En la pequeña ciudad de Lucente, un miércoles cualquiera de primavera a eso de las siete menos cuarto de la mañana, una vagabunda es hallada muerta a la entrada de la iglesia del Carmelo por una limpiadora del centro de salud colindante, que le lleva antes de entrar al trabajo, como todos los días, un café con leche en vaso de plástico acompañado de un bollo o un cruasán. De las manos inertes de la vagabunda resbala una estampita de Santa Genoveva con un sencillo texto impreso al dorso: «Yo escucho el clamor de todos los desamparados». Apenas una semana más tarde y sobre esa misma hora, una pareja de agentes de la policía encuentra el cadáver de otro vagabundo tendido en un banco del paseo. Quince días después, yaciendo sobre un lecho de cartones en el suelo de un cajero automático, es descubierto un tercero y junto a él aparece de nuevo una estampita de Santa Genoveva.

'Es extraño y sorprendente, pero diríase que algunos objetos son capaces de realizar el terrible prodigio de adueñarse de nuestra alma. Tal le ocurría a mi madre con aquel reloj'. Un sexagenario rico y algo esnob, un relojero paralítico y una misteriosa mujer que urde amoríos virtuales a través de Internet, verán conmocionadas sus vidas por el tictac de un reloj de colección que el monarca Alfonso XIII de España regalara en 1929 a una joven camarera de la reina Ena. Novela de intriga, obsesión, amor y desamor, Tic-Tac nos aproxima al tortuoso mundo de deseos del coleccionismo. Tic-Tac. La máquina se ha puesto en marcha. ¿Adónde nos conducirá con su sempiterno latir?