El caso, como suele suceder, es doble. Lo contrata primero una mujer que acaba de enviudar, cuya casa ha sido allanada y probablemente robada, y se da cuenta de que alguien la sigue. Resulta que su ahora difunto esposo tenía algunos amigos con los que, juntos, estaban involucrados en una aventura desagradable y uno de los amigos es decididamente antipático. Mientras aún trabaja en este caso, McGrath es contratado por un segundo cliente, que se dice, un espía, que intenta salir del frío y necesita un guardaespaldas. Resulta que el espía es bastante bueno con un arma él mismo, y McGrath se encuentra con un cadáver en sus manos y en un lío con la policía.

Un muerto en la bañera del baño del piso superior; la investigación de un viaje con LSD pone a McGrath en el camino hacia un complot de asesinato de un millón de dólares.

Otro día, otro muerto McGrath investiga el asesinato de una mujer lasciva en Kentucky—y revienta una red de robos en Nueva York.