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Literatura de jim murray
arreglo de cuentas (libro)
Ella, tan alta como él, debido a los tacones inverosímiles, lucía una catarata de cabellos en desplome hasta los hombros. Se cimbreaba al avanzar, mostrando una figura hecha de
bajos fondos (libro)
Casi podía alcanzarlo con la mano, y no lo hizo porque la acción resultaba infantil y baldía. Elsa Cameron se echó a reír. Tuvo idea de retrucar el calificativo, porque tenía a
cara es la victoria (libro)
Lil Montrose, al volante de su «Roadster», notaba los efectos del furioso estío. Lejos divisó un nubarrón amarillento, cerniéndose a ras de tierra entre el valle y su camino. U
doble enigma (libro)
UNA vez que Henry Vanderlug decidió formar parte de la alta sociedad británica trabajó por lograrlo con el mismo ímpetu que le había permitido crear la «Vanderlug Forniture Cor
la huella delatora (libro)
DEBE usted casarse, Templeton! Es inhumano tener a una mujercita, durante años, con la miel en los labios. —Váyanse a Grecia en viaje de bodas. ¡Seguro que a su novia le gusta
la ley del talion (libro)
MÍSTER Stevens: le llaman de Dallas por el aparato infernal… El que habló era un muchacho pecoso, de unos quince años, cuya pelambrera rojiza parecía consumirle en fuego frío.
legión extranjera (libro)
ARROJADO a tierra como un guiñapo, Alan Curtis contemplaba con ojos vidriosos su botella de ajenjo. Apenas contenía ya licor, y la hora problemática de pagar se aproximaba. Más
pólvora en la sangre (libro)
Alice Dumpter llegó, desde su estancia Colina Alta, hasta Pioneer. No detuvo al “sulky” junto al comercio de Hensen, como pensó en un principio: Jason Cramer, dueño de La Flech
arreglo de cuentas (libro)
Ella, tan alta como él, debido a los tacones inverosímiles, lucía una catarata de cabellos en desplome hasta los hombros. Se cimbreaba al avanzar, mostrando una figura hecha de plenitudes y estrecheces, y aunque la boca de su falda era más exigua que la de los pantalones de Rock, andaba maravillosamente. Daba impresión de brío y de fragilidad a la vez. Disney era sólo masa; músculos restallando bajo la sencillez de un traje de sarga azul. Cuadrado de la cabeza a los talones, no había en su atuendo un detalle de elegancia.
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bajos fondos (libro)
Casi podía alcanzarlo con la mano, y no lo hizo porque la acción resultaba infantil y baldía. Elsa Cameron se echó a reír. Tuvo idea de retrucar el calificativo, porque tenía ante sí a uno de los hombres impermeables al vicio genérico en los Estados Unidos: la afectación. Estar junto a Dick causaba la impresión de hallarse ante un crío desarrollado extraordinariamente, que conservase las más puras cualidades de la niñez.
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cara es la victoria (libro)
Lil Montrose, al volante de su «Roadster», notaba los efectos del furioso estío. Lejos divisó un nubarrón amarillento, cerniéndose a ras de tierra entre el valle y su camino. Una milla más y se sumergió en la masa de polvo que hacía irrespirable la atmósfera. Cruzado en medio de la ruta, como interceptándola, vio a un jinete montado en un caballo pinto, vuelto de espaldas, Lil dominó su mal humor —al frenar y exponerse a aquel caos de inmundicia—, contemplando fascinada el magnífico espectáculo. Centenares de cabezas de ganado, mugiendo, irritadas por el calor, cruzaban la carretera, levantando oleadas de tierra tamizada. Era una bella estampa de color: un rebaño inmenso dominado y encauzado por el coloso que se mantenía en pie sobre el estribo. El hombre —al que Lil aún no había visto la cara— vestía el traje típico de «cowboy»: pantalón de dril embutido en recias botas, chaleco de pana verde y una camisa multicolor. Tenía en la mano una fusta, que hacía silbar sobre su cabeza y parecía absorto en su tarea.
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doble enigma (libro)
UNA vez que Henry Vanderlug decidió formar parte de la alta sociedad británica trabajó por lograrlo con el mismo ímpetu que le había permitido crear la «Vanderlug Forniture Corporation», una de las industrias más poderosas de Norteamérica. Si el cincuentón se había enriquecido en los Estados Unidos, su ilusión era entroncar con la aristocracia inglesa. No perdonó medio ni sacrificio alguno, y empleó más de veinte millones de dólares en vivir con un lujo extraordinario. ¡No era mala propaganda en una Britania en crisis!
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la huella delatora (libro)
DEBE usted casarse, Templeton! Es inhumano tener a una mujercita, durante años, con la miel en los labios. —Váyanse a Grecia en viaje de bodas. ¡Seguro que a su novia le gusta la belleza clásica! El «G-man» abrió los ojos como platos. Las frases incitadoras, que halagaban en lo más íntimo su ilusión, hubieran sido recibidas placenteramente con chirigotas en cualquier otro sitio; pero allí, en el solemne despacho federal y pronunciadas por sus jefes, le dejaron el regusto de una medicina.
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la ley del talion (libro)
MÍSTER Stevens: le llaman de Dallas por el aparato infernal… El que habló era un muchacho pecoso, de unos quince años, cuya pelambrera rojiza parecía consumirle en fuego frío. Con un breve saludo se alejó de la habitación donde estaban dos hombres cabildeando. El joven abogado pidió excusas a su jefe por el hecho de ausentarse. Los teléfonos no suelen esperar, y en aquellos días de principio de siglo tenían el carácter imperativo de cosa mágica. —Tiene que ser cosa de mi padre —aclaró—; pero no sé qué puede ocurrirle, para no utilizar el correo, ¡O el telégrafo! Salió, y en el cuarto inmediato se puso un largo auricular junto al oído. Experimentó al hacerlo cierto temor, vagamente supersticioso.
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legión extranjera (libro)
ARROJADO a tierra como un guiñapo, Alan Curtis contemplaba con ojos vidriosos su botella de ajenjo. Apenas contenía ya licor, y la hora problemática de pagar se aproximaba. Más pronto o más tardé, la zaragata era inevitable, y lo que el joven rubio buscaba era un pretexto plausible para ella. La mecha que acercase yesca al polvorín de sus planes. Alrededor, distribuidos por las distintas mesas de la taberna, había varios europeos. Abundaban allí, pese a hallarse en África, sobrepasando a los nativos; y estaban todos ellos igualados por el uniforme y el sudor, por el hastío. Sin duda buscaban, por distinto camino que Alan, el medio de desentumecer sus músculos con un alarde de acometividad.
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pólvora en la sangre (libro)
Alice Dumpter llegó, desde su estancia Colina Alta, hasta Pioneer. No detuvo al “sulky” junto al comercio de Hensen, como pensó en un principio: Jason Cramer, dueño de La Flecha, se encontraba a muy corta distancia. Si había alguna persona en la población con la que Alice no deseaba conversar, era con su vecino.
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