El general Hampthon, una de las cabezas más responsables del Pentágono, escuchó con particular detenimiento todas las vaguedades de Lon Obernich, Jefe del Servicio Secreto y su más eficiente colaborador de siempre, pero que, en aquella ocasión y ante el caso «Estrella Polar», no aportaba noticia alguna que les permitiera penetrar en la extraña desaparición de la astronave de exploración galáctica. Después de un largo silencio, en el que tanto el general como su inmediato colaborador parecían vagar al socaire de su propia preocupación, aquél murmuró: —Todo eso que ha dicho, Lon, no conduce absolutamente a nada. ¿Qué puedo aportar a las interrogantes de este caso, cuando se me exija una contestación adecuada? —Señor, los primeros en fallar han sido los Servicios de Comunicación Interestelar. Se ha hecho cuanto era necesario y exigible... —¿Seguro que se ha hecho todo lo necesario y exigible...?

Mónica Halle miró a través de los cristales de la ventana, fijándose en los dos hombres que estaban junto a un lujoso automóvil. Eran dos individuos de aspecto nada recomendable, diríase que patibulario. La joven estaba asustada, como si presintiese que algo grave iba a suceder. Se volvió hacia Freddy Johns, su novio, y así se lo comunicó: —Freddy, ignoro qué es lo que te propones; pero no puede ser nada bueno... cuando te dejas aconsejar por esos hombres. ¡Tienen aspecto de asesinos! —Cariño, no deberías hablar de ese modo. Admito que tienen cara de gorilas, pero sólo son dos pobres diablos que cumplen órdenes de su jefe. — ¿Y quién es su jefe? —Todavía no lo sé...

Robert Keating es el seudónimo de Fernando López Quirós Arthur Baher, su hijo Dan y el capataz Barry Odile detuvieron la carreta frente a la taberna de Orestes Fulle. El famoso ganadero de Misoula y su hijo saltaron a tierra.