Reiner pasa unas vacaciones con Laurence en una isla griega, pero pronto ve que no todo va a ser tan tranquilo como hubieran deseado… '—Itakos está dominada por un hombre al que no conozco; es el amo y señor. No tengo la menor idea de quién es ni de qué hace. Pero posee una peligrosa organización que debe de controlar a todos los habitantes, sobre los que reina por medio del terror. »La llegada de cualquier extranjero es estrechamente vigilada, y los que entran en contacto con ellos son asimismo vigilados. Los elementos poco seguros son eliminados… … —¿Y lo de las manos cortadas?'

El jefe de brigada, Cornier, descolgó el teléfono. No dijo ni una palabra, volvió la cabeza violentamente y se precipitó por las escaleras derribando dos sillas y un montón de carpetas. Cogió sin detenerse una pistola ametralladora y gritó a los hombres que estaban jugando a las cartas por los rincones de la habitación: 'A los coches, le han localizado, han localizado a Reiner!'

Sí, a Dolly, su papá, un multimillonario, la había educado con demasiados mimos. Kranson asesinó casi porque sí. El robusto escandinavo, cargador de muelle, no sabía quién podía estar interesado en arrancarle del mismo borde de la silla eléctrica. El refugiado cubano Carlos Vicente Bellavone está a punto de quebrar: su diario revolucionario carece de interés. No sabe por qué Reiner se fija en él. En esta historia, da la sensación de que nadie, excepto Reiner, adivine la clave que mueve todos los hilos: los dólares del padre de Dolly.

—No acepto —dijo Reiner Ella sonrió como una abuela astuta. —Ya sé lo que usted piensa de nosotras —dijo—. Nos considera una especie de gang de abuelitas octogenarias que de vez en cuando dejan sus labores para empuñar la Sten o el Mauser contra sus enemigos de antaño; pero le diré una cosa, apreciado amigo… Los nazis destrozaron mi vida: mátelos a todos. Reiner se volvió y tiró la colilla. La espalda encorvada de la anciana evocaba una pena sin nombre.

El radiólogo se quitó el delantal de plomo, los guantes, las gafas y se marchó como una raya siguiendo una regla. Reiner y el coronel se quedaron solos. —¿Cuál es esa solución? —Es muy sencillo: voy a quemar el cadáver. —¿Y el microfilm? —Los que lo prepararon tuvieron el cuidado de hacerlo totalmente incombustible; lo recuperaremos de entre las cenizas. Ese imbécil se ha equivocado sin duda; no sería capaz de hallar el hueso en una pierna de cordero. Le tendré al corriente. Reiner salió de la habitación con aire soñador: por aquel microfilm las grandes potencias estaban dispuestas a todo.

Presentación de un recién llegado al mundo tenebroso de los héroes policíacos: Reiner. Manifestaciones en las calles, el ejército cargando contra los guelguistas, la extrema izquierda organizando la guerrilla… ¿Por qué Carlos Bueyes, ministro del Interior, ha llamado a Reiner?