Cómprame un café
Autores
Literatura de josé de siles
caridad del bronce (libro)
Episodio de la vida militar Cuento decadentista y misántropo protagonizado por un cañón de artillería.
crueldades de la fortuna (libro)
Cuento donde se contraponen la riqueza material y la felicidad en la salud.
el conjuro (libro)
Cuento donde un estudiante que busca su felicidad invoca los favores del diablo.
el disfraz (libro)
Cuento de carnaval donde un matrimonio acabado vuelve a encontrar el amor perdido gracias al disfraz.
el fondo del vaso (libro)
Brevísimo cuento que metaforiza la imposible sed idealista del hombre.
el lobo y la oveja (libro)
Cuento que subraya la temeridad de confiar en un lobo para cuidar a las ovejas o en un tenorio para cuidar de una esposa.
el palacio encantado (libro)
Cuento que ratifica que la plena felicidad solo puede ser fruto de la locura.
el tocador de guitarra (libro)
Cuento donde un hombre supera las penas gracias a su guitarra.
el vaso de arcilla (libro)
Cuento donde un vaso de arcilla relata el devenir de su existencia.
hijo de viuda (libro)
Cuento donde una familia pobre hace frente a la selección de su hijo para ingreso forzoso en el ejército.
la batalla de los árboles (libro)
Cuento que plantea la venganza de la naturaleza sobre un grupo de paradójicos reformadores sociales.
la carrera del mundo (libro)
Cuento donde las experiencias de dos hermanos demuestran que el éxito se alcanza antes por la vanidad que por el mérito.
la conquista del marido (libro)
Cuento donde una joven esposa debe recurrir a una estratagema para conquistar a su indolente marido.
la novia de luzbel (libro)
Cuento donde un bandolero, incapaz de obtener su redención en el amor, acaba encontrándola en la muerte.
la piedad del mármol (libro)
Cuento donde el mármol se demuestra más compasivo que los hombres.
la riqueza del pobre (libro)
Cuento que destaca la riqueza de quienes comulgan desde el amor con la naturaleza.
la última aventura (libro)
Relato que narra la última aventura del seductor don Juan.
las camareras de café (libro)
Cuento que plantea los problemas de la mujer para su emancipación.
los ojos de cera (libro)
Cuento que explora los límites del remordimiento de una marquesa ante la enfermedad de su hija.
muerte (libro)
Breve cuento donde, adulterio mediante, la muerte pasa de odiosa a placentera.
oro escondido (libro)
Cuento donde una joven en busca del amor conyugal esconde su fortuna para evitar el materialismo.
oro escondido (relato)
Había llegado a la edad en que se piensa en el matrimonio; en que la idea de un marido es una idea constante, enorme, que parece llenar todo el cerebro. A cada momento se esper
regalo de la boda (libro)
Cuento que narra el fracaso del sentimiento ante el empuje de lo material.
un piano de erard (libro)
Cuento que, a partir del extraño caso de un piano, plantea la perennidad de las costumbres inveteradas de lo humano.
¡aleluya! (libro)
Breve cuento que da muestra de la insolidaridad e hipocresía humanas en el contexto festivo del fin de la peste.
caridad del bronce (libro)
Episodio de la vida militar Cuento decadentista y misántropo protagonizado por un cañón de artillería.
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crueldades de la fortuna (libro)
Cuento donde se contraponen la riqueza material y la felicidad en la salud.
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el conjuro (libro)
Cuento donde un estudiante que busca su felicidad invoca los favores del diablo.
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el disfraz (libro)
Cuento de carnaval donde un matrimonio acabado vuelve a encontrar el amor perdido gracias al disfraz.
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el fondo del vaso (libro)
Brevísimo cuento que metaforiza la imposible sed idealista del hombre.
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el lobo y la oveja (libro)
Cuento que subraya la temeridad de confiar en un lobo para cuidar a las ovejas o en un tenorio para cuidar de una esposa.
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el palacio encantado (libro)
Cuento que ratifica que la plena felicidad solo puede ser fruto de la locura.
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el tocador de guitarra (libro)
Cuento donde un hombre supera las penas gracias a su guitarra.
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el vaso de arcilla (libro)
Cuento donde un vaso de arcilla relata el devenir de su existencia.
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hijo de viuda (libro)
Cuento donde una familia pobre hace frente a la selección de su hijo para ingreso forzoso en el ejército.
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la batalla de los árboles (libro)
Cuento que plantea la venganza de la naturaleza sobre un grupo de paradójicos reformadores sociales.
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la carrera del mundo (libro)
Cuento donde las experiencias de dos hermanos demuestran que el éxito se alcanza antes por la vanidad que por el mérito.
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la conquista del marido (libro)
Cuento donde una joven esposa debe recurrir a una estratagema para conquistar a su indolente marido.
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la novia de luzbel (libro)
Cuento donde un bandolero, incapaz de obtener su redención en el amor, acaba encontrándola en la muerte.
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la piedad del mármol (libro)
Cuento donde el mármol se demuestra más compasivo que los hombres.
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la riqueza del pobre (libro)
Cuento que destaca la riqueza de quienes comulgan desde el amor con la naturaleza.
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la última aventura (libro)
Relato que narra la última aventura del seductor don Juan.
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las camareras de café (libro)
Cuento que plantea los problemas de la mujer para su emancipación.
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los ojos de cera (libro)
Cuento que explora los límites del remordimiento de una marquesa ante la enfermedad de su hija.
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muerte (libro)
Breve cuento donde, adulterio mediante, la muerte pasa de odiosa a placentera.
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oro escondido (relato)
Había llegado a la edad en que se piensa en el matrimonio; en que la idea de un marido es una idea constante, enorme, que parece llenar todo el cerebro. A cada momento se espera que llame a la puerta quien ha de pedir la mano de la impaciente soltera. Todo mozo gallardo es un personaje importante en el idilio que la muchacha casadera hace y deshace sin cesar en su fantasía. Un novio es entonces un dios.
Inés acababa de salir del convento, donde estuvo recibiendo educación durante la última época de su adolescencia. Contaba dieciocho años; era huérfana, y estaba a cargo y bajo la dirección de un tío suyo, hermano de su padre, D. Pedro Barreto, propietario de una gran fábrica de camas de hierro. Era el D. Pedro un hombre que parecía haber reñido con toda cosa que no se relacionara con su industria. Teníala montada siempre con arreglo a los mejores y más modernos inventos. Su sueño era ser el primer fabricante de camas del mundo.
Su sobrina, con todo, ocupaba un lugar no pequeño en su corazón. Habíala tenido en sus brazos, cuando niña; había enjugado sus lágrimas a la muerte de sus padres; y cuidó de ella en su orfandad con un celo, algo rudo quizás, pero de resultados provechosos para la muchacha. El afecto que sentía D. Pedro por Inés no tenía nada, justo es decirlo, del amor egoísta, de miras previsoras e interesadas de un tutor hacia su pupila. En la vida de Barreto, consagrada al trabajo, faltaban las sonrisas y las flores. La compañía de su sobrina ponía a su lado la alegría y el encanto. Esto era todo.
Era viejo, y creía remozarse cuando clavaba su mirada debilitada en los ojos, de un fulgor vivísimo y puro, de Inés. Esta era una joven dotada escasamente de prendas físicas; en cambio poseía esas preciosas cualidades morales que, si no seducen, desde luego forman la mujer seria, de ternuras íntimas, capaz de todos los sacrificios, tesoro inagotable de amor. Su rostro tenía una expresión de bondad suma. Sobrábale alma para compensar las faltas de su cuerpo.
En las horas silenciosas del convento, había hecho un estudio profundo de sí misma. Sentía, con una fuerza inmensa, la necesidad de amar y ser amada. Pero no se le ocultaba que el amor nace casi siempre ante el hallazgo de una cara bonita. Ella carecía de esos atractivos repentinos, que hieren el corazón del hombre como un rayo. Era preciso que la trataran; que quien pretendiera ser su marido fuera un sagaz observador.
Nadie entraba en casa de su tío. La gente que iba a hablar con D. Pedro quedábase abajo, en las oficinas, y seguramente que conversaría de todo menos de lo que interesaba a Inés. Solo algunos domingos subía a comer con ellos uno de los empleados de la fábrica, Andrés Suárez, quien tampoco profería otras palabras que no se refirieran a la industria de Barreto. Verdad es que, cuando el servicio de la comida sufría interrupción, en el intervalo de un plato a otro, las miradas de Suárez y de Inés se encontraban, pero sin decirse nada. Cuando bajaban la vista, permanecían callados, como sobrecogidos de una meditación sobre algo inexplicable.
¿En qué pensarían?
No veía Inés en Suárez un mal esposo. Era un muchacho, nacido en cuna modesta; pero criado en medio de una familia donde todo sentimiento bueno era cultivado con esmero. Desde niño había sentido Suárez su pecho ocupado por un corazón que palpitaba con todo afecto noble. Ya hombre, la aridez de su trabajo, la terrible lucha por la existencia, solo vencida por el heroísmo oscuro de la paciencia, no habían arrancado de su alma las hermosas flores de la primera edad. Podía ser, pues, un excelente marido. No se le había conocido ningún amor pasajero, de esos que brillan y queman un momento, como el paso de un rayo, pero que dejan eternas huellas de remordimientos en la memoria.
La mujer de un hombre así no podía tener celos ni aun de las sombras del pasado.
Inés se aburría enormemente en casa de su tío. Su voz no tenía otra voz con que establecer esos diálogos de gozosas intimidades, para los que el alma parece encontrar palabras nuevas. Casi todo el día estaba sola: cortado momentáneamente su aislamiento por alguna criada que entraba en su habitación a pedirle instrucciones caseras, acertada inspiración sobre cualquier faena doméstica de práctica difícil. Desde su sillita de labor, colocada cerca de la ventana, resolvía la joven los conflictos de la vida del hogar, sometidos a su fallo siempre discreto, siempre atinado, pero traducido en un acento de invencible fastidio.
Muchas veces pensaba, viendo que sus esperanzas de matrimonio caminaban sin llegar nunca a su término, que debía volver al convento. Allí, a lo menos, tenía amigas, distracciones, deberes, tal vez de penoso cumplimiento, pero que, por lo mismo, ataban las alas a los sueños mundanos. Bien es verdad que allí no podía tener realidad el fantasma del hombre amado, bajo la vigilancia de inflexibles devotas, entre los gruesos muros que rodeaban los patios, detrás de las celosías, desde donde solo se veían las nubes, en las estrechas celdas, cerradas a todo lo que no fuese cosa divina.
Inés estimaba —hay que declararlo—, como el mejor don del cielo, un marido. No quería, sin embargo, ser esposa, por vanidad, por afán pecaminoso, por anhelos de libertades mal entendidas. No era para ella el esposo un salvoconducto de la mujer que recorre sola las calles, que asiste al teatro, que concurre al salón, centro deslumbrador de una fiesta. Deseaba únicamente amar y ser amada. Pretensión humilde en la apariencia, pero, en el fondo, de logro dificilísimo.
—Tío —dijo un día a D. Pedro Barreto—; ¿por qué no me lleva V. a los bailes? Amigos tenemos que nos recibirían con placer en sus salones.
El industrial no contestó inmediatamente a su sobrina. Pensó mucho la respuesta. No adivinaba que entre las vueltas de un vals se pudiera ultimar ningún negocio. Antes, las diversiones del llamado gran mundo le exasperaban, ponían en sus labios frases de reproche. Vamos a ver: ¿de qué sirve aquel girar vertiginoso de parejas, durante las cuatro horas mejores de la noche, deslizando aéreamente los pies sobre la alfombra, bajo un torrente de luz de bujías, de reflejos de lunas venecianas, en medio de un raudal de notas, diablescamente enlazadas, moviendo los cuerpos en compases de delirio, en marchas de locura? Afortunadamente en las recepciones hay también, fuera de la sala de baile por donde revolotea con sus alas de mariposa la juventud, deliciosos rincones en que la vejez pasa agradablemente el tiempo. Don Pedro encontró en el whist su salvación. Mientras danzaba Inés, él jugaría. Después de todo, en el juego es posible obtener ganancias, aumentos de capital; hasta allí puede prolongarse una industria.
Consintió, pues, el viejo en la petición de la muchacha.
Inés fue presentada en casa de una marquesa de reciente alcurnia, propietaria de inmensas dehesas, de dilatados bosques, cuya leña, convertida en carbón, había llegado, después de largo y encarnizado trajín, a dorar un título nobiliario. En el hotel de esta dama dábanse cita los pollos y señoritos a caza de dote. La música de los violines sonaba a trompeteo de órgano; las flores olían a incienso; los cupidillos de los frescos del techo parecían ángeles. A cada momento se esperaba ver salir un sacerdote echando bendiciones. Era aquello como una sucursal de la Vicaría.
También allí empezó a aburrirse hasta el bostezo la sobrina del fabricante de camas. Como no se había presentado en forma de una imagen de altar, rodeada de una aureola de riqueza, parecía como excluida de aquella bolsa de matrimonio. No escogió galas para adornar su modestísima persona. Así nadie la sacaba a bailar. Solo en las cuadrillas era invitada, por cortesía, para llenar un hueco con su figura. Estaba furiosa. El baile había sido su tribunal supremo. Evidentemente se hallaba condenada a soltería perpetua.
En esto, presentose una noche en el hotel Andrés Suárez.
¿Qué es lo que tocaba la orquesta?
Una polca.
—Inés, ¿quiere V. bailarla? —dijo Suárez a la sobrina de Barreto.
La joven dijo que sí; que sí dijo también en el vals siguiente, y en la polca que vino luego, y en todos los bailes que formaban el programa.
¡Gracias a Dios! Por lo visto, Inés no era ya la pareja de la cortesía. El amor más tenaz, más invariable, le había ceñido del talle, habíale dicho palabras, de esas que solo se confían al oído, al son de las armoniosas inspiraciones de Metra.
El matrimonio de Inés y Suárez se verificó un sábado. No hubo viaje de recreo. El empleado de la fábrica de camas no tenía ahorros que compraran ocho días de fonda en Granada.
Al lunes siguiente, a las siete de la mañana, se levantaba el marido arrancándose con la pesadumbre que podréis figuraros, de los brazos de su nueva esposa.
Se disponía a bajar a la oficina de casa de Barreto. El tío habíase opuesto a aquel enlace; pero cedió ante la firmeza férrea de Inés. Estaba decidido, pues, a ser intolerante con su pariente y subordinado.
—¿A dónde vas? —preguntó a Suárez su mujer.
—¡Al trabajo! —respondió él tristemente—. No hay otro remedio. Somos pobres. Y ahora tengo precisión de doblar mis esfuerzos; estoy casado.
—¡Bah!, no te apures. Yo nada necesito —le dijo Inés con acento misterioso y dulce.
—¿Cómo?
—Sí; poseo millón y medio. No quería decirte nada, porque deseaba saber positivamente que era amada. Estoy cierta de ello. Sé que mi maridito me adora. Ahora puedo premiar su sacrificio, sin temor de recoger ingratitud. ¿No es verdad que me perdonas?
Andrés creyó que estaba loca su mujer. Pero, en fin, se convenció de que era una verdad agradabilísima y cierta la revelación de Inés.
Aquella mujer había tenido secreta su fortuna, sin pensar en su valor propio. Pero ella misma, ¿no era también oro escondido?
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oro escondido (libro)
Cuento donde una joven en busca del amor conyugal esconde su fortuna para evitar el materialismo.
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regalo de la boda (libro)
Cuento que narra el fracaso del sentimiento ante el empuje de lo material.
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un piano de erard (libro)
Cuento que, a partir del extraño caso de un piano, plantea la perennidad de las costumbres inveteradas de lo humano.
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¡aleluya! (libro)
Breve cuento que da muestra de la insolidaridad e hipocresía humanas en el contexto festivo del fin de la peste.
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