de las mesas, estaba sentado el viejo dueño de la casas. Era un caballero de alguna edad, abotagado, ojuelos redondos y una gran papada; por lo demás se parecía en extremo a los muchachos, lo que ahorra otra descripción. La diferencia más notable consistía en que su pipa era algo mayor que la de los chicos y en que podía despedir más humo... También, como sus hijos, era dueño de un reloj, aunque lo llevaba en un bolsillo. Bien es verdad que tenía que hacer algo más importante que consultar el reloj y eso es lo que voy a explicar. Estaba sentado con la pierna derecha sobre la rodilla izquierda, el rostro grave y con uno de sus ojos, por lo menos, fijo en un objeto muy interesante, situado en la explanada. El tal objeto se hallaba en el campanario del Ayuntamiento. Los concejales son hombres bajitos, redondos, gruesos, con los ojos salientes y grandes, papadas muy voluminosas y vestidos con trajes mucho más largos y las hebillas de los zapatos más gruesas que los vulgares habitantes de Vondervotteimittis. Y desde que yo habitaba en aquella aldea habían celebrado muchas sesiones extraordinarias, adoptando estas tres importantísimas decisiones:
1.ª Es un crimen cambiar la antigua marcha de las cosas.
2.ª No hay nada tolerable fuera de Vondervcitteimittis.
3.ª Juramos eterna fidelidad a nuestros relojes y a nuestras coles.
Sobre el salón de sesiones se halla el campanario del que es y ha sido, desde tiempo inmemorial, el orgullo y la maravilla de los habitantes, el monumental reloj de torre, de la aldea de Vondervoitteimittis. Y hacia él estaban dirigidos los ojos de los señores sentados en los sillones forrados de cuero.
Este relej de torre tiene dos esferas, una en cada lado de la torre del campanario, de manera que puede verse perfectamente la hora desde todas direcciones. Las esferas son grandes y blancas y las saetas gruesas y negras. En el campanario hay un empleado, cuya única misión consiste en cuidar el reloj, pero el tal cargo resulta la mejor de las prebendas conocidas, pues de memoria humana nunca el reloj de Vondervotteimottis ha hecho necesarios sus buenos oficios. Y últimamente la suposición de que hubiese podido necesitarlo, habría sido considerada como una herejía. Desde la fecha más remota que se cita en los archivos, la campana mayor había tocado, las horas con toda regularidad. Y lo mismo sucedía con respecto a los demás relojes de la aldea. Nunca hubo otro lugar en el que las horas estuviesen tan bien señaladas y mejor marcadas. Cuando el gran badajo creía llegada la ocasión de decir: «Mediodía» sus obedientes servidores abrían al mismo tiempo sus gargantas y respondían como un solo eco. En una palabra, los buenos burgueses se relamían al comer sus coles ácidas, pues estaban orgullosos de sus relojes.
Ya es sabido que las personas que disfrutan de una prebenda gozan de singular veneración y consideración, y como el campanero de Vondervotteimittis tenía la mejor prebenda del mundo, era, naturalmente, el más respetado de todos los hombres. Era el dignatario más respetado de la aldea y aun los mismos cerdos lo miraban con la mayor reverencia. La cola de su casaca era mucho más larga; la pipa, las hebillas de sus zapatos, sus ojos y su estómago eran mucho mayores que los de ninguno de los señores ancianos de la aldea, y para acabar de afirmar más su superioridad, su papada era doble.
Acabo de hacer un relato del estado de felicidad de que disfrutaba Vondervotteimittis, pero ¡cuánta compasión no inspira que un cuadro tan seductor estuviese destinado a sufrir un cambio cruel!
En la aldea se consideraba, desde la más remota antigüedad, como verdad axiomática, que «nada bueno puede venir de más allá de las montañas» y es preciso creer que tales palabras eran proféticas.
Anteayer, a las doce menos minutos, en la cumbre de la montaña de oriente apareció una extraña figura. Tal acontecimiento debía, naturalmente, llamar la atención de todo el mundo, y cada uno de los ancianos, que estaban sentados en sus sillones tapizados de cuero, volvió uno de sus ojos asombrado y asustado hacia el horizonte, aunque conservando el otro fijo en el reloj del campanario. A las doce menos tres minutos ya se pudo ver perfectamente que se trataba de un hombre joven, de baja estatura y, sin duda alguna, forastero. Descendía por la vertiente de la montaña con una rapidez pasmosa, de manera que todos tuvieron tiempo y ocasión de verle a sus anchas.
Era la personilla más linda que se hubiese visto nunca en Vondervotteimittis. Tenía el rostro de color tabaco, la nariz larga y picuda, los ojos pequeños como garbanzos, la boca grande y una magnífica hilera de dientes, que parecía deseoso de mostrar cuando se reía sardónicamente, y entonces la boca le llegaba de una o otra oreja. Añádase a eso el bigote y la barba y seguramente ya no había nada más que ver en su rostro. Llevaba la cabeza descubierta, y sus cabellos habían sido sin duda rizados por medio de papillotes. En cuanto a su traje, lo constituían un frac negro, ceñido, que terminaba en cola de golondrina, y de uno de sus bolsillos colgaba largamente la punta de un pañuelo blanco; los calzones eran de casimir negro, medias de igual color y unos escarpines que parecían mitades de zapatos atados por enormes lazos de raso en vez de cordones. Debajo de un brazo llevaba un violín que, por su tamaño, podía llamarse contrabajo, puesto que era cinco veces mayor que su dueño. Su mano izquierda sostenía una tabaquera de oro, de la que tomaba incesantemente rapé, con el aire más alegre del mundo. Mientras bajaba por la vertiente de la montaña hacía mil cabriolas y daba toda suerte de pasos de baile caprichosos. ¡Dios mío! ¡Qué espectáculo para los honrados vecinos de Vondervotteimittis!
Para decir verdad, aquel tunante revelaba, aparte de su risa sardóica, el siniestro carácter de su fisonomía. Y mientras galopaba en línea recta hacia la aldea, solamente la forma truncada de su calzado bastó para despertar mil sospechas y recelos; más de un burgués, entre los que le contemplaban, habría dado algo por el privilegio de ver que había bajo la punta de su pañuelo colgante de su frac de cola de golondrina. Más lo que principalmente despertó la indignación general fue aquel miserable mequetrefe, al bailar caprichosamente toda suerte de danzas, no lo hacía de manera acompasada, ni poseía, al parecer, la más vaga noción de lo que se llama observar la medida o como diría un holandés «ir con la hora».
Todavía el honrado vecindario de la aldea no había tenido tiempo de expresar su asombro, abriendo los ojos de par en par, cuando, precisamente treinta segundos antes de las doce, aquel miserable vagabundo se presentó en medio de las dignísimas personas que lo observaban. Daba en un lugar un salto, hacía un trenzado en otra parte o una pirueta más allá. Luego, de pronto, partió rapidísimo hacia el campanario de las Casas Consistoriales, donde el guardián del reloj fumaba, estupefacto, en actitud digna y alarmada a un tiempo. El miserable le cogió primero por la nariz y le dio un tirón en ella; luego se encasquetó el sombrero en la cabeza hasta las orejas; hecho esto, enarboló su enorme violín y empezó a golpearlo de un modo continuado y vigoroso, que, teniendo en cuenta el estado del guardián y que el violín era muy grande y estaba hueco, podría haberse jurado que un regimiento de bombos estaba redoblando en la torre del reloj de Vondervotteimittis.
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Nadie sabe a qué espantoso acto de venganza hubiesen podido llegar los habitantes dé la aldea, de no darse el caso de que en aquel momento faltaba solamente medio segundo para el mediodía. Iba a tocar la campana y era absolutamente necesario que todos ellos tuviesen los ojos fijos en el reloj. Por otra parte, era evidente que el desvergonzado individuo se había subido entonces al campanario y se las había con el relej, metiéndose en lo que no le importaba, pero como la campana empezaba a tocar, nadie tuvo tiempo ni ocasión de vigilar las maniobras de aquel criminal, ya que todos estaban dispuestos a contar las campanadas.
«¡Una!», dijo la campana.
—¡Una! —repitió cada uno de los viejos de Vondervotteimittis, sentado en cada sillón tapizado de cuero.
Y repitieron exactamente la campanada los relojes que cada uno de ellos tenía en la mano, los de sus respectivas mujeres, los de sus chicos y hasta los que estaban colgados de los rabos de gatos y cerdos.
«¡Dos!», dijo luego la campana grande.
—¡Tos! —repitieron todos los aparatos mediadores del tiempo.
«¡Tres! ¡Cuatro! ¡Cinco! ¡Seis! ¡Siete! ¡Ocho! ¡Nueve! ¡Diez!», dijo la campana.
—¡Dres! ¡Cuatro! ¡Cingo! ¡Seiz! ¡Siede! ¡Otcho! ¡Nefe! ¡Tiez! —respondieron, otros.
«¡Once!», exclamó la campana.
—¡Ontsee! —aprobaron todos los demás. «¡Doce!», dijo la campana.
—¡Tose! —contestaron los demás, satisfechos y a coro.
—Hasta que llegue otro mediodía —dijeron los viejos, metiéndose los relojes en los bolsillos.
Pero la campana grande no había terminado aún.
«¡Trece!», exclamó.
—¡Tiiaplo! —exclamaron, asustados, todos los viejos, palideciendo, dejando caer las pipas de sus bocas y sus piernas derechas, que tenían sobre las izquierdas.
—¡Tiaplo! —gimieron todos—. ¡Drese! ¡Drese! ¡Mein Gott! ¡Las drese!
¿Intentaré siquiera describir la escena siguiente? Todo Vondervotteimittis quedó súbitamente sumido en espantoso tumulto.
—¿Qué le basa, pues, a mi matre? —gruñeron los chiquillos—. Dengo jambre teste hase una hora.
—¿Qué les pasa, pues, a mis coles? —gritaron las mujeres—. Tepen estar hechas habilla teste hase una hora.
—¿Qué le basa, pues, a mi biba? —juraren todos los viejos—. ¡Druenos y rayos! ¡Tepe estar abagata hase una hora!
Rellenaron furiosamente sus pipas y hundiéndose en sus sillones respectivos empezaron a chupar con tanta prisa y ferocidad que el valle quedó envuelto en una nube impenetrable.
Mientras tanto, las coles se ponían al rojo cereza y parecía como si el mismo diablo se hubiese apoderado de cuanto tuviera forma de reloj. Los que estaban esculpidos en los muebles se echaron a bailar, cual si estuviesen embrujados, en tanto que los que se hallaban sobre las chimeneas apenas podían contener el furor de que estaban animados y se obstinaban en tan encarnidado repique de «¡Drese! ¡Drese!» y con tal agitación de sus péndulos, que era cosa espantosa de ver. Mas lo peor de todo fue que los gatos y los cerdos ya no podían soportar más el desorden de los relojitos de repetición atados a sus rabos y lo demostraban corriendo por toda la plaza, rascando, escarbando, gritando y aullando, de manera que formaban una espantosa confusión de maullidos y gruñidos, y se arrojaban a la cara de las personas, bajo las faldas de las mujeres y originando así la cencerrada más infernal que se puede imaginar.
Y el miserable que se había instalado en el campanario, hacía sin duda alguna todo lo posible para aumentar todavía las proporciones de aquel desastre. De vez en cuando podían verle a través de la humareda de las pipas. Estaba aún en el campanario, montado sobre el guardián, que yacía en tierra y boca arriba. El maldito tenía entre los dientes la cuerda de la campana, que sacudía sin cesar de derecha a izquierda con movimientos violentos de cabeza, y armaba tal batahola, que aun me zumban los oídos al recordarlo. En sus rodillas descansaba el enorme violín, que rascaba sin acordes ni compás, empuñando el arco con las dos manos y tratando de parodiar horriblemente un aire inglés.
En vista del mal estado de aquel asunto, abandoné, asqueado, la aldea y ahora dirijo un llamamiento a todos los amantes de la hora puntual y de las coles ácidas. Marchemos en masa hacia la aldea y restauremos el antiguo estado de cosas en Vondervotteimittis, arrojando del campanario a aquel bellaco.
el escarabajo de oro y otros cuentos (ilustrado) (libro)
Poe, «padre de la novela policíaca», con la creación de Auguste Dupin dio origen al «detective analítico», y con «Los crímenes de la Rue Morgue» al problema del «recinto cerrado». Un abominable crimen en una habitación cerrada o una importantísima carta robada pondrán en marcha el aparato policial: pero los policías profesionales no descubren nada, porque el bosque les impide ver el árbol. Dupin, en cambio, parte del árbol, del detalle revelador, y con su fría lógica logra desentrañar la complicada maraña del crimen. En una ocasión hasta sin moverse de casa: para razonar le han bastado los periódicos.
el escarabajo de oro y otros relatos (trad. roxana prieto) (libro)
La aventura, la analítica, el desplazamiento cronológico de la narración, los términos siempre exactos: todo contribuye a ensamblar de forma insuperable esta obra cumbre de la literatura universal: «El escarabajo de oro». Pero, entre el amor y la desesperación, la miseria y la esperanza, unas veces ebrio y otras sobrio, Poe escribió otros setenta relatos, de los que este volumen ofrece una cuidada y representativa selección.Maestro en el manejo de elementos fantásticos, inventor de la novela policíaca, ingenioso constructor de ambientes inquietantes en los que se mueven turbadoras presencia, E. A. Poe, sumiéndonos gradualmente en el horror inseparable del ser, nos invita a tratar de entender por qué la certeza sólo se encuentra en los sueños.
el gato negro (ilustrado) (libro)
Uno de los rasgos característicos de Edgar Allan Poe en su tratamiento del terror consiste en la mezcla de elementos terroríficos en sí mismos con otros que producen el mismo efecto por vía indirecta. En los once relatos que componen este volumen —entre los que se encuentran algunos de sus cuentos más memorables— puede advertirse todo el arco de posibilidades y modos de acercarse a la literatura de terror: espacios cerrados, amores fúnebres, mares tenebrosos, tumbas, cadáveres, sangre y esa típica opresión psicológica que procede de lo extraordinario, es decir, de lo que está más allá de los sentidos, de toda naturaleza y toda lógica.
el pozo y el péndulo y otras historias espeluznantes (libro)
Según H. P. Lovecraft, la diferencia entre E. A. Poe y susilustres predecesores estriba en que éstos habían trabajado a oscuras, sincomprender la base psicológica del atractivo del terror. Poe comprende elmecanismo y la fisiología del miedo y de lo extraño, estudia la mente humanamás que los usos de la ficción gótica, y trabaja con unos conocimientosanalíticos de las verdaderas fuentes del terror, lo cual incrementa la fuerzade sus relatos y los libran de los absurdos inherentes al estremecimientoconvencional y estereotipado. Así pues, Poe no sólo compuso obras maestras delgénero, sino que también teorizó sobre él, buscando siempre la emoción estéticamás intensa, que a su juicio se encontraba en la provocación del «horror». La selección del presente volumen se centra exclusivamenteen las historias que persiguen deliberadamente provocar dicho «efecto»: esdecir, la radicalización del placer literario de lo macabro.
el silencio y otros poemas (libro)
El silencio y otros poemas reúne, en edición bilingüe, veintiocho de los mejores poemas de Edgar Allan Poe. Seleccionados y traducidos por Antonio Rivero Taravillo e ilustrados por Kike de la Rubia y Nerea Pérez, son una excelente puerta de entrada a su obra.
eureka (libro)
Edgar Allan Poe escribió Eureka en 1847 casi de un tirón, como obedeciendo a un impulso incontenible; la ansiedad cosmogónica que subyace a la obra estaba latente desde su temprana juventud, cuando empezó a leer artículos sobre astronomía en revistas científicas, y buscaba expresión a partir del momento que emprendió el concienzudo estudio de Kepler, Newton, Laplace y otros muchos físicos y matemáticos. Cuando remata su labor, el gran escritor está convencido de haber producido un libro revolucionario, superior a todas las conjeturas del pasado y del presente acerca del origen y el destino del universo; según comunica a su editor, ninguno de los descubrimientos científicos de la historia de la humanidad, ni siquiera la teoría de la gravitación universal, se le acerca en importancia. Pero, como señala Julio Cortazar prologuista y traductor de esta edición , "lo que explica la supervivencia de la obra y su fascinante atractivo no es el peso científico que le atribuyera su autor sino sus valores estéticos y espirituales; "los buenos lectores de este poema cosmogónico son aquellos que aceptan, en un plano poético, el vertiginoso itinerario intuitivo e intelectual que Poe les propone y asumen por un momento ese punto de vista divino desde el cual pretende mirar y medir la creación".
historias extraordinarias (libro)
Edgar Allan Poe, escritor romántico y precursor de simbolistas, decadentistas y esteticistas, fue, al tiempo que un gran poeta, un verdadero iniciador; aún hoy géneros literarios tan consagrados como la narrativa fantástica y de ciencia-ficción, la narrativa policiaca o la novela de aventuras llevan su impronta inconfundible. Fascinado por la muerte y por todas las formas del terror, dio lo mejor de su talento en sus cuentos de misterio, manifestando además -con un adelanto sorprendente sobre nuestros gustos- un vibrante interés por lo ridículo y absurdo. En la presente edición se ofrece a los lectores el conjunto más representativo de sus Historias extraordinarias, con títulos tan importantes como «La caída de la casa de Usher», «El retrato oval», «El gato negro», «Ligeia», «El corazón delator», «La barrica de amontillado» o «Doble asesinato en la calle Morgue», entre otros muchos. Precediendo el conjunto se ha incluido, además, un trabajo de Charles Baudelaire sobre la obra de Poe.
la caída de la casa usher (ilustrado) (libro)
Un joven caballero es invitado al viejo caserón de un amigo de la infancia, Roderick Usher, artista enfermizo y excéntrico que vive completamente recluido en compañía de su hermana, Lady Madeline, también delicada de salud.Usher vive preso de una enfermedad indefinible, lo que hace a todos temer por su vida. La que acaba muriendo es su hermana.Sus restos mortales son depositados en una cripta, pero no tardan en producirse terribles acontecimientos que desembocarán en un trágico final.
la carta robada (libro)
Fuera de alguna desafortunada incursión en el género humorístico, la palabra pesadilla es aplicable a casi todas las narraciones de Poe. Para este libro hemos elegido cuatro de sus más apasionadas piezas y el relato policial The Purloined Letter. A diferencia de los ulteriores cuentos de Wells, MS Found in a Bottle no quiere parecer verídico, pero es tan concreto y tan poderoso como lo son las alucinaciones; en The Facts in The Case of M. Valdemar el horror físico se agrega al horror de lo sobrenatural; en The Man of the Crowd los temas centrales son la soledad y la culpa; The Pit and the Pendulum es una exaltación gradual del terror. Jorge Luis Borges
la carta robada y otros relatos (ed. mauro armiño) (libro)
Fuera de alguna desafortunada incursión en el género humorístico, la palabra pesadilla es aplicable a casi todas las narraciones de Poe. Para este libro hemos elegido 5 de sus más apasionadas piezas y el relato policial La carta robada. A diferencia de los ulteriores cuentos de Wells, El pozo y el péndulo es una exaltación gradual del terror.Los relatos que comprenden este libro son:La carta robadaEl pozo y el pénduloGuillermo WilsonLa máscara de la muerte rojaTú eres el hombreLa incomparable aventura de un tal Hans Pfall
la ciencia-ficción de edgar allan poe (libro)
Integran este volumen una selección de los mejores relatos de anticipación y de misterio de Edgar Allan Poe, precedente del género de ciencia-ficción, creador, en la primera mitad del siglo XIX de un mundo delirante de fantasía, humor y paradoja. Historias maravillosas u horrendas, antecedente directo de algunas de las Corrientes más fecundas de la literatura de nuestro siglo, desde el simbolismo al surrealismo. La indagación abismal en el mundo pavoroso de lo inexplicable se concreta en estas historias desconcertantes, profundamente líricas, muchas de las cuales conservan toda su fuerza alucinante y constituyen sin duda una de las cumbres de la creación fantástica.
la narración de a. gordon pym (ilustrado) (libro)
La única novela de Edgar Allan Poe, que tantos y tan hermosos cuentos escribió, es un verdadero friso de atrocidades: a un ritmo vertiginoso, en una atmósfera agobiante, se suceden naufragios, tempestades, escenas de hambre y canibalismo, matanzas, gritos, silencios opresores… En estas páginas obsesivas, recargadas, barrocas, no hay un momento de respiro para el lector, que se ve literalmente asediado —y acaso también fascinado— por la destrucción y la muerte que rezuman. Y no menos sorprendente es ese misterioso final en que aparece la inesperada figura velada, indescriptible, que tenía «la perfecta blancura de la nieve».
la trilogía dupin (libro)
Descrito por Matthew Pearl, autor de La sombra de Poe, como «un investigador excéntrico y genial», y por Arthur Conan Doyle como «el mejor detective de ficción», C. Auguste Dupin es uno de los personajes más célebres de la literatura universal. La trilogía Dupin contiene los tres únicos cuentos protagonizados por Dupin, tres relatos insólitos en la producción literaria de Edgar Allan Poe. En «Los crímenes de la calle Morgue», «El misterio de Marie Rogêt» y «La carta robada», el sagaz investigador que sirvió de modelo a Sherlock Holmes y Hércules Poirot demuestra su brillante inteligencia deductiva. Un despliegue de talento que adquiere toda su dimensión en la excelente traducción de Julio Cortázar.
los casos de monsieur dupin (libro)
Los casos de Monsieur Dupin reúnen en un mismo volumen las tres historias del genial detective salidas de la pluma de Poe: Los crímenes de la rue Morgue, El misterio de Marie Rogêt y La carta robada.Dupin inaugura dentro de la literatura el tema policial, el tema del detective casi siempre «amateur», y cuya intervención en los sucesos permite multiplicar pistas y sospechosos y del asesino cuya identidad no llega a descubrirse hasta el final de la historia, dos figuras que libran una lucha a muerte por el dominio de la escena.Dupin es el prototipo de una serie de detectives privados que incluye a Sherlock Holmes y su Watson, Martin Hewit y su Brett, Poirot y su capitán Hastings.El volumen se completa con los otros dos únicos relatos de misterio de Poe, Tú eres el hombre y El escarabajo de oro, uno de sus relatos más logrados.«Los crímenes de la rue Morgue» constituye por sí mismo un manual casi completo de teoría y práctica detectivesca. DOROTHY L. SAYERS
los crímenes de la calle morgue (libro)
Los crímenes de la calle Morgue es considerado como el punto de partida de los cuentos de detectives. Poe recibió por este relato un pago inusual para la época. Dupin, el protagonista de la historia, demuestra aquí su capacidad para la observación y el razonamiento lógico de una manera extraordinaria y poética.
los extraordinarios casos de monsieur dupin (libro)
Los relatos de Edgar Allan Poe no son pirotecnia literaria y su vigencia necesita ser reivindicada, redescubierta diría yo, espabilando la memoria, como en su día lo fue por Charles Baudelaire, su hermano francés, que nos reveló el abismo de su mirada. Una mirada compartida por ambos. Basta confrontar sus retratos. Baudelaire se reconoció en Poe como en un espejo. Y de él nos habla como de un sí mismo y nos dice las cosas que de sí mismo hubiera querido oír. Proclama su amor a la belleza y el genio muy especial que le permite abordar, de forma impecable e implacable, terrible por consiguiente, la excepción en el orden moral. Y lo exalta como el mejor escritor que jamás haya conocido. No exagera. Disfrutemos de la lectura de estos cuentos de Edgar Allan Poe para sentirnos en inquietante y honrada compañía.
manuscrito hallado en una botella (libro)
Con Poe nacería el terror como género, fruto de sus obsesiones y de su corta vida errante. Transmutó el gótico alemán utilizando las claves del Romanticismo, anticipándose un siglo a los miedos y a los deseos más íntimos del hombre moderno. Las maldiciones ancestrales, las fuerzas ingentes y desatadas de la naturaleza, son elementos con los que el autor tratará de contagiar al lector para enfrentarlo al pavor de sus miedos más profundos. Edgar Allan Poe nos lega una obra inmortal, catálogo de sus propios terrores, pero muestra, además, el fino hilo que separa la realidad de la locura. El manuscrito hallado en una botella de Edgar Allan Poe es una historia de terror y suspenso, donde un joven sorteará toda suerte de dificultades, en una travesía sobre los mares asiáticos que le depararán primero, una terrible tempestad, donde salva su vida de milagro. Luego será un choque con otro barco, de grandes dimensiones lo que lo lleva a formar parte de la tripulación de ese extraño navío, formado por personas que parecen ignorarlo. Describe el barco con minuciosidad y tecnicismo, lo mismo que sus emociones. Se trata de una persona racional y escéptica que debió reconocer la existencia de sucesos fantasmagóricos. Esos seres indiferentes y de edad avanzada, despiertan el miedo y la curiosidad del narrador, que presiente el trágico desenlace.
narración de arthur gordon pym (libro)
Probablemente, «Narracion de Arthur Gordon Pym» es la obra de Edgar Allan Poe (1809-1849) que ha suscitado valoraciones más dispares. Los surrealistas han hablado con gran estima de la eficacia evocativa de sus elementos inconscientes (por los que se ha interesado también el psicoanálisis) y los aficionados al realismo mágico elogian tanto el encadenamiento de aventuras que aparecen en la superficie como la corriente subterránea, alegórica y extraña, que las transporta. En cuanto a la abrupta conclusión de la historia, lo más probable es que sea una exigencia de la propia trama; a las puertas del gran misterio, el narrador se ve obligado a callar. «Y este silencio —concluye Julio Cortázar, traductor y prologuista de esta edición— tiñe todo el libro con un horror sagrado, insinúa un sentido ambiguo en cada escena anterior, enriquece misteriosamente el relato y a la vez lo desnuda de su fácil truculencia para dejar entrever detrás de esas matanzas, ese canibalismo, esa exhibición de cadáveres descompuestos, un signo profundo de hombre en lucha consigo mismo o con el destino».
narraciones extraordinarias (libro)
Las narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe constituyen la parte más conocida de su obra. El cine y la televisión han explotado, no siempre con fortuna, lo que en Poe hay de misterioso y hasta terrorífico, dejando de lado la intensidad, el pulso y ese acento de campana gigantesca que suponen los valores primordiales de una obra concentrada y personalísima, en la cual lo humano se eleva por caminos pavorosos a tensiones muy superiores a su contenido melodramático. Como si la vida, con su fundamento de terrores y sombras, necesitase ser penetrada por su autor, preocupado por alumbrar inéditos caminos con sus descubrimientos.
narrativa completa (trad. julio gómez de la serna) (libro)
Narrativa completa ofrece una oportunidad estupenda para sumergirse en la obra de un escritor que décadas después sigue mostrando su genialidad en sus múltiples facetas. A los que, como uno, no conozcan en profundidad la obra breve de Edgar Allan Poe. Poe, replanteó la creación literaria desde la premeditación calculada y su capacidad para la elaboración de atmósferas y para bucear en los mecanismos mentales que generan el efecto del terror. Su escritura despreció por igual la improvisación y el didactismo, la temática moralizadora y el descuido técnico. Sus textos teóricos y sus relatos siguen siendo hoy un referente modélico para los aprendices de escritores y para los narradores de oficio acreditado. Recomendable su lectura, pues Poe no defrauda. Entre sus relatos hay momentos de una genialidad indudable, y el nivel de su literatura está a la altura de los más grandes clásicos.
poemas (libro)
Conocido por sus cuentos, novelas y ensayos filosóficos, Edgar Allan Poe es fundamentalmente un poeta. Para Poe, un poema es el producto de la combinación de una intuición pura y de la elección consciente, minuciosamente calculada, de los elementos que lo componen. La producción poética de Poe se destaca por su impecable construcción literaria y por sus ritmos y temas obsesivos. Su obra refleja la influencia de poetas ingleses como Milton, Keats, Shelley y Coleridge, y su interés romántico por lo oculto y lo diabólico, al estilo del español Gustavo Adolfo Bécquer.Este volumen recoge toda la obra poética de este genial autor, donde es posible reconocer la más exquisita fibra del romanticismo. La melancolía, el amor etéreo, las ruinas prodigiosas, el eco de los muertos, son algunos de los motivos que salpican estas páginas donde el arrebato ofrece su más intenso misterio.
poesía completa (libro)
Esta edición de la Poesía Completa de Edgar A. Poe pretende estar por primera vez en nuestro idioma a la altura de lo que el genial creador norteamericano se merece. Basada en la edición crítica de Floyd Stovall, recoge por primera vez en España la totalidad de su obra lírica, en inglés y en castellano, incorporando poemas que nunca habían sido traducidos, tanto los publicados y firmados por el propio Poe, como los atribuidos al poeta por los especialistas norteamericanos. Y todo ello en una traducción de gran fidelidad, que corrige y supera las frecuentes deficiencias de las versiones que hasta ahora circulaban.