Se supone que se la tengo que devolver a Tristan para cerrar el trato. Pero ahora, temo el día en que tenga que llevársela. ¿Podré hacerlo de verdad? Esta mujer no debería importarme. Nadie debería importarme, en realidad. Pero Bellissima me importa.

Cuando se me presentó la oportunidad de escapar, lo hice. Ahora estoy en Nueva York, intentando rehacer mi vida. A pesar de llevar un rastreador en el tobillo, Crow no ha venido a buscarme. Ni siquiera me ha llamado. Le confesé la profundidad de mis sentimientos, pero él los rechazó con crueldad. A lo mejor se ha olvidado de mí. Un día, vi los botones sobre la encimera al entrar en mi apartamento. Yo no los había dejado allí, y no había más que una explicación para su presencia. A lo mejor Crow no se había olvidado de mí, después de todo.

Tengo una deuda con él. Una gran deuda. Se puede pagar con dinero o con favores. Él sólo quiere una cosa. A mí. Toda acción obtiene una recompensa. Un botón. Cuando consiga llenar su frasco con trescientos sesenta y cinco botones, me dejará marchar. Dejará que me vaya. Pero tengo que ganarme todos y cada uno de ellos. Sometiéndome al hombre más oscuro, cruel y atractivo que he conocido nunca.

He iniciado una guerra entre clanes. Me he granjeado un enemigo formidable. Por una sola mujer. Fue una estupidez de decisión, pero no me arrepiento de nada. Porque Bellissima es mía por fin.

Me estoy dejando la piel para conseguir botones. Pero también los estoy entregando. Cuanto más me enamoro de Crow, más deseo que haga las cosas que yo quiero. Cenas, citas y noches en la playa. Todo tiene un precio, y la reserva de botones que tanto me he esforzado por conseguir disminuye con rapidez. ¿Se prolongará para siempre este tira y afloja? ¿O alguien se quedará sin botones antes?

Tristan es uno de mis mejores clientes. Siempre paga a tiempo, y siempre cumple su palabra. Pero esta vez, anda corto de efectivo. Necesita el envío ya, así que me ofrece un aval. Me presta a su esclava. Adelina. Ahora que Pearl y yo somos tan amigos, no puedo aceptar este tipo de intercambio. Está mal. Es inhumano. Pero ella me desea. Me doy cuenta. Y yo desde luego la deseo a ella. Botones y vergüenza está contado desde la perspectiva de Cane, pero Crow y Pearl tienen sus propios puntos de vista para desarrollar la historia general

Jopseh Ingram cometió el error de robarme… cuatro millones de dólares. Se llevó mi información sin pagar por ella. Y creyó que podría salirse con la suya. Ni hablar. Ahora es mi turno de arrebatarle algo; algo que sea irremplazable. A su hermana. Un aval. Y aunque Joseph me dará el doble de dinero que me debe, no se la devolveré. Tengo una imagen que mantener. Me la quedaré. Y no voy a entregarla.

No sé qué me hizo cambiar de parecer, pero algo lo hizo; no quise poner a London en manos de Bones. London es mía oficialmente. Es descarada, vehemente y sigue increpándome aun a pesar de estar bajo mi control. Y me encanta. Ahora tengo un trato con los hermanos Barsetti, Josephine sigue prendada de mí y la venganza está muy presente en mi mente. No sé qué hacer con London ahora que he decidido no matarla. Pero sin duda no voy a enamorarme de ella.

No sé qué me hizo cambiar de parecer, pero algo lo hizo; no quise poner a London en manos de Bones. London es mía oficialmente. Es descarada, vehemente y sigue increpándome aun a pesar de estar bajo mi control. Y me encanta. Ahora tengo un trato con los hermanos Barsetti, Josephine sigue prendada de mí y la venganza está muy presente en mi mente. No sé qué hacer con London ahora que he decidido no matarla. Pero sin duda no voy a enamorarme de ella.

Se han llevado a mi padre. Me llevarán a continuación a menos que cumpla con sus exigencias. Derribar al hombre más poderoso de Italia. Cato Marino. El hombre está acompañado por su equipo de seguridad a donde quiera que vaya. Su fuerte en la Toscana es impenetrable. Es el hombre más paranoico del país. Y no hay posibilidad para mí de poder derribarlo solo. Si quiero salvar a mi padre, solo tengo una opción. Meterme en la cama de Cato... y quedarme allí.