Aaron, un extranjero con poderes propios de los dioses, venido de los lejanos Imperios Milenarios del Este, se ha adentrado en las tierras de Erindorn en busca de venganza. Tierras aún aferradas a espadas y castillos, donde ya hace siglos que se les dio caza a las brujas, donde los seres sobrenaturales viven escondidos en los bosques o entre bandidos y piratas y donde la religión regente, el Sanctum, ha logrado ponerse al mando de cada reino de Poniente. Lo que nadie sospecha es lo que habita bajo la piel de muchos de los humanos. Una verdad que tan solo conoce el extranjero, pues hace ya cuatrocientos años que se puso al mando de las tropas que se enfrentaron a este poderoso mal, allá en el Este. Aaron, llamado en su tiempo el Samurái Maldito, deberá debatirse entre su empeño de dar caza a quienes se lo arrebataron todo o bien dejar atrás su resentimiento contra el ser humano.

El reino de Corinta ha desaparecido, arrasado por una devastadora hecatombe. Y un dios, decidido a erradicar el problema de raíz, se ha embarcado en una peregrinación muy particular. Será el joven Koelan Tarbusi quien se cruce en su camino, influyendo en el destino de las criaturas inhumanas sobre todo Erindorn durante los siglos venideros. Akiyama, el dios que dirige sus pasos hacia las tierras de poniente, tendrá que elegir entre la senda de la destrucción, o la de la creación.

Marina, la intrépida bucanera al mando del Tormenta, vive sumida en la angustia por recuperar a su amado y difunto padre, asesinado tiempo atrás a sangre fría por el infame jinete demoniaco Bucón. Sabe que su obsesión no solo puede ser un peligro para ella misma, sino para el devenir de su mundo, Erindorn, tierra donde la guerra parece fraguarse con afán. Donde el Nuevo Orden, oculto en los bosques, ha llegado al límite de lo permisible. Donde los reinos, bajo la presión de los cambios, se ven obligados a tomar decisiones que no son del agrado de todos. Y donde el destino reclama a la escurridiza pirata con propósitos muy distintos a cuantos ella había planeado.