Tras unos pocos segundos de observación, Fidel comprobó que la parte en sombra del planeta no presentaba ningún tipo de iluminación artificial, manteniéndose el mundo en completa oscuridad. Este hecho por sí solo no implicaba que los habitantes de Saalhim no contaran con una civilización avanzada; podían haberse recluido en ciudades subterráneas y de ese modo no ser visibles desde el espacio, pero era mejor eso, que descubrir un mundo intensamente iluminado y probablemente muy civilizado y con toda probabilidad armado. Sobre todo si seguía gobernado por el híbrido de Bartpur y Nahumita Assed, deseoso de extender su poder al universo entero.

El destructor Gernika flotaba suavemente a un metro del suelo, junto a una miríada de nuevos destructores recién salidos de los astilleros. Sujeto como se hallaba al suelo por medio de anclajes electromagnéticos semejaba un enorme globo de color negro de más de cien metros de eslora. Su forma hidrodinámica parecía haber sido diseñada más para navegar bajo el mar que para surcar los cielos, y su aspecto similar a un tiburón se veía acentuado por la enorme boca armada de dientes largos y afilados que decoraba su proa.

Poco a poco se había ido reuniendo un nutrido grupo de militares y curiosos frente a la puerta de la cámara de derrota del Isla de Borneo. En el ambiente se palpaba la tensión que se había ido acumulando en la tripulación desde que la flotilla redentora hiciera su entrada en el recién descubierto sistema solar. El mutismo impuesto por parte del almirantazgo no había contribuido a relajar los ánimos del personal, temerosos de que nuevamente sus esperanzas de hallar un hogar para los exiliados Redentores finalizasen en decepción.