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Literatura de raquel lanseros
a las órdenes del viento (poema)
Me habría gustado ser discípula de Ícaro. Hubiera sido hermoso festejar las bodas de Calixto y Melibea. Me habría gustado ser un hitita ante la reina Nefertari el joven Werther
a propósito de eros (poema)
De todas las terrenas servidumbres que aprisionan mi afán en esta cárcel me confieso deudora de la carne y de todos sus íntimos vaivenes que me hacen más feliz y menos libre. A
beatriz orieta (1919–1945) (poema)
Los niños corren y saltan a la comba. Beatriz Orieta pasea junto a Dante sorteando los pupitres [en medio del camino de la vida…] Tiene litros de frío mojándole la espalda. Ape
doña juana (poema)
El amor toma formas caprichosas. Algunas veces, el amor es la lluvia fina e imperceptible que acompaña las tardes oscuras de noviembre. El amor como un viaje a lo desconocido,
entonces me besaste (poema)
Por celebrar el cuerpo, tan hecho de presente por estirar sus márgenes y unirlos al círculo infinito de la savia nos buscamos a tientas los contornos para fundir la piel deshab
hit the road, jack (poema)
La autopista es el tiempo que tarda en convertirse el principio en el término. Entretanto en el día que me quieras. No se pisan jamás las mismas huellas —Heráclito dijo algo pa
invocación (poema)
Que no crezca jamás en mis entrañas esa calma aparente llamada escepticismo. Huya yo del resabio, del cinismo, de la imparcialidad de hombros encogidos. Crea yo siempre en la v
prolepsis invertida (poema)
Todo el horror que existe cabe en unos ojos si el precio de mirar es la propia cabeza. Hay hombres condenados a la tela de juicio relámpagos sin dueño hijos de las afueras. Baj
un joven poeta recuerda a su padre (poema)
Ahora ya sé que pasé por tu vida como pasan los ríos debajo de los puentes, —indiferentes, turbios, orgullosos—, con la trivialidad desdibujada de las pequeñas cosas que parece
a las órdenes del viento (poema)
Me habría gustado ser discípula de Ícaro.
Hubiera sido hermoso festejar
las bodas de Calixto y Melibea.
Me habría gustado ser
un hitita ante la reina Nefertari
el joven Werther en Río de Janeiro
la deslumbrante dama sevillana
por la que Don José rechazó a Carmen.
Yo quisiera haber sido el huerto del poeta
con su verde árbol y su pozo blanco
el inspector fiscal
con el que conversara Maiakovski.
Me habría gustado amarte. Te lo juro.
Sólo que muchas veces la voluntad no basta.
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a propósito de eros (poema)
De todas las terrenas servidumbres
que aprisionan mi afán en esta cárcel
me confieso deudora de la carne
y de todos sus íntimos vaivenes
que me hacen más feliz
y menos libre.
A veces, sin embargo,
la esclavitud se muestra soberana
y me siento señora del destino.
Porque sé amar, porque probé la fruta
y no maldije nunca su sabor agridulce,
porque puedo ofrecer mi corazón intacto
si el camino se digna requerirlo,
porque resisto en pie, con humilde firmeza,
el rigor de este fuego que enloquece.
En este fragor mudo en el que todos somos
rufianes, vagabundos, desposeídos y presos
no existen vencedores ni vencidos
y mañana no arrienda la ganancia de ayer.
Que no entre en la batalla quien sucumba
ante el rencor pequeño de las humillaciones.
Sabed, son necesarias descomunales dosis
de grandeza de espíritu y coraje
en las lides calladas de la pasión humana.
La recompensa, en cambio, es sustanciosa.
Ser súbdito tan sólo de la naturaleza,
no temer a la muerte ni al olvido,
no aceptarle a la vida una limosna,
no conformarse con menos que todo.
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beatriz orieta (1919–1945) (poema)
Los niños corren y saltan a la comba.
Beatriz Orieta pasea junto a Dante
sorteando los pupitres
[en medio del camino de la vida…]
Tiene litros de frío mojándole la espalda.
Apenas pueden nada contra él
los míseros tizones del brasero oxidado.
Entran al aula los gritos infantiles,
huelen a tos y a hambre.
Algunas veces,
Beatriz Orieta casi no contiene
las ganas de llorar
y mira las caritas sucias afanándose
en recordar las tildes de las palabras llanas.
Prosigue Dante todo el día musitando
en el oído de Beatriz Orieta
[…amor que mueve el sol y las estrellas].
Ella siente de veras
que otro mundo la mira
al lado de este mundo gris y parco.
Contra el lejano sol
del lejano crepúsculo
dos amantes se miran a los ojos.
Beatriz Orieta está
apoyada en su hombro.
Los álamos susurran las palabras de Dante.
Los amantes son túneles de luz
a través de la niebla.
Los besos puros son las amapolas
de un cuadro de Van Gogh.
Pasa el invierno lento como pasa un poema.
Pasan el frío andrajoso, la fiebre y el esputo
y toman posesión del blanco cuerpo
igual que las hormigas invadiendo
esas migas de pan abandonadas.
Sesenta años después, entre las ruinas verdes
leo un descanse en paz envejecido
sobre la tumba de Beatriz Orieta.
El silencio es de mármol.
El silencio
es la respuesta de todas las preguntas.
Unos metros más lejos, hace sólo dos años
yace también el hombre
que, apoyado en el hombro de Beatriz Orieta,
dibujó un corazón sobre un tiempo de hiel.
¿Qué más puedo decir?
Que la vida separa a los amantes
ya lo dijo Prévert.
Pero a veces la muerte
vuelve a acercar los labios
de los que un día se amaron.
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doña juana (poema)
El amor toma formas caprichosas.
Algunas veces, el amor es la lluvia
fina e imperceptible
que acompaña las tardes oscuras de noviembre.
El amor como un viaje a lo desconocido,
a lo más inquietante de nuestra propia esencia,
es un viaje de ida.
Eso Juana lo sabe.
También conoce el riesgo porque ha visto
el abismo insondable que se extiende
justo donde comienza el desamor.
No le importa reptar a trozos el camino
a cambio de sentir como muy pocos
la libertad auténtica.
Por eso, Juana hace llorar y también llora
lágrimas plateadas que sueñan con delfines.
Es capaz de apostar todo su reino
por un segundo de ojos infinitos
por una fusión lenta de su alma
en medio de las almas.
Dulce refugio contra la tormenta,
en el cuerpo de un hombre ama a todos los hombres,
la piel dorada y fuerte se diluye en un manto
confortable que abriga los recuerdos.
Al final del camino, está segura
de que ha ganado siempre
las cosas que ha perdido.
Cada versión distinta de sí misma
que otras manos le han ido regalando
es una muestra de todas las vidas
que a Juana le han cabido en una vida.
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entonces me besaste (poema)
Por celebrar el cuerpo, tan hecho de presente
por estirar sus márgenes y unirlos
al círculo infinito de la savia
nos buscamos a tientas los contornos
para fundir la piel deshabitada
con el rumor sagrado de la vida.
Tú me miras colmado de cuanto forja el goce,
volcándome la sangre hacia el origen
y las ganas tomadas hasta el fondo.
No existe conjunción más verdadera
ni mayor claridad en la sustancia
de que estamos creados.
Esta fusión bendita hecha de entrañas,
la arteria permanente de la estirpe.
Sólo quien ha besado sabe que es inmortal.
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hit the road, jack (poema)
La autopista es el tiempo que tarda en convertirse
el principio en el término.
Entretanto en el día que me quieras.
No se pisan jamás las mismas huellas
—Heráclito dijo algo parecido—
sin embargo conducen al lugar donde estamos.
Nunca le tengas miedo al horizonte
no hay placer más sabroso que el trayecto.
Acepta el pan servido en cualquier parte
disfruta del asilo que te ofrezcan
pero ten preparadas las maletas.
Aprende por tu bien el arte de marcharte
siempre un segundo antes de que te hayan echado.
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invocación (poema)
Que no crezca jamás en mis entrañas
esa calma aparente llamada escepticismo.
Huya yo del resabio,
del cinismo,
de la imparcialidad de hombros encogidos.
Crea yo siempre en la vida
crea yo siempre
en las mil infinitas posibilidades.
Engáñenme los cantos de sirenas,
tenga mi alma siempre un pellizco de ingenua.
Que nunca se parezca mi epidermis
a la piel de un paquidermo inconmovible
helado.
Llore yo todavía
por sueños imposibles
por amores prohibidos
por fantasías de niña hechas añicos.
Huya yo del realismo encorsetado.
Consérvense en mis labios las canciones,
muchas y muy ruidosas y con muchos acordes.
Por si vinieran tiempos de silencio.
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prolepsis invertida (poema)
Todo el horror que existe cabe en unos ojos
si el precio de mirar es la propia cabeza.
Hay hombres condenados a la tela de juicio
relámpagos sin dueño
hijos de las afueras.
Bajo la piel erguida de Jean Jacques
preside la simiente del volcán.
Le complace pensar: Cuando miro impasible una injusticia
me convierto a mi vez en el cuchillo.
Se hicieron prisioneras de golpe las ideas
al cuello les colgaron nombres propios.
La justicia con ira se transformó en grillete.
No queda sitio para los no afiliados
los huérfanos de lemas
portadores de antorchas.
Claudette te amaba. Como yo amo a Jean Jacques.
Con el bullicio insomne de la sangre
y la fe primitiva del guerrero.
La piel es una patria con las dudas resueltas,
la única tierra firme de los supervivientes.
Huyó Jean Jacques.
A pesar del desgarro
Claudette le ayudó a hacerlo.
París era una hoguera incapaz de quemar.
La ciudad que no alberga a quien se ama
sólo genera ya dolor imaginario.
No había vuelto a verte hasta el pasado invierno.
El frío secular me hizo extrañarte tanto.
Esférico, tu cuerpo sucede ahora en Madrid
y continúas odiando la mezquindad del mundo.
Cada semana me subo a este vagón
que anuda lo inclinado con lo premonitorio.
Son oscuros los pájaros, los bosques son hermosos.
El trayecto del tren es un instante
entre mil setecientos noventa y dos mil diez.
¿Existe alguna tierra donde los latidos
son los creadores del propio corazón?
El tren proviene siempre del futuro
como una flecha contra la memoria.
¿De quién es hoy tu voz?
¿Y quién es la que te ama?
Viajo en tren hacia el fondo del destino.
Jean Jacques, Claudette, tú y yo
sumamos sólo dos.
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un joven poeta recuerda a su padre (poema)
Ahora ya sé que pasé por tu vida
como pasan los ríos debajo de los puentes,
—indiferentes, turbios, orgullosos—,
con la trivialidad desdibujada
de las pequeñas cosas que parecen eternas.
Muchas veces lo obvio
se oculta tras un halo de extrañeza,
tras la costumbre lenta, indistinguible
del aura fugitiva de las vivencias únicas.
Es difícil saber
que la belleza abrupta del vivir cotidiano,
tan desinteresada de sí misma,
nacida sin clamor ni pretensiones
es en esencia tan mágica y rotunda
que resulta imposible de imitar a propósito.
Y es aún más difícil
comprender que la fiesta de las cosas sencillas
casi siempre termina
mucho antes que la voluntad del festejado.
Inmóvil vi pasar ante mis ojos
el desfile callado de tu vida
con tus sueños cansados en otoño,
tus alegrías de puertas para adentro
y tus desvelos discretamente cálidos.
Creo acertar si digo
que nunca te di nada que no fuese
un préstamo a mí mismo.
Te pedí, sin embargo, tantas cosas.
Hoy, inmóvil de nuevo, asisto inerme
a este desfile amargo de tu ausencia
mientras mi corazón —dividido y atónito—
comienza a descubrir que la vida va en serio.
Te recuerdo. Hace frío
y el frío me devuelve
aquella forma tuya tan sutil
de ofrecerme a la vez un corazón errante,
la suerte en un casino de Las Vegas,
la lluvia indescifrable del desierto,
los versos de Machado en un suburbio.
Ahora ya sé que pasé por tu vida
indolente y confiado, —sin asombro—,
como suelen vivir todos los hombres
que no conocen todavía la pérdida.
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