El cigarrillo había caído sobre uno de los pliegues de la chaqueta, en la abultada barriga del muerto y había chamuscado la tela. Vallon quitó la colilla que tanto afeaba el aspecto de su protector y jefe. Aquello no era lógico: el cigarrillo era inglés y el difunto sólo fumaba All American. Una colilla y cinco perfumes como pistas y barriles de alcohol como combustible, permitirán que Vallon ponga al descubierto un sucio caso de chantaje y asesinato.

¡Lemmy Caution está de vuelta! En un club nocturno se pone en contacto con un compañero agente para intercambiar información sobre una hermosa nena que el FBI tiene bajo observación. ¡Más tarde, Lemmy encuentra a su compañero agente asesinado y metido en un refrigerador! ¿Quién es la mujer misteriosa? ¿Es ella o sus amigos responsables del asesinato?

Nadie le pidió a Callaghan que investigara, simplemente lo hizo. Una seguro por 45.000 £, dos mujeres hermosas y posiblemente un suicidio fingido, estaban en juego. Y para él, esto era motivo más que suficiente. El detective privado Slim Callaghan no tenía cliente, pero su lema era «llegamos allí de alguna manera, y a quién diablos le importa cómo». Finalmente llegó y además consiguió un cliente. Un cliente exquisitamente hermoso…

«Los británicos, una vez que se quitan los guantes, una vez que se olvidan de jugar cricket, de ser caballeros ingleses, son las cosas más difíciles de la tierra», dice un agente de espionaje alemán a otro en Dark Duet. Y el problema con Michael Kane, el héroe de este thriller de espías, es que nunca juega cricket con espías nazis… A Michael Kane le gustaba, la excitación y el riesgo. A Ernest Guelvada también, pero él tenía razones más importantes para trabajar con Scotland Yard. Como refugiado belga, había visto como sus padres eran brutalmente asesinados por los nazis. Así que cada vez que la Sección Especial tenía un caso de espionaje particularmente difícil de resolver, soltaban a Kane y Guelvada, sin restricciones y sin preguntas.

Cuando Julia Wayles es secuestrada en los Estados Unidos y llevada a Inglaterra, el agente del O. F. I. (Oficina Federal de Investigaciones) Lemmy Caution se encuentra atrapado en una red de intrigas y espionaje internacional. Julia está siendo retenida por dos mafiosos estadounidenses, quienes pueden o no ser quienes dicen ser. Y como es habitual, son las damas en la historia las que distraen a Lemmy de los negocios.

Lemmy Caution, el agente nº 1 del FBI, haciéndose pasar por un gángster para infiltrarse en las redes mafiosas, descubre y debe enfrentarse a Siegella, un malhechor que planea el secuestro de Miranda Van Zelden, una joven y rica heredera.

Michael Kells es un agente secreto británico que vive en Francia y espera su próxima misión cuando se encuentra con una mujer hermosa, casi demasiado hermosa para ser verdad, que parece extraordinariamente interesada en él. Cuando finalmente tiene la oportunidad de acercarse sigilosamente a su lado, se sorprende un poco cuando ella incorpora la frase en clave actual en su conversación. 'Las damas no esperan'. Organizan una cita menos pública, pero Kells llega y encuentra muerto a su compañero agente.Siguiendo las pocas pistas que tiene, descubre vínculos con la desaparición de otro agente, un posible desertor alemán que ha estado trabajando para los rusos, un científico muy buscado y una agente letal que no se detendrá ante nada para conseguir lo que los rusos quieren.He aquí nuevamente a Peter Cheyney con lo mejor y más variado de su deslumbrante arsenal de tipos pintores­cos, damas y damiselas irresistibles, celadas, asesinatos, espías, contraes­pías... Ritmo vertiginoso, señorial desenfado, contagioso buen humor, todos los ingredientes típicos de los grandes relatos de Peter Cheyney están presentes en esta novela cuyos personajes y episodios parecen nacer fácilmente, como por arte de magia, de una inagotable caja de sorpresas.En una palabra: Peter Cheyney en su mejor forma.

El detective privado Nicky Gale no se encontraba satisfecho con la vida, pues, en cierta manera, el caso Ellerdene comenzaba a molestarle. No carecía de algunas ideas e hipótesis, pero, lo que no le gustaban precisamente eran aquellas ideas e hipótesis. En realidad, no había nada que le gustase…

BELLAMY se apeó del alto taburete, caminó con dificultad hasta la ventana y se quedó tambaleándose sobre los talones, contemplando la — nieve que cubría Conduit Street. El empleado del mostrador le mezcló un whisky con soda y se puso a sacar brillo al mostrador cromado. Bellamy se volvió y se apoyó en la ventana, mirando al empleado. Era alto, delgado y moreno. Parecía impecable, a pesar de que su traje gris era viejo. Tenia acusadísimas ojeras. Hacía cara de estar muy cansado. Los ojos grandes, pardos, estaban muy apagados. Dijo en voz bastante ronca y agradable: —¿Por qué no entra alguien aquí? ¿Ha estado el señor March, Sydney?