Tina Wells encuentra el manuscrito de una novela en la que su marido, Scott Wells, registra los idílicos detalles de un affaire de juventud con una japonesa a quien conoció en Japón durante la guerra. Halla, asimismo, una carta, en la que se sugiere que su marido va a traer a esa mujer a San Francisco. Tina le pide a su primo y ocasional amante que la ayuda a desenmascarar a Scott, pero poco después aparece asesinada en la biblioteca de su lujosa casa. ¿Quién es el asesino? ¿Su marido? ¿Uno de sus amantes? ¿En qué medida la traumatizada hija adoptiva de los Wells está mezclada en el escándalo? ¿Vive la amante japonesa en San Francisco?

«Pude sentir el flujo de adrenalina mientras me detenía. Lentamente me acerqué al oscuro umbral de la puerta. »Fue como encontrarse cara a cara con un enorme animal. El hombre estaba disimulado contra la pared, justo detrás de la puerta. Desde debajo de un sombrero de fieltro, me encararon unos aviesos ojos, semejantes a dos ampollas de negro barniz. Una vaga sorpresa diluyó mi temor». ¿Por qué alguien se desesperaba ansiosamente por no remover el polvo que cubría una tragedia de veintiún años? ¿Y por qué se decidió Paul Sevrance a hacer justamente eso, aun sabiendo que le podía costar la vida? Una verdadera obra maestra del género policial.

1938. Verano en Nueva York. Hedy Lamarr y Charles Boyer brillan en Argelia, que se exhibe en el Loew’s Sheridan. «El Viejo Mose» está de moda. Damon Runyon escribe en el «Mirror» y Ed Sullivan lo hace en el «News». Abundan los cuartos amueblados en alquiler. Y en algún lugar de la ciudad, un asesino psicópata sexual está suelto, como un Jack el Destripador que burla a la policía con notable sagacidad. En cualquier momento, sonará otro teléfono, y otra mujer convendrá una cita con el demente. Rápida e implacablemente, el asesino ataca y vuelve a atacar. Solo un lector y un atribulado joven llamado Lambert Post saben quién es el homicida y quién será su próxima víctima. Una novela policial para recordar.