Literatura de sergio pitol
domar a la divina garza (libro)
De atenerse a la experiencia del disparatado narrador de esta novela, pretender domar a una divina garza resulta una empresa tan ardua como inevitablemente destinada al fracaso
el arte de la fuga (libro)
En «El arte de la fuga», como en la música, los temas son retomados y respondidos, reemprendidos y modificados, no por distintas voces en este caso, sino en distintos tonos que
el desfile del amor (libro)
El desfile del amor, «a la vez un fresco histórico, una trepidante investigación detectivesca, una divertidísima comedia de equívocos» confirma a Sergio Pitol como uno de los m
el mago de viena (libro)
En algunas páginas autobiográficas Pitol deja entrever la intensa relación que ha vivido con su escritura, el descubrimiento de una Forma, su «ars poetica», una creación que os
el tercer personaje (libro)
A partir de la publicación en 1996 de «El arte de la fuga», la obra ensayística de Sergio Pitol se transformó en una galería de imágenes que, a la manera de los grandes vitrale
el viaje (libro)
Sí, en efecto, Sergio Pitol ha vuelto a recorrer algunos de sus territorios que suponíamos había perdido. En esta aparición nos confía algunos trozos de sus diarios de viaje. C
la vida conyugal (libro)
¿Qué es la vida conyugal? Según esta crudelísima y divertida novela de Sergio Pitol, parecería que la vida de los cónyuges es un malentendido tan profundo, tan dramático, que e
los mejores cuentos (libro)
Dice Pitol que en una casa de campo escribió sus primeros cuentos. Pasaba allí la convalecencia de una ruptura amorosa. Se proponía odiar al mundo, pero no lo conseguía. Por la
tríptico del carnaval (libro)
Cuando Sergio Pitol publicó 'El desfile del amor', galardonada con el Premio Herralde de Novela en 1984, sus lectores quedaron sorprendidos y, más aún, entusiasmados por el inu
domar a la divina garza (libro)
De atenerse a la experiencia del disparatado narrador de esta novela, pretender domar a una divina garza resulta una empresa tan ardua como inevitablemente destinada al fracaso. Unos cuantos episodios del oscuro combate trabado entre la imprevisible Marietta Karapetiz y el estulto licenciado Dante C. de la Estrella forman el cuerpo central de este insólito y regocijante relato. El conflicto que estalla desde el momento mismo en que ambos personajes se conocen, antes aún de haber cambiado una sola palabra, podría convertirse en una metáfora de ciertos antagonismos clásicos, esos que se revelan, por ejemplo, entre la retención y la incontinencia, la solemnidad y el carnaval, la asepsia y la cloaca, la cursilería y el mambo, o, dicho en otras palabras, reproduciría la áspera convivencia de la oralidad con la escritura. El relato entero se va envolviendo en una tenue, fragante, neblina escatológica, donde las dos vertientes implicadas en el término, la investigación de lo sagrado y el reducto excrementicio, desempeñan un papel fundamental. Una Estambul que se sueña fantasmagórica y que se queda en tópica, la vehemencia de unos misteriosos festejos en un claro de la selva mexicana, el discurso infatigable y caprichoso de los protagonistas, la agonía y muerte de Gogol, los ecos de una tradición rabelesiana, popular, púdicamente picaresca, el amor al lenguaje, los sinsentidos de la razón, el ambiguo esplendor de todo jolgorio; eso y varias cosas más, que el atento lector se entretendrá en descubrir, componen esta rocambolesca novela que se lee, entre inesperadas carcajadas, de un tirón.
el arte de la fuga (libro)
En «El arte de la fuga», como en la música, los temas son retomados y respondidos, reemprendidos y modificados, no por distintas voces en este caso, sino en distintos tonos que se contrastan y conviven armónicamente: así pasamos del recuerdo de infancia al diario de escritura, del retrato a la crítica literaria, del cuento a la crónica. Capaz de todos los temas y tonos, en este libro Pitol es un lector maravilloso y un narrador de primer orden. Con una nueva libertad, goza de relatarnos lo que piensa y de pensar cómo relata él y cómo relatan otros, a más de establecer un interesantísimo registro de su evolución como escritor, en la que participan la cercanía de otros escritores, la lectura y la traducción de grandes obras, el viaje y la estancia en distintos países, y los ingratos avatares del nuestro.
el desfile del amor (libro)
El desfile del amor, «a la vez un fresco histórico, una trepidante investigación detectivesca, una divertidísima comedia de equívocos» confirma a Sergio Pitol como uno de los más notables y personales escritores latinoamericanos. México, 1942: este país acaba de declarar la guerra a Alemania, y su capital se ha visto invadida recientemente por la más insólita y colorida fauna: comunistas alemanes, republicanos españoles, Trotski y sus discípulos, Mimí sombrerera de señoras, reyes balcánicos, agentes de los más variados servicios secretos, opulentos financieros judíos. Mucho tiempo después, tras el hallazgo casual de unos documentos, un historiador interesado en tan apasionante contexto intenta esclarecer un confuso asesinato perpetrado entonces, cuando él tenía diez años, y la narración «que atraviesa los polos excéntricos de la sociedad mexicana, los medios de la alta política, la intelligentzia instalada, así como sus más extravagantes derivaciones» permite a Sergio Pitol no sólo pintar una rica y variada galería de personajes, sino también reflexionar sobre la imposibilidad de alcanzar la verdad. Como en una comedia de Tirso de Molina, nadie sabe a ciencia cierta quién es quién, las confusiones se suceden sin cesar y el resultado es este regocijante desfile, que por algo lleva el nombre de una de las más famosas comedias de Lubitsch. El desfile del amor obtuvo en su segunda convocatoria, en 1984, el Premio Herralde de Novela, otorgado por unanimidad por el siguiente jurado: Salvador Clotas, Juan Cueto, Luis Goytisolo, Esther Tusquets y el editor Jorge Herralde.
el mago de viena (libro)
En algunas páginas autobiográficas Pitol deja entrever la intensa relación que ha vivido con su escritura, el descubrimiento de una Forma, su «ars poetica», una creación que oscila entre la aventura y el orden, el instinto y la matemática. Su relación con la literatura ha sido visceral, excesiva y aun salvaje: «Uno, me aventuro a decir, es los libros que ha leído, la pintura que ha conocido, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas.» «El arte de la fuga» fue un parteaguas en su obra. Allí Pitol confunde hedónicamente todas las instancias académicas, remueve fronteras, trastorna los géneros. Un ensayo se desliza sin sentirlo a un relato, a una crónica de viajes y pasiones, al testimonio de un niño deslumbrado por la inmensa variedad del mundo. «El mago de Viena» es más radical: un salto del orden a la asimetría, un roce constante de temas y géneros literarios, para potenciar la memoria, la escritura, los autores predilectos, los viajes y descubrir, como lo deseaban los alquimistas, que todo estuviera en todo. «Sergio Pitol ha escrito libros iluminadores, eso se sabe; son un testimonio del caos, de sus rituales, su limo, sus grandezas, abyecciones, horrores, excesos y formas de liberación. Son también la crónica de un mundo rocambolesco y lúdico, delirante y macabro. Son nuestro Esperpento. Cultura y Sociedad son sus grandes dominios. La inteligencia, el humor y la cólera han sido sus grandes consejeras.» Carlos Monsiváis «Sergio Pitol es, sin duda, una de esas figuras mayores que aparecen de vez en cuando, casi milagrosamente, en la literatura mexicana.» Jorge Volpi
el tercer personaje (libro)
A partir de la publicación en 1996 de «El arte de la fuga», la obra ensayística de Sergio Pitol se transformó en una galería de imágenes que, a la manera de los grandes vitrales góticos, revela en la suma de sus fragmentos el relato de una vocación, el paciente acopio de fronteras que afianzan un estilo. Inventario de intuiciones y reminiscencias, de manías y fobias, este libro es el testimonio de una vida repartida y narrada desde la literatura, los rasgos que configuran el itinerario de un lector. Pitol ha ubicado su trabajo al amparo de una idea en la que los elementos menos visibles de la memoria y la imaginación trabajan juntos para alcanzar estructuras orgánicas, implacables. Aquí la semblanza biográfica, la nota de lectura y la conferencia se mezclan, con una facilidad de vértigo, con el escrutinio de las propias agitaciones que se encuentran en la médula de toda escritura, para de ahí saltar a la reflexión política, al comentario de una obra plástica o al problema de la identidad en América Latina. Escritos a lo largo de las dos últimas décadas, los ensayos que reúne este volumen constituyen las bifurcaciones de una vasta genealogía de afinidades. A los de Cervantes, Dickens, Galdós, Virginia Woolf y Chéjov, nombres recurrentes que pueblan la biblioteca esencial de Pitol, se suman ahora los de Carlos Fuentes, Fernández de Lizardi, Monterroso, Pacheco, Aira y Bellatin, como también el cine, la narrativa polaca, los proyectos editoriales de Tusquets y Anagrama, la pintura de Juan Soriano, Rufino Tamayo y Vicente Rojo, la cerámica de Gustavo Pérez, la literatura policial, distintos rostros con que se revela y esconde el tercer personaje que habita en estas páginas del último libro, hasta la fecha, de Sergio Pitol. «Pitol es un virtuoso del lenguaje y hay algo profundamente lujoso en su sintaxis, en su léxico, en sus biografías y cuando escribe ensayos; al revés de muchos autores que se ponen académicos, en Pitol se da una anomalía admirable: los ensayos son más coloquiales que los relatos» (Andrés Neuman). «En su obra se mezclan el libro de viajes, las memorias, los personajes, el ensayo más literario, y cumple el propósito que buscamos nosotros los lectores fanáticos y furibundos, y es que permite la conversación literaria. Sus libros propician el diálogo literario y abren puertas en lugar de clausurarlas» (Juan Gabriel Vázquez).
el viaje (libro)
Sí, en efecto, Sergio Pitol ha vuelto a recorrer algunos de sus territorios que suponíamos había perdido. En esta aparición nos confía algunos trozos de sus diarios de viaje. Concretamente uno que va de Praga al Cáucaso, a Tiflis, la capital de Georgia, pasando por Moscú y por la ciudad que entonces se llamaba Leningrado, en un aparente despertar de primavera. Parece que la intención del autor consiste en describir con un lenguaje preciso, ático clásico, sus peripecias de viajero, hasta que, de pronto, se introduce en esa prosa gélida por fisuras invisibles, como por mero azar, una nota excéntrica, al inicio ligeramente, para después, casi de inmediato, fortalecerse sin saberse cómo, y transformar todo en un galope delirante, ebrio, enloquecido de escenas grotescas, de calamidades regocijantes, de un anárquico delirio que puede desconcertar a quienes desconocen el «teatrum pitolorum», pero aun así regocijarlos ampliamente. Los diarios están arropados de una substancia generada en la propia escritura. En ellos aparece, por todas partes, el sacro bosque literario ruso. Clásicos, románticos y simbolistas y vanguardistas aparecen en un magno desfile carente de cronología: Dostoievski, Tolstói, Pushkin, Pasternak, Bely, Pilniak, Shklovski, Lérmontov, Tsvietáieva y Ajmátova, Bulgákov, Nabokov, Bajtín y compulsivamente Gógol, y aún más el inmejorable Chéjov, el predilecto; el abigarrado altar que guarda las figuras que Pitol reverencia, pero también los recuerdos de otras varias estancias en aquel mundo, como agregado cultural, como turista, como estudioso y últimamente como invitado de los descendientes de Tolstói, y todavía más, de sus sueños demenciales, de la pasión por sus amigos, de sus perplejidades ante el laberinto del alma rusa (esa «matrioshka» sin fondo donde todo aparece y desaparece a la vez), de sus obsesiones escatológicas que le permitieron hacer en ese viaje el primer trazo de la que tal vez sea su mejor novela: «Domar a la divina garza». «El viaje» es uno de los ejemplos más radicales del desvanecimiento de una realidad en la literatura y también el más perfecto, elegante y divertido modelo de una magistral construcción narrativa. «Lo que gobierna a “El viaje” es la voluntad de estilo: a Pitol no le interesa precisamente contar un paseo o reflexionar sobre unas lecturas o narrar algunas historias extravagantes, sino ensayar una prosa que le permita hacerlo todo al mismo tiempo. Lo que queda es una escritura larga y destilada, de respiración generosa, que recuerda a las páginas memorables del “Nocturno de Bujara”, de «Vals de Mefisto», uno de los mejores cuentos escritos por un mexicano durante el siglo pasado. Sergio Pitol no sólo es nuestro mejor narrador activo, también es el renovador más esforzado de nuestras letras. Toda una lección vital: el autor más joven y valiente de una literatura tiene casi setenta años» (Álvaro Enrigue, «Letras Libres»).
la vida conyugal (libro)
¿Qué es la vida conyugal? Según esta crudelísima y divertida novela de Sergio Pitol, parecería que la vida de los cónyuges es un malentendido tan profundo, tan dramático, que el odio más radical parece fidelidad y la fidelidad más noble una forma singular de la alevosía. Ágil, malvada, penetrante, la vida conyugal cierra brillantemente el tríptico que Pitol ha titulado «del carnaval».
los mejores cuentos (libro)
Dice Pitol que en una casa de campo escribió sus primeros cuentos. Pasaba allí la convalecencia de una ruptura amorosa. Se proponía odiar al mundo, pero no lo conseguía. Por las mañanas escalaba una cordillera para rodearse de una aureola romántica, decadente, aun diabólica. Buscaba acantilados escabrosos y le venían a la mente los acantilados de Devon, un viaje a Inglaterra, y entre ese deseo de viajar y la contemplación de un maravilloso paisaje se adormecía en la hierba, para después llegar radiante de alegría a su casa y ponerse a leer a James, Kafka, Faulkner, Borges, Rulfo. Una noche escribió un primer cuento, «Victorio Ferri cuenta un cuento», y otros más, todos amargos y crueles, sobre personajes tocados por el diablo. Durante varios años escribió cuentos y luego novelas. Todo eso procede del fruto de aquellos cuentos escritos hace cincuenta años.
tríptico del carnaval (libro)
Cuando Sergio Pitol publicó 'El desfile del amor', galardonada con el Premio Herralde de Novela en 1984, sus lectores quedaron sorprendidos y, más aún, entusiasmados por el inusitado giro con que el escritor mexicano sometió a su narrativa: el salto de lo trágico a lo regocijante. La novela abunda en crímenes jamás resueltos, relaciones personales anómalas, amores difíciles, ideales derrotados, y todo ello en vez de producir zozobra en el lector lo colmaba de júbilo. Lo que por lo general aparecía como grave y solemne en sus novelas anteriores, en aquélla, la premiada, se deleitaba en lo festivo. Más tarde, en 1989, 'Domar a la divina garza', quizás la cima del cuerpo narrativo de Pitol, emprende con mayor ferocidad su empeño en convertir a sus personajes en caricaturas y sus circunstancias en juegos absurdos, inevitablemente desopilantes. El mundo entero, sus usos y costumbres, sus credos y mitologías, sus prestigios y perversiones no son sino detalles de una bufonada alucinante, hasta llegar a 'La vida conyugal', 1991, y revelarnos que todo lo narrado no ha sido sino una alegoría, un sistema de metáforas que permiten una nueva aproximación a eso que llamamos realidad y que nunca logramos comprender del todo.