Con veintiún años a sus espaldas, Rubén era un chico estupendo, alegre, amigo de sus amigos y dispuesto a embarcarse en cualquier aventura con ellos. Estudiaba matemáticas y llevaba obteniendo muy buen nivel en los dos años primeros años. Por eso no tuvo problemas para conseguir una beca Erasmus en París. Por eso, y porque sus padres se lo podían permitir, claro.

Desde el desván de la casa de los abuelos, en el pueblo donde iba a pasar las vacaciones de verano, una casa enorme y antigua, se salía a una terraza abierta a tres lados y cubierta hasta la mitad con un tejado. En verano, Luci, mi prima, y yo solíamos subir allí siempre a tomar el sol por varios motivos. Ella porque a esas horas nadie iba a tender ropa, que era el propósito del lugar, y nadie podía verla quitarse la parte superior del biquini. Yo, porque cuando íbamos, se quitaba la parte superior del biquini y podía verle las tetas.