El tiempo amenazaba lluvia y las nubes se cernían, muy bajas, rozando las colinas como si quisieran acariciar las residencias de los mimados por la fortuna. A ambos lados de la carretera se extendían verdes extensiones de césped, protegidas por las paredes y tapias de los jardines. Por encima asomaban corpulentos árboles que ahora tenían un tono grisáceo acorde con el tiempo. Cada una de esas propiedades podría albergar holgadamente un campo de aterrizaje. Por centésima vez contemplé mi imagen reflejada en el espejo retrovisor. Tuve que ladear el cuerpo para ello, pero quedé satisfecho. Mi mejor traje entonaba con mi mejor camisa, y esta con mi más llameante corbata. Todo ello limpio y planchado cuidadosamente. Lo cual significa mucho o no significa nada, según cuáles sean las circunstancias.