Literatura de raf segrram
alacrán (libro)
El juez Warner Worthinton paseó una mirada orgullosa sobre los cinco hombres allí reunidos; tosió varias veces, y con voz que pretendía, inútilmente, ser amable, comenzó dicien
billy, el huraño (libro)
El rancho «Cruz» valía mucho dinero, mucho. Billy Cooper, siendo ya un hombre, lo había heredado de su padre, como asimismo otras cuantas propiedades de importancia y varios di
como un ladrón (libro)
Leo Bynton apuró otro vaso y prosiguió: —Me resistí cuanto pude. Su fama de as del «Colt» influía en mi ánimo. AI fin y al cabo yo era un principiante. Fingí tomarlo a broma, c
de hombre a hombre (libro)
—¡Me parece que está dentro Caroline! —exclamó Larry, deteniéndose ante la puerta del rancho. —Pues... ¡maldita la gracia que me hace! —repuso Lawrence, parándose también en se
el agresivo (libro)
William Brand se sirvió otro whisky. Cuando iba a llevárselo a los labios, sonó la voz de su hija: —¿Más aún, padre?Acentuáronse las arrugas que poblaban la frente de William.
el aguilucho (libro)
Los vaqueros iban regresando de la diaria tarea. Con aire de cansancio desensillaban sus monturas y tomaban luego asiento en cualquier parte, esperando, impacientes, la campana
el aleteo de la muerte (libro)
Raf Segrram seudónimo del escritor Rafael Segovia Ramos
el amo (libro)
—No te quepa duda, Peter: las mujeres son unos lindos bichejos de ocultas garras que nos destrozarían si las dejásemos despacharse a gusto. Por eso nuestra habilidad ha de cons
el aprendiz de vaquero (libro)
El invierno había hecho ya ligeros conatos de aparición: la Sierra de Ancas comenzaba a perder su tono azulado y a ofrecer manchones parduscos; los salvajes montes Mazatzal mos
el buitre de overton (libro)
Cuando Jesse Haywort, terminada la entrevista con su hija, salió de la habitación, parecía llevar la muerte en el alma. La joven quedó inmóvil, fijos los ojos en un punto deter
el caballero del oeste (libro)
Al paso lento de sus magníficos caballos, cabalgaban dos elegantes jinetes. Habían transcurrido varias jornadas desde que atravesaron la frontera de Missouri, y cruzaban el Est
el cantor de cedar (libro)
Robert Delawey entreabrió los labios en el gesto bobalicón, que le era peculiar cada vez que veía a Fanny, la deliciosa muchacha propietaria de un rancho vecino, de la cual est
el desesperado (libro)
Raf Segrram seudónimo del escritor Rafael Segovia Ramos
el desharrapado (libro)
Melwyn Robinson y Randolph Ogden cabalgaban despacio con el fin de que descansaran los animales. No tenían prisa. La hacienda estaba ya relativamente próxima y faltaba rato par
el embaucador (libro)
Robert D’Andrea—. Bob, como le llamaban cariñosamente—, exclamó achicando los ojos que se clavaban en la lejanía: —¡Apuesto un dólar a que aquel puntito negro que se mueve es J
el entrometido (libro)
Raf Segrram seudónimo del escritor Rafael Segovia Ramos
el espectro (libro)
El “Pony Express”, sistema de correos con jinetes rápidos desde Saint Joseph (Missouri) a Sacramento (California), acogido por la gente como gran novedad digna de admiración, n
el falso vaquero (libro)
El tren, renqueando, se detuvo en Getaluma. La parada oficial era de tres minutos, pero los viajeros habituales tenían la seguridad de que les sobraba tiempo para apearse, bebe
el fantasma de la roca negra (libro)
Cuando James Taylor divisó los contornos del rancho «Ana María», dio un fuerte tirón a las riendas de su ruano, el cual se encabritó primero y se detuvo después. Una suave bris
el fantasma de un valiente (libro)
Parecían hermanos... y eran padre e hija. Chester Greger contaba treinta y cuatro octubres, representando, a lo sumo, veintiocho; Romina acababa de cumplir los dieciséis y nadi
el gran rodeo (libro)
—¿Sabéis quién es ése?—¿Ése?… Un tal Harold Eburne, vaquero de «Los Farallones». Lleva muy poco tiempo en la comarca. Me sorprende que le hayan encomendado defender los colores
el pistolero de cabello blanco (libro)
El gran rodeo de San Bernardino iba a empezar pronto. Era el más importante en muchas millas a la redonda. Hasta una tribu india solía figurar en el desfile, prestando colorido
el rebelde enmascarado (libro)
El coche aguardaba a la puerta. Cerca del mismo, dos ayudantes del sheriff hacían caracolear los caballos, mientras llegaba la hora de partir. Aparecieron Irene y Bette, acompa
el rencoroso (libro)
Desde hacía varias jornadas, la diligencia iba dejando en Santa Rosa viajeros de calidad; pero el que se apeó aquella tarde superaba a todos los anteriores. Tratábase nada meno
el rey de los asesinos (libro)
Tex Brand, acosado por una bella y orgullosa mujer se ve arrojado fuera de la Ley por el despecho de ésta. El sentimiento de los pobladores de la región y un Delegado del Gobie
el solitario (libro)
Cuarenta y ocho horas después, Fern Ribbons volvía a ser persona. Habíanse coloreado sus mejillas, brillaba, aunque tenuemente, su mirada… Se encontraba muy débil, pero ya podí
el terror de los cuatreros (libro)
Hasta de distancias superiores a cien millas acudieron personas y animales con motivo del gran rodeo de Found Valley. Ya había terminado el capítulo práctico, origen del aconte
el tigre de arizona (libro)
Raf Segrram seudónimo del escritor Rafael Segovia Ramos
el último trago (libro)
ROY BRUCE se detuvo, exclamando: —¡Qué hermosura de mujer! No fue un piropo, sino una explosión irreprimible; una especie de comentario hecho más para sí que para que lo escuch
jugada decisiva (libro)
Raf Segrram seudónimo del escritor Rafael Segovia Ramos
jugándose el corazón (libro)
—¡Eh oiga! ¿Qué hace usted con esas maletas? El mejicano se detuvo y contestó obsequioso:—Pos lo que usted diga no más, señorita.Arrepintióse Truddy de su alarmada exclamación.
la banda del «negro» (libro)
Sadie paseaba lentamente por las cercanías del rancho «Los Gavilanes», propiedad de Marggery Lodgge, tía lejana y protectora suya, pues a nadie más allegado tenía en el mundo.A
la gata salvaje (libro)
—AQUÍ mismo —decidió el sheriff Pat Barrel, mirando un árbol corpulento, de gruesas ramas. —No está mal —admitió Phil Horn—. ¿Qué te parece, Curtis? ¿Resistirá tu peso? La preg
la muerta del valle azul (libro)
El caballo de Dave iba al paso y por donde quería, sin que su dueño se preocupara de encaminarlo, siquiera con una breve presión de rodillas, por un lugar determinado.La tarde
la muerte salió de ronda (libro)
Ante una tosca mesa que no conoció jamás la pintura, los simpáticos viejos Lawrence Swallow y Timothy Snok, reían, bromeaban discutiendo, y tragando vaso tras vaso de whisky. T
la secuestrada (libro)
En poco más de un año, la fama de «El Cachorro» había traspasado las fronteras. Se hablaba de él en toda América; se narraban sus aventuras, exagerándolas y deformándolas a gus
larry el simpático (libro)
Las muchachas del saloon aprovechaban todas las oportunidades para deslizarse hasta el local destinado al juego, con el único objeto de estar unos minutos junto a Larry Tedd, e
lluvia de balas (libro)
—¡Ha llegado Tommy Kent! —¿No sabes?… ¡Tommy Kent está ya de vuelta! Se lo decían irnos a otros en la calle, en las tabernas, en los comercios… Y los rostros distendíanse expre
los compadres dinamita (libro)
Billy Lowe volvió la cabeza con cierta curiosidad, observando la especie de espectro que avanzaba tambaleándose. Lo primero que se le ocurrió fue que la desconocida había empin
los inadaptables (libro)
—¡Lo que yo digo no se discute! —¡Lo discuto con usted y con su padre!—¡Le romperé la boca!—¿A qué no?Hablaban a voces, despertando el divertido interés de cuantos había en el
los nueve energúmenos (libro)
John British, aun perdiendo momento a momento la esperanza de ablandar el corazón del que le oía, continuó suplicando: —Compréndelo, Nelson; para ti no significa perjuicio algu
más duro que las piedras (libro)
Te agradezco que hayas venido a verme, Leonard —dijo Maud, llevándose a los labios la copa de champaña—. De entre tanta gente como a menudo me rodea, eres mi único amigo. ¡Prec
mensaje de plomo (libro)
El almacén de Arthur Craig olía mal, muy mal. Separadamente, muchas de las cosas que estaban allí en venta hubieran resultado soportables al olfato; pero juntas con otras que n
muero como un valiente (libro)
El hombre, desplegando toda la velocidad posible, cruzó varias calles hasta llegar a su punto de destino, y anunció a diestro y siniestro: —¡Curtis Bey y su pandilla están en S
seis contra uno (libro)
Los que no habían podido entrar, deambulaban en grupos por los alrededores del edificio donde celebrábase la vista, comentando animadamente, sin que en ninguno de tales comenta
tres diablos (libro)
Andrew Klent, deteniéndose a la puerta del «Maxine-saloon», preguntó a la muchacha: —¿Qué, estás decidida?—¡Naturalmente! —repuso ella, sonriendo— el que no parece estarlo es u
un hombre de mucha talla (libro)
La primera planta del hotel Ambos Mundos, era, propiamente dicho, una timba. Además de los huéspedes, acudían diariamente allí casi todos los esclavos del tapete verde que resi
un vaquero levantisco (libro)
Las fiestas peculiares del rodeo se desarrollaban en medio de enorme entusiasmo. Contribuían a ello, de manera especial, los sones estridentes de una banda de música, que tocab
una noche accidentada (libro)
Rancho «Tonto» no era, ni con mucho, una hacienda interesante. Hallábase a unas veinte millas al Norte de Fuerte Masón, en el Estado de Arizona, y apenas si rendía lo preciso p
¡yo maté a tu padre! (libro)
Raf Segrram seudónimo del escritor Rafael Segovia Ramos
alacrán (libro)
El juez Warner Worthinton paseó una mirada orgullosa sobre los cinco hombres allí reunidos; tosió varias veces, y con voz que pretendía, inútilmente, ser amable, comenzó diciendo: —Les agradezco, amigos, que hayan acudido puntualmente a mi llamada. El asunto, grave desde sus comienzos, va adquiriendo proporciones excepcionales y necesita urgentemente una solución. Son ustedes los cinco rancheros más importantes de este Estado; a todos nos interesa acabar con el azote que desde hace algún tiempo padecemos y he querido que juntos estudiemos el problema. Además, necesito saber también con qué colaboración puedo contar.Hizo una pausa y tornó a mirar con fijeza a sus oyentes.ohn Hamley, el más joven de todos ellos, hombre cachazudo y ligeramente mordaz, contestó:—Paréceme, juez Worthinton, que siente usted reparos de pronunciar nombres. Todos sabemos a quién se refiere; pero la verdad es que aún no le hemos oído decir que es Alacrán el culpable de que nos haya usted convocado.
billy, el huraño (libro)
El rancho «Cruz» valía mucho dinero, mucho. Billy Cooper, siendo ya un hombre, lo había heredado de su padre, como asimismo otras cuantas propiedades de importancia y varios distintos negocios, que le convertían en uno de los hombres más ricos de aquel Estado. Billy, hombre dinámico, de gran voluntad, de una inteligencia poco común y de noble corazón, había abordado con entusiasmo la tarea de engrandecerlo todo; pero… eran demasiadas cosas para un hombre solo y con frecuencia se vio en la necesidad de desatender algunas de sus Empresas, con notorio perjuicio para sus intereses totales.Aunque con gran trabajo, había ido encontrando hombres de confianza que poner al frente de sus negocios, si bien él ejercía la dirección de todos ellos; pero un día murió el encargado de regir los destinos del rancho. «Cruz» y su propietario se halló en el dilema de consagrarse a él, abandonando las demás Empresas, o dedicarse a éstas, abandonando el rancho. En tales circunstancias, se le presentaron Franchot Barton y Charles Branking, proponiéndole formar parte en la propiedad de dicha hacienda. Contaban con algún dinero y ofrecieron meterlo en el negocio.
como un ladrón (libro)
Leo Bynton apuró otro vaso y prosiguió: —Me resistí cuanto pude. Su fama de as del «Colt» influía en mi ánimo. AI fin y al cabo yo era un principiante. Fingí tomarlo a broma, casi le rogué que me dejara tranquilo… Pero él insistió, entre risas e insultos. No tuve más remedio. Sin detenerme a mirar que su mano rozaba la empuñadura del revólver y yo estaba con los brazos cruzados aún, grité: ¡Saca! Cuando apretó el gatillo ya tenía un boquete entre los ojos.
de hombre a hombre (libro)
—¡Me parece que está dentro Caroline! —exclamó Larry, deteniéndose ante la puerta del rancho. —Pues... ¡maldita la gracia que me hace! —repuso Lawrence, parándose también en seco. —¿Y si diésemos un paseo a ver si mientras se cansa y se va? —Has tenido una buena idea. —Todas mis ideas son buenas. Retrocedieron de puntillas, impusieron silencio a un cow-boy que había acudido a hacerse cargo de las cabalgaduras y, volviendo a montar, se alejaron al trote corto de las mismas.
el agresivo (libro)
William Brand se sirvió otro whisky. Cuando iba a llevárselo a los labios, sonó la voz de su hija: —¿Más aún, padre?Acentuáronse las arrugas que poblaban la frente de William. Sus ojos fijáronse en la muchacha.—¿Es que vas a llevarme la cuenta?—Sería inútil.—Desde luego. Pero no pareces convencerte nunca —bebió un trago, paladeándolo a gusto—. No necesito que me controles. Sé hasta dónde puedo llegar.
el aguilucho (libro)
Los vaqueros iban regresando de la diaria tarea. Con aire de cansancio desensillaban sus monturas y tomaban luego asiento en cualquier parte, esperando, impacientes, la campanada anunciadora de que la cena estaba lista. De pronto, a la incierta luz de la tarde que caía, vieron venir a un jinete cuyo desesperado galope les llamó la atención, pues parecía huir del mismísimo diablo. Traía la cara llena de tierra, un parche sobre el ojo izquierdo y el brazo del mismo lado sujeto por un pañuelo lleno de sangre.—¡«El Aguilucho»! ¡Viene hacia aquí!
el aleteo de la muerte (libro)
Raf Segrram seudónimo del escritor Rafael Segovia Ramos
el amo (libro)
—No te quepa duda, Peter: las mujeres son unos lindos bichejos de ocultas garras que nos destrozarían si las dejásemos despacharse a gusto. Por eso nuestra habilidad ha de consistir en saborear el placer que proporcionan, evitando que sus uñas nos alcancen. —Eso es. Eso es. —El que se fía está perdido. Por cada minuto de felicidad sufrirá horas y horas de amargura. Hasta las más torpes intuyen el modo de hacerse las amas. Amenazas, llantos, desdenes… Y como abundan los pobres diablos que se dejan ablandar y convencer, el mundo está dominado por ellas. —Cuando usted lo dice…
el aprendiz de vaquero (libro)
El invierno había hecho ya ligeros conatos de aparición: la Sierra de Ancas comenzaba a perder su tono azulado y a ofrecer manchones parduscos; los salvajes montes Mazatzal mostraban breves coronas níveas, y las trescientas millas de la Meseta de Mofiallán semejaban un monstruo ondulado con el cuerpo de plomo y la cabeza de sol.
el buitre de overton (libro)
Cuando Jesse Haywort, terminada la entrevista con su hija, salió de la habitación, parecía llevar la muerte en el alma. La joven quedó inmóvil, fijos los ojos en un punto determinado, como una estatua de carne que simbolizara la pena. Brotaban de sus pupilas silenciosas lágrimas que le rodaban lentamente por el bello rostro y se detenían en las comisuras de los entreabiertos labios. Permaneció en aquella actitud, ajena al tiempo; casi insensible a fuerza de sentir.En la puerta apareció Basil McCrea, muchacho, simpático, tímido, de grandes e inocentones ojos quien se detuvo unos instantes mirando extrañado a la mujer, y corrió luego hacia ella, exclamando:—¡Annette!… ¿Por qué lloras?Le tomó una mano y la besó apasionadamente, al insistir:—Nunca te he visto como hoy… Vamos, ¿qué te ocurre? No me ocultes nada.
el caballero del oeste (libro)
Al paso lento de sus magníficos caballos, cabalgaban dos elegantes jinetes. Habían transcurrido varias jornadas desde que atravesaron la frontera de Missouri, y cruzaban el Estado de Kansas sin prisa, como si su viaje no tuviera más objeto que recorrerlo sin plan alguno, dando preferencia a los espacios abiertos. La actividad industrial de las poblaciones importantes les molestaba. Apenas si se detuvieron ni prestaron atención al exceso de vida bulliciosa de ellas; aquel ajetreo de carga y descarga de cereales y carne por su vía fluvial les produjo dolor de cabeza y huyeron con rapidez. En cambio, el campo llano y ligeramente ondulado, el sublime espectáculo de la confluencia de los ríos Kansas y Missouri, las faenas agrícolas del Este y las ganaderas del Oeste, ejercían sobre ellos una especie de poder fascinador.
el cantor de cedar (libro)
Robert Delawey entreabrió los labios en el gesto bobalicón, que le era peculiar cada vez que veía a Fanny, la deliciosa muchacha propietaria de un rancho vecino, de la cual estaba ardientemente enamorado, y con la que nunca se había atrevido a cruzar media docena seguida de palabras. Era todo un hombre, pero excesivamente tímido con las mujeres y mucho más con aquella, que desde el primer día convirtió en anormales los latidos de su corazón.
el desesperado (libro)
Raf Segrram seudónimo del escritor Rafael Segovia Ramos
el desharrapado (libro)
Melwyn Robinson y Randolph Ogden cabalgaban despacio con el fin de que descansaran los animales. No tenían prisa. La hacienda estaba ya relativamente próxima y faltaba rato para que la noche cayese. Sus facciones curtidas, de enérgicos trazos, el brillo de sus ojos, sus cuerpos erguidos, no obstante el peso de más de sesenta otoños, eran reflejos de sus espíritus valerosos, firmes en medio de las conmociones que los sacudieron a través de la lucha con hombres fieras, elementos…La amistad de aquellos dos hombres podía citarse y era citada como modelo ejemplar. Databa de la infancia. Separados unas veces, juntos otras, mantuvieron irrompible el lazo que les unía sin que el tiempo lo debilitara.
el embaucador (libro)
Robert D’Andrea—. Bob, como le llamaban cariñosamente—, exclamó achicando los ojos que se clavaban en la lejanía: —¡Apuesto un dólar a que aquel puntito negro que se mueve es Jeff Dugdale! La noticia hizo que Pierpon, padre del muchacho, abandonase el libro que estaba leyendo y se colocara una mano sobre la frente a guisa de visera: —No logro distinguirle. Cada vez me maravilla más tu vista. El breve diálogo hizo fruncir el ceño a Margery, deliciosa rubita de poco más de veinte años, voluntariosa, decidida, con unos ojos de azul oscuro que eran la más genuina representación de la belleza, unos labios rojísimos, ligeramente gordezuelos, y una figura airosa, gentil, bien proporcionada y de formas escultóricas.
el entrometido (libro)
Raf Segrram seudónimo del escritor Rafael Segovia Ramos
el espectro (libro)
El “Pony Express”, sistema de correos con jinetes rápidos desde Saint Joseph (Missouri) a Sacramento (California), acogido por la gente como gran novedad digna de admiración, no rendía lo suficiente. Ni el negocio acababa de ser bueno para la empresa, ni el público se extasiaba ya ante el gran espectáculo deportivo que significaba ver a aquellos jinetes saltando de un caballo a otro en los relevos y haciendo el recorrido en un tiempo medio de diez días.
el falso vaquero (libro)
El tren, renqueando, se detuvo en Getaluma. La parada oficial era de tres minutos, pero los viajeros habituales tenían la seguridad de que les sobraba tiempo para apearse, beber, jugar una partidita… ¡La media hora no había quien se la quitara! Aquella mañana, cuando los primeros chirridos de hierros dieron a entender que el armatoste iba a ponerse en movimiento de nuevo, subió Cliff Breese al mismo. Era hombre de treinta años, poco más o menos, alto, fuerte, musculoso. Vestía con desaliño. Por debajo del sombrero, colocado de cualquier modo, se escapaban rubios mechones de un cabello que desde hacía meses no tuvo contacto con la tijera. Sonreía casi siempre. Sonreía con los labios y con los ojos de alegres pupilas grises. Sus ademanes, desenvueltos y rápidos, denotaban su inquietud espiritual.
el fantasma de la roca negra (libro)
Cuando James Taylor divisó los contornos del rancho «Ana María», dio un fuerte tirón a las riendas de su ruano, el cual se encabritó primero y se detuvo después. Una suave brisa agitaba las copas de los árboles que vistos desde el picacho en que Taylor se hallaba, daban la sensación de ser encrespadas olas del mar de la tierra; trinaban los pájaros en los espinos; murmuraban las aguas de los arroyos y una fuente que brotaba de una monumental roca negra, saltaba de piedra en piedra e iba a caer protestando sobre el frondoso valle que tomaba de ella su nombre y en el que el sol parecía danzar y bullir.James, ajeno a aquel soberbio panorama, sólo tenía ojos para contemplar en silencio los perfiles del rancho que tan encontrados recuerdos despertaba en su mente. Tras un esfuerzo supremo se dominó e hizo una ligera presión a su cabalgadura, que reanudó la marcha con lentitud.Tan abstraído iba, que ni siquiera paró mientes en el ruido de pisadas que comenzó a oírse. Sólo lo advirtió cuando a corta distancia sonó una ronca voz de antiguo conocida, que gritaba:—¡Te juego mi bayo contra tu sucio pañuelo a que es Taylor!
el fantasma de un valiente (libro)
Parecían hermanos... y eran padre e hija. Chester Greger contaba treinta y cuatro octubres, representando, a lo sumo, veintiocho; Romina acababa de cumplir los dieciséis y nadie le hubiera supuesto menos de veinte. Él era alto, fuerte, moreno, de negras pupilas reidoras; ella, rubia, de ojos grises y débil salud. Lo que a Chester le sobraba de sencillo y agradable, sobrábale a Romina de complicada y soberbia.
el gran rodeo (libro)
—¿Sabéis quién es ése?—¿Ése?… Un tal Harold Eburne, vaquero de «Los Farallones». Lleva muy poco tiempo en la comarca. Me sorprende que le hayan encomendado defender los colores de tal rancho.—¿Por qué? A lo mejor es algo extraordinario e, incluso, da un mal rato a Werley Daker.—¿Un mal rato a Werley? ¡No ha nacido aún quien lo consiga!
el pistolero de cabello blanco (libro)
El gran rodeo de San Bernardino iba a empezar pronto. Era el más importante en muchas millas a la redonda. Hasta una tribu india solía figurar en el desfile, prestando colorido al ambiente. Acudía público desde pueblos muy alejados, no sólo para tomar parte en las competiciones sino, simplemente, atraído por las elevaciones que solían alcanzar las apuestas y, también, ilusionados con lo espectacular del acto. En el amplio espacio destinado a tal fin se hablaba a grandes voces y trabábanse disputas interesadas. —¿Quién acudirá por el rancho Estrella? —¡Eso no se pregunta! ¿Quién va a acudir sino Wallace Danfield, su propietario? No confía en nadie y quiere ser él, personalmente, quien se lleve la parte del león. —Se lo merece. —Habría mucho que hablar.
el rebelde enmascarado (libro)
El coche aguardaba a la puerta. Cerca del mismo, dos ayudantes del sheriff hacían caracolear los caballos, mientras llegaba la hora de partir. Aparecieron Irene y Bette, acompañadas de James, el cual, luego de besarlas, repitió sus excusas habituales: —Procurad que la abuela me disculpe. Me gustaría ir con vosotras, pero no dispongo ni de un minuto para mis cosas. Prometedle que la visitaré apenas me sea posible. —Lo haremos así. —No te preocupes. Mi madre es comprensiva.
el rencoroso (libro)
Desde hacía varias jornadas, la diligencia iba dejando en Santa Rosa viajeros de calidad; pero el que se apeó aquella tarde superaba a todos los anteriores. Tratábase nada menos que de Conrad Allyson, «el rey del ganado», como solían llamarle en muchos sitios de California. Frisaba en los sesenta y cinco años. Era alto, fuerte, de tez sonrosada, abundantes cabellos blancos como la nieve, mirada dominadora, andares majestuosos…Decíase que ignoraba la cuantía de sus riquezas y que, sin embargo, daba la impresión de no poseer un dólar a juzgar por el ansia con que acometía los negocios.
el rey de los asesinos (libro)
Tex Brand, acosado por una bella y orgullosa mujer se ve arrojado fuera de la Ley por el despecho de ésta. El sentimiento de los pobladores de la región y un Delegado del Gobierno justo hacen que recupere su honor.
el solitario (libro)
Cuarenta y ocho horas después, Fern Ribbons volvía a ser persona. Habíanse coloreado sus mejillas, brillaba, aunque tenuemente, su mirada… Se encontraba muy débil, pero ya podía asegurarse que la muerte había perdido, por entonces, su presa. Los cuidados de Spencer Keynor, el bandido «que tenía la desgracia de ser casi médico», habían sido eficaces, aunque en realidad lo que produjo el milagro fue la perfecta dosificación, siempre en aumento, de alimentos que le suministraron.
el terror de los cuatreros (libro)
Hasta de distancias superiores a cien millas acudieron personas y animales con motivo del gran rodeo de Found Valley. Ya había terminado el capítulo práctico, origen del acontecimiento; el ganado perteneciente a muchas haciendas, que durante meses estuvo pastando junco sin más señal de propiedad que la marca respectiva, sufrió la separación de costumbre. El ternero que siguiese a una vaca marcada pertenecía al dueño del hierro de dicha vaca. Vinieron después las discusiones sobre los strays, animales sin marcar, y las dogies, terneras cuyas madres habían muerto; pero todo resolvióse sin que hubiera que lamentar conflictos de trascendencia.
el tigre de arizona (libro)
Raf Segrram seudónimo del escritor Rafael Segovia Ramos
el último trago (libro)
ROY BRUCE se detuvo, exclamando: —¡Qué hermosura de mujer! No fue un piropo, sino una explosión irreprimible; una especie de comentario hecho más para sí que para que lo escuchase la muchacha; pero ésta lo oyó y, aunque miró al hombre por el rabillo del ojo, hizo como si no le hubiese visto y apretó el paso, marcándosele en el rostro un gesto de altivez. Hallábase harta de recibir elogios a su belleza, no por ellos mismos, sino por lo que tenían de groseros. Verdad era que el de Bruce rezumó admiración sincerísima, sin amago de ningún otro sentimiento; pero la interesada no se encontraba de humor para pararse en distinciones, y lo tomó por uno más entre muchos.
jugada decisiva (libro)
Raf Segrram seudónimo del escritor Rafael Segovia Ramos
jugándose el corazón (libro)
—¡Eh oiga! ¿Qué hace usted con esas maletas? El mejicano se detuvo y contestó obsequioso:—Pos lo que usted diga no más, señorita.Arrepintióse Truddy de su alarmada exclamación. Estaba prevenida contra los ladrones y demás gentuza que encontraría en la ciudad, pero admitió haberse excedido en sus temores. Aquel pobre hombre era un simple mozo que le imponía sus servicios adelantándose a la competencia.—Bueno, bueno… Búsqueme un coche.
la banda del «negro» (libro)
Sadie paseaba lentamente por las cercanías del rancho «Los Gavilanes», propiedad de Marggery Lodgge, tía lejana y protectora suya, pues a nadie más allegado tenía en el mundo.Aquellos paseos constituían la única satisfacción de la muchacha. Gustaba recorrer los sitios en que se consideró feliz oyendo las palabras acariciadoras del hombre a quien amaba, del hombre que, convertido ahora en proscrito, sólo acudía a verla de tarde en tarde, jugándoselo todo.Por la estrecha veredita próxima apareció un jinete. Tratábase de un tipo fachendoso, vestido con lujo chillón, en cuyos ojos claros había siempre desagradables destellos. Sadie hizo al verle un gesto de disgusto. Tentada estuvo de dar media vuelta, pero el recién llegado la, saludaba ya con una amplia sonrisa que le distendía los labios con exceso, dejando ver toda la fuerte caja de sus apretados dientes.
la gata salvaje (libro)
—AQUÍ mismo —decidió el sheriff Pat Barrel, mirando un árbol corpulento, de gruesas ramas. —No está mal —admitió Phil Horn—. ¿Qué te parece, Curtis? ¿Resistirá tu peso? La pregunta hizo reír a los que formaban el grupo de aprehensores. Casi sin aliento, suplicó el interrogado: —¡No me matéis! ¡El caballo es mío! ¡Lo juro!
la muerta del valle azul (libro)
El caballo de Dave iba al paso y por donde quería, sin que su dueño se preocupara de encaminarlo, siquiera con una breve presión de rodillas, por un lugar determinado.La tarde era gris, pero de un gris transparente. Parecía como si un liviano velo se extendiera sobre las cosas, difuminando sus aristas y haciendo más dulce y de ensueño su belleza.Dave, terminada la diaria faena, regresaba al rancho «Q-1S», propiedad de sus padres, del cual era capataz. Iba sin prisa, gozando, sin proponérselo y hasta sin advertirlo, el embrujo de aquel panorama, siempre igual y distinto siempre, que se abría ante sus ojos. Su cara bonachona, de luna llena, se hacía más redonda, más grande, al aspirar con delectación el perfume de la tierra mojada por la reciente lluvia, perfume especial y vivificador que dilata los pulmones del espíritu.
la muerte salió de ronda (libro)
Ante una tosca mesa que no conoció jamás la pintura, los simpáticos viejos Lawrence Swallow y Timothy Snok, reían, bromeaban discutiendo, y tragando vaso tras vaso de whisky. Tanto uno como otro acababan de cumplir aquella tarde los sesenta y ocho años de edad y lo celebraban a su modo. Su modo era aquél. Que se divirtiese la gente joven como quisiese, que para eso se habían asado dos bueyes y se prepararon dulces que obligaban a la chiquillería a poner los ojos en blanco, y se trajeron desde Sunnyside los mejores músicos de muchas millas a la redonda; ellos, cada año en el rancho de uno, apartábanse del ambiente bullanguero, y empezaban a beber sin saber nunca cuándo ni cómo dejarían de hacerlo. Hablaban dé todo: comenzaban por evocar los años felices de la infancia, desde cuya pasada época eran amigos, repasaban las múltiples vicisitudes de su azarosa vida, y llegaban al presente luego de haberse detenido ante las frecuentes barreras de la discusión que les salían al paso con los más fútiles motivos. Si no estaban juntos, no eran felices; y si estaban juntos y no se enfadaban con mucha frecuencia para desenfadarse en seguida, considerábanse desgraciados.
la secuestrada (libro)
En poco más de un año, la fama de «El Cachorro» había traspasado las fronteras. Se hablaba de él en toda América; se narraban sus aventuras, exagerándolas y deformándolas a gusto de los narradores; se le tenía por sublime en muchos sitios y por malo en otros; surgieron émulos que no tardaron en fracasar; aparecieron nuevos «Cachorros» que trataron de echar, y lo consiguieron, a veces, sobre el verdadero el peso de sus fechorías.
larry el simpático (libro)
Las muchachas del saloon aprovechaban todas las oportunidades para deslizarse hasta el local destinado al juego, con el único objeto de estar unos minutos junto a Larry Tedd, el cual tenía siempre para todas una sonrisa de sus labios o de sus ojos verdes, una frase amable, un piropo, una broma, de buen gusto. Sentíanse celosas entre sí, aunque no tenían motivos para estarlo, pues Larry las distinguía a todas por igual, sin preferir a ninguna. Y lo mismo le sucedía con las de otros lugares análogos que frecuentaba. No se las echaba de conquistador; no hacía nada premeditado para, atraerse a las jóvenes, y, sin embargó, se las atraía. Su simpatía innata era algo que, se le escapaba sin darse cuenta y que se adentraba en el corazón de las personas —especialmente de las mujeres— como un veneno delicioso, sutil, irresistible.
lluvia de balas (libro)
—¡Ha llegado Tommy Kent! —¿No sabes?… ¡Tommy Kent está ya de vuelta! Se lo decían irnos a otros en la calle, en las tabernas, en los comercios… Y los rostros distendíanse expresando satisfacción. Ningún personaje, por importante que fuera, habría producido interés análogo. Porque Tommy Kent, el tarambana, el cabeza loca, mitad señorito mitad ranchero, era el ídolo de Bell Springs y demás poblaciones limítrofes. Se había arruinado tres veces y rehecho otras tantas. Mientras se consideraba rico no concedía importancia al oro. Nadie hubiera podido tildarle de derrocharlo estúpidamente. Se divertía, eso sí, sosteniendo que el dinero se había hecho para gastarlo, procuraba que se divirtiesen los demás, rindiendo tributo a la alegría; mas la causa esencial de sus descensos económicos debíase al prurito de que a su alrededor no anidasen amarguras fácilmente remediables con billetes. No hubo una persona necesitada que acudiese en su busca y se marchara con las manos vacías.
los compadres dinamita (libro)
Billy Lowe volvió la cabeza con cierta curiosidad, observando la especie de espectro que avanzaba tambaleándose. Lo primero que se le ocurrió fue que la desconocida había empinado el codo más de la cuenta. Y le resultó raro. No era cosa habitual en aquellas latitudes que las mujeres, ni aun las de peor estofa, se mostraran borrachas en público. A la luz de la muy clara luna, el semblante de la desconocida, intensamente pálido, causaba intensa impresión, a lo que contribuía el brillo de los ojos negros y muy abiertos. Iba Billy a seguir su camino cuando advirtió que la extraña criatura extendía las manos, cual si quisiese asirse al aire, y caía sobre el polvo de la calzada. Acudió en su auxilio, y se llenó los dedos de la sangre que empezaba a brotar de una herida que el golpe había abierto en la cabeza de la infeliz.
los inadaptables (libro)
—¡Lo que yo digo no se discute! —¡Lo discuto con usted y con su padre!—¡Le romperé la boca!—¿A qué no?Hablaban a voces, despertando el divertido interés de cuantos había en el comedor de la taberna-fonda, establecimiento que constituía uno de los negocios más productivos del pueblo. Casi siempre estaba atestado de gente atraída por los buenos guisos, el magnífico whisky y la belleza algo salvaje de Mattie Karwod, hija del dueño.Los que gritaban eran dos individuos que parecían dispuestos a comerse uno al otro, como si no tuvieran bastante con la gran cena ingerida.Se les aproximó Mattie:
los nueve energúmenos (libro)
John British, aun perdiendo momento a momento la esperanza de ablandar el corazón del que le oía, continuó suplicando: —Compréndelo, Nelson; para ti no significa perjuicio alguno concederme esa prórroga; para mí, en cambio, es la salvación. No he rogado nunca a nadie, y tampoco lo haría ahora si no fuera por la muchacha. Viendo que no te puedo pagar el préstamo que me hiciste, dejaría en tus manos, sin lucha, mi pobre hacienda y me iría lejos a ganarme el sustento mientras pudiera resistirlo; pero estoy seguro de que para mi pequeña sería un golpe fatal verse arrojada del rancho donde nació, y por evitárselo no vacilo en implorarte un poco de tolerancia. No tengo la culpa de que las cosas se me hayan dado tan mal; si los abigeos no se hubieran ensañado conmigo, en estos últimos meses hubiera podido pagarte, con desahogo, y evitar esta escena; pero hace veinte días me robaron la última punta de ganado que me quedaba, poniéndome al borde de la desesperación
más duro que las piedras (libro)
Te agradezco que hayas venido a verme, Leonard —dijo Maud, llevándose a los labios la copa de champaña—. De entre tanta gente como a menudo me rodea, eres mi único amigo. ¡Precisamente tú, que deberías aborrecerme! —¿Por qué aludes al pasado? Aquello murió.—Yo lo recuerdo con nostalgia… y con remordimientos.—Lo de la nostalgia, pase; en lo de remordimientos no tienes razón. Éramos casi unos niños y las cosas de los niños no deben tomarse en cuenta. Anda, apura la copa.
mensaje de plomo (libro)
El almacén de Arthur Craig olía mal, muy mal. Separadamente, muchas de las cosas que estaban allí en venta hubieran resultado soportables al olfato; pero juntas con otras que no eran de su especie, formaban una fea amalgama de emanaciones. Cerca de las barricas de pescado seco, veíanse grandes pilas de jabón, pieles a medio curtir, utensilios de caza y pesca, embutidos, telas, frutas, tabaco, bebidas de diversas clases... sin orden ni concierto.
muero como un valiente (libro)
El hombre, desplegando toda la velocidad posible, cruzó varias calles hasta llegar a su punto de destino, y anunció a diestro y siniestro: —¡Curtis Bey y su pandilla están en Santa Clara!… ¡Vienen borrachos! Al oírle se arrugaban los semblantes y aparecía el miedo en los ojos. Muy poco después fueron algunos más los que circularon la noticia, ampliándola con la indicación del sitio por donde se aproximaban los indeseados visitantes. Todo el que no tenía algo ineludible que hacer se quitó de en medio. Los que, por precisión, veíanse obligados a seguir en la vía pública, hacíanlo a marchas forzadas, dirigiendo atrás miradas recelosas y propalando la mala nueva.
seis contra uno (libro)
Los que no habían podido entrar, deambulaban en grupos por los alrededores del edificio donde celebrábase la vista, comentando animadamente, sin que en ninguno de tales comentarios apuntase duda acerca del veredicto que se conocería pronto. Tenían plena confianza, tanto en el tribunal como en los que formaban el jurado; eran incorruptibles, y sobre todo, valerosos según correspondía a los que tuvieron la suerte de nacer en Mayuma, pueblo de Nevada cuyos hijos llevaban a orgullo el desconocimiento de lo que significaba la palabra miedo.
tres diablos (libro)
Andrew Klent, deteniéndose a la puerta del «Maxine-saloon», preguntó a la muchacha: —¿Qué, estás decidida?—¡Naturalmente! —repuso ella, sonriendo— el que no parece estarlo es usted. Hizo Andrew un gesto ambiguo:—La verdad es que esto merece el nombre de locura. Una señorita como tú entrando en el «Maxine»… Supuse que desistirías a última hora.Convirtióse en franca risa la sonrisa de la joven.—Querido señor Klent… Fueron docenas de veces las que visité este establecimiento…
un hombre de mucha talla (libro)
La primera planta del hotel Ambos Mundos, era, propiamente dicho, una timba. Además de los huéspedes, acudían diariamente allí casi todos los esclavos del tapete verde que residían en San Francisco. Las partidas, por lo general, de importancia, constituían la mayor fuente de ingresos de la empresa. Aquella tarde, como de costumbre, había gran número de hombres y mujeres que rendían el máximo tributo a tan lamentable vicio. Los mirones iban de un sitio a otro, interesándose por las veleidades de la fortuna o en espera de un sitio vacío donde probar suerte.
un vaquero levantisco (libro)
Las fiestas peculiares del rodeo se desarrollaban en medio de enorme entusiasmo. Contribuían a ello, de manera especial, los sones estridentes de una banda de música, que tocaba sin descanso y que aunque no escuchada por nadie, era oída por todos. La competición de diligencias alcanzó gran éxito. Los vehículos, lanzados en carrera vertiginosa, dabas la sensación de que iban a volcar a cada momento, pues los tronquistas, respirando a gusto las nubes de polvo que les envolvían, gozábanse en desafiar el peligro para mejor lucir sus habilidades.Vinieron muchos números más: cantores, bailarines, derribado de novillos por jinetes que los esperaban a ambos lados de la tranquera y les saltaban encima, efectuando luchas interesantes…
una noche accidentada (libro)
Rancho «Tonto» no era, ni con mucho, una hacienda interesante. Hallábase a unas veinte millas al Norte de Fuerte Masón, en el Estado de Arizona, y apenas si rendía lo preciso para que su dueño cubriera sus necesidades. Debido a eso, Bing Bug pudo comprarla por poco dinero, aunque ese poco dinero significaba bastante más de lo que valía. Pero era que a Bing no le preocupaba en absoluto el negocio que iba a hacer; lo único que importábale era disponer de una propiedad en medio del campo, donde él y sus amigos gozasen de tranquilidad y pudiesen invertir sus energías, librándose así del tormento de permanecer completamente ociosos. Necesitaba descanso moral; daba por hecho que a sus «energúmenos» sucédales lo mismo, y estimó que aquel sitio era el más apropiado para conseguir su objeto. Sabía bien que su estancia en Arizona iba a ser circunstancial y no muy larga; él soñaba en Nevada, en su magnífico rancho «Los Abetos», vendido por Nelson Masen durante su estancia en la prisión de Reno, y anhelaba posesionarse de él algún día, ya que tiempo atrás formase el propósito de conservarlo siempre y morir allí cuando se encontrase cansado y viejo… si antes una bala no ponía trágico fin a su existencia aventurera.
¡yo maté a tu padre! (libro)
Raf Segrram seudónimo del escritor Rafael Segovia Ramos