Literatura de elisa victoria
el quicio (libro)
Tiene trece años. Un día acabó Primaria con la promesa de reencontrarse con su pandilla, pero a la vuelta del verano no volvió a saber de ellos. Ahora quedan, fuman, visten rar
vozdevieja (libro)
Tiene nueve años. Su nombre es Marina, pero en el cole la llaman Vozdevieja. Este verano en Sevilla, el primero después de la Expo del 92, es tan largo y tan seco que ella no s
el quicio (libro)
Tiene trece años. Un día acabó Primaria con la promesa de reencontrarse con su pandilla, pero a la vuelta del verano no volvió a saber de ellos. Ahora quedan, fuman, visten raro y se comportan aún peor. No ha llegado a tiempo al cambio. A veces, saca los muñecos, pero los esconde rápido debajo de la cama. También se mira al espejo, y se pregunta si alguien, algún día, querrá darle un beso. Y observa, siempre, incesantemente, mientras se apoya en el quicio de la ventana, que se le clava en la piel, a la vecina de enfrente, al otro lado de la calle, tan mayor y tan guapa y tan rebelde. Hoy la pandilla le ha dejado caer que dé una vuelta con ellos. A lo mejor todo vuelve a ser normal. Quiere ir, pero no sabe qué ponerse, ni cómo hacer que no le suden las axilas, ni cómo disimular que es la tarde que más vértigo le da de su vida. La primera novela ilustrada de Elisa Victoria describe con sencillez cada una de las dudas que conforman la preadolescencia. Un retrato bellísimo del crecimiento, la incomprensión y los momentos decisivos.
vozdevieja (libro)
Tiene nueve años. Su nombre es Marina, pero en el cole la llaman Vozdevieja. Este verano en Sevilla, el primero después de la Expo del 92, es tan largo y tan seco que ella no sabe si llorar o reír. Si quiere que todo cambie o que todo siga igual. Porque aún juega con muñecas Chabel pero ya mira revistas para adultos. Porque su madre está enferma y ella ya se imagina en un convento rodeada de huerfanitas. Porque todo el mundo, también su padre, insiste en desaparecer. Porque su mejor amiga es su abuela, quien le guisa, la peina, se deja cortar esas uñas como alacranes, le cuenta su amor por Felipe González, le dice tranquila, le enseña nuevos tacos, le cose vestidos de flores. Luego sale y esos vestidos le molestan tanto como si fueran de lija. Y aun así, Marina siempre tiene hambre: de vida, y de filetes empanados. Una voz única, tierna, lírica y divertidísima.