Cómprame un café
Autores
Literatura de vander kane
ahorcando rufianes (libro)
Dos tiros, es decir, dos balas que habían zumbado por el aire. Lo interesante era averiguar si aquellos dos abejorros de plomo se habían perdido en el espacio o habían ido a al
buitres sobre mi cadáver (libro)
—Pete. ¿Dónde está el señor Silver? Pete, el camarero del salón «Lingth», el mejor local de Tucson, se volvió maldiciendo, pues al sentirse asido por el brazo, faltó muy poco p
ciudad de cobardes (libro)
La mujer no lloraba. No podía hacerlo, pues permanecía sin reaccionar aún ante el bárbaro hecho de que había sido testigo. Su mirada turbia, como si alguien hubiera puesto ante
corazón de forajido (libro)
Francisco Faura Peñasco otros seudónimos: Frank Sagan, Land Grey, Lars Olsen, Lee Doogan. AQUEL pueblo tenía un ambiente extraño. No podía definirse, pero, desde el primer mome
corbata de cáñamo (libro)
LA noche se presentaba triste y desagradable. Durante todo el día había estado nevando y la cellisca, al anochecer, en lugar de amainar había aumentado en su intensidad. La cam
duro y a la cabeza (libro)
TRES hombres estaban siendo juzgados en un agrietado edificio situado en las afueras del tumultuoso pueblo de Gun City. A dos de ellos se les acusaba de asesinato y robo a mano
el dedo sobre el gatillo (libro)
EL ruido de los caballos al acercarse hizo que James Moore saliera a la puerta de la cabaña para ver quiénes eran sus inesperados visitantes. Eran tres jinetes. Y, al verlos, e
el diablo negro (libro)
Relajando todo lo que le permitía su silla de ring entre su hermano Dan y Patricia Holmes mezclaba el olor de su cigarrillo con el producido por el sudor de la multitud que lle
el implacable justiciero (libro)
Francisco Faura Peñasco otros seudónimos: Frank Sagan, Land Grey, Lars Olsen, Lee Doogan. LA noche se presentaba fría y desagradable. Durante todo el día estuvo corriendo un vi
frente al imperio el crimen (libro)
Fue una pesadilla espantosa. El coche lanzado a toda velocidad, corría hacia el abismo. Yo lo sabía, pero dominado por un extraño sopor, no podía hacer nada por detenerlo. Sin
la casa del miedo (libro)
El guarda agujas permanecía muy tranquilo en su pequeña cabina, con la puerta abierta. Su pobreza era tal que nunca hubiese creído que alguien tuviese intención de atentar cont
la ley de «doc» silver (libro)
LA tormenta de arena barría el desierto. Eran tan densas las turbonadas que el cielo quedaba oculto por las oscuras nubes areniscas. Un jinete avanzaba trabajosamente al cansin
los muertos no disparan (libro)
Corría uno de esos años en que la colonización del Oeste se hallaba en plena gestación y cuando la vida de un hombre dependía, muy frecuentemente, de la rapidez con que desenfu
pasaporte al infierno (libro)
UN hombre estaba apoyado de codos en la barra de un bar. Frente a él tenía un vaso mediado de licor al que contemplaba pensativamente. El desconocido no contaría más de treinta
pégale un tiro (libro)
Carta que Noel Merriman, administrador del rancho «Bar-20», escribió a Terry Wilson, propietario de la enorme hacienda: «Estimado señor Wilson: Unas pocas líneas para decirle q
peligro en el cielo (libro)
Nota: Esta novela fue publicada con la portada de otro título y autor, (El país de los mil peligros de Frank Mature) perteneciente al número 103 de esta misma colección. A falt
se necesita un muerto (libro)
En los alrededores de la oficina de la Compañía de Diligencias Keyes y Walter, se había congregado un buen número de personas que asaltaban a preguntas al sudoroso empleado que
seis balas para matarme (libro)
Telma Defore, desde el pescante del carromato, dejó vagar su mirada sobre las amplias llanuras que se extendían ante su vista. Un par de días más y la caravana estaría ya en Lo
soy tu amigo, pistolero (libro)
«Traficantes, jugadores, negociantes aprovechados, pistoleros… Llamémosles como queramos, pero sin ellos no habría habido ni ferrocarril ni pueblos, ni se hubiera colonizado el
yo disparo a matar (libro)
Atlanta parecía una enorme colmena en ebullición. Las gentes corrían alocadas de un lado a otro... Gritos e imprecaciones. De vez en cuando, el sonoro estampido de un disparo,
¡cobra en plomo, pistolero! (libro)
DE súbito, el caballo alzó las orejas; el olfato, antes que la vista, había captado algo alarmante. «Doc» Silver Hands lo detuvo en tanto su mirada se clavaba en la lejanía. Ha
¿quieres plomo, forajido? (libro)
Albert Mc Lean alzó la mano para que se detuviese el carromato. Luego, su vista de águila recorrió toda la extensión de terreno y una tenue sonrisa entreabrió sus labios. La gu
ahorcando rufianes (libro)
Dos tiros, es decir, dos balas que habían zumbado por el aire. Lo interesante era averiguar si aquellos dos abejorros de plomo se habían perdido en el espacio o habían ido a alojarse en sendos cuerpos humanos. Una especie de destino burlón parecía empujar a «Doc» Silver Hands a aquellos sitios donde se organizaba un jaleo. Un hombre prudente, al oír los tiros, se habría apresurado a alejarse del sitio donde se cambiaban aquellos saludos tan poco saludables. «Doc» hizo precisamente lo contrario.
subir
buitres sobre mi cadáver (libro)
—Pete. ¿Dónde está el señor Silver? Pete, el camarero del salón «Lingth», el mejor local de Tucson, se volvió maldiciendo, pues al sentirse asido por el brazo, faltó muy poco para que tropezara con una mesa con la consiguiente rotura de vasos y botellas. —¿Qué quieres? —Gruñó, reconociendo a Slim, un hombrecillo inofensivo que se dedicaba a hacer recados. —Le traigo un telegrama En la oficina de telégrafos me dijeron que era urgente. —En el piso de arriba lo encontrarás ¡Quítate de en medio!
subir
ciudad de cobardes (libro)
La mujer no lloraba. No podía hacerlo, pues permanecía sin reaccionar aún ante el bárbaro hecho de que había sido testigo. Su mirada turbia, como si alguien hubiera puesto ante sus ojos una niebla espesa, no podía separarse del inmóvil cuerpo del hombre que había sido su marido, tumbado sobre la hierba fresca. Los ojos femeninos, agrandados por un infinito estupor, seguían fijos, como hipnotizados, en la mancha roja que se iba extendiendo lentamente sobre la camisa del caído.p>
subir
corazón de forajido (libro)
Francisco Faura Peñasco otros seudónimos: Frank Sagan, Land Grey, Lars Olsen, Lee Doogan. AQUEL pueblo tenía un ambiente extraño. No podía definirse, pero, desde el primer momento, le dio mala espina a Joe Welman. Y así se lo dijo a Red Peters, que cabalgaba a su lado.
subir
corbata de cáñamo (libro)
LA noche se presentaba triste y desagradable. Durante todo el día había estado nevando y la cellisca, al anochecer, en lugar de amainar había aumentado en su intensidad. La campiña aparecía cubierta por un manto blanco. El viento, fuerte y huracanado, formaba remolinos de copos, arrojándolos contra la solitaria edificación. Nan Wilson pegó su cara al cristal de la ventana, mirando distraída cómo la nieve seguía cayendo.
subir
duro y a la cabeza (libro)
TRES hombres estaban siendo juzgados en un agrietado edificio situado en las afueras del tumultuoso pueblo de Gun City. A dos de ellos se les acusaba de asesinato y robo a mano armada; al tercero, de fullero, ladrón y pistolero. El encargado de interrogarles era el tabernero, que alternaba sus funciones de servir licores con la de encargado de administrar justicia en la pequeña población.
subir
el dedo sobre el gatillo (libro)
EL ruido de los caballos al acercarse hizo que James Moore saliera a la puerta de la cabaña para ver quiénes eran sus inesperados visitantes. Eran tres jinetes. Y, al verlos, el ceño del joven se frunció, pues en uno de ellos había reconocido a Benjamín Toole, el cacique de la región, y en los otros, a un par de pistoleros, al servicio del primero. Toole era alto y fuerte, de anchos hombros y mirada fría, reveladora del indomable luchador que había sido en su juventud.
subir
el diablo negro (libro)
Relajando todo lo que le permitía su silla de ring entre su hermano Dan y Patricia Holmes mezclaba el olor de su cigarrillo con el producido por el sudor de la multitud que llenaba las instalaciones del Arena Stadium, contemplaba con expresión aburrida el último asalto del combate entre Jimmy Lee y John Duncan que había sido aburrido en grado sumo. En el ancho mundo existían personas que, de haberle podido contemplar allí sentado, hubieran considerado que mejor le habrían contemplado metido en un buen ataúd, ya que era un insulto para no pocos elementos no solo de América, sino del mundo entero, el hecho de que él continuara viviendo en tanto que bastantes hombres permanecían encerrados entre rejas, o yacían bajo seis palmos de tierra. Y de una causa u otra, el responsable directo era Bob o su hermano Duncan. El primero como agente especial del F.B.I. y el segundo como ayudante sin paga del federal.
subir
el implacable justiciero (libro)
Francisco Faura Peñasco otros seudónimos: Frank Sagan, Land Grey, Lars Olsen, Lee Doogan. LA noche se presentaba fría y desagradable. Durante todo el día estuvo corriendo un viento huracanado que había barrido las arenas del desierto formando gigantescas trombas. Allá, lejos en la pradera, el ganado gemía de sed, pues desde hacía más de tres meses ni una sola gota de agua cayó sobre las áridas tierras, azotadas únicamente por las tormentas de arena.
subir
frente al imperio el crimen (libro)
Fue una pesadilla espantosa. El coche lanzado a toda velocidad, corría hacia el abismo. Yo lo sabía, pero dominado por un extraño sopor, no podía hacer nada por detenerlo. Sin disminuir la rapidez de su carrera, el auto ganó el borde del precipicio y saltó. Las ruedas giraron locamente en el aire durante una décima de segundo; luego, el vehículo, conmigo dentro, cayó verticalmente para destrozarse contra las rocas del fondo. Sentí un golpe terrible en la cabeza, y, haciendo un esfuerzo sobrehumano, conseguí abrir los ojos.
subir
la casa del miedo (libro)
El guarda agujas permanecía muy tranquilo en su pequeña cabina, con la puerta abierta. Su pobreza era tal que nunca hubiese creído que alguien tuviese intención de atentar contra sus escasos bienes. Era un empleado modesto, él mismo se creía insignificante y, sin embargo, su puesto, alcanzaba una gran responsabilidad. Su misión consistía únicamente en cambiar las agujas y un descuido hubiera bastado para que cualquiera de los trenes que cruzaban se hubiera estrellado sin remisión. No se oía más ruido que el de las chicharras en el campo. Dentro de media hora, a las doce en punto de la noche, cambiaría las agujas para que el expreso que venía de Pennsylvania no chocase contra el especial de New York. Luego, terminaría su trabajo hasta el día siguiente y se podría ir a su casa, dos millas más lejos.
subir
la ley de «doc» silver (libro)
LA tormenta de arena barría el desierto. Eran tan densas las turbonadas que el cielo quedaba oculto por las oscuras nubes areniscas. Un jinete avanzaba trabajosamente al cansino trote de su caballo. Se trataba de un hombre cuyo sombrero de copa plana calado hasta las orejas y el pañuelo que ocultaba sus facciones, dejaban apenas visibles sus ojos negros. Vestía una bien cortada levita modelo «Príncipe Alberto», ahora cubierta de polvo, y pantalones embutidos en altas botas de fina piel de potro.
subir
los muertos no disparan (libro)
Corría uno de esos años en que la colonización del Oeste se hallaba en plena gestación y cuando la vida de un hombre dependía, muy frecuentemente, de la rapidez con que desenfundaba su pistola. Llamábase “Doc” Silver Hands. Su oficio, jugador profesional. Su hogar, las amplias llanuras, y su única fortuna, los dos pesados revólveres que golpeaban sus caderas. Cabalgaba por la calle principal de Guering.
subir
pasaporte al infierno (libro)
UN hombre estaba apoyado de codos en la barra de un bar. Frente a él tenía un vaso mediado de licor al que contemplaba pensativamente. El desconocido no contaría más de treinta años. De constitución fuerte, de gran estatura y anchos y poderosos hombros, tenía la tez bronceada, facciones finas y correctas y ojos y cabellos negros. Su traje, muy cuidado, se componía de una bien cortada levita negra, modelo «Príncipe Alberto», pantalones del mismo color sujetos por un ancho cinturón del que colgaban dos lustrosas fundas por cuyas bocas asomaban las culatas de sendos revólveres «Colt». Aquel hombre parecía completamente desentendido de cuanto sucedía en torno suyo, dedicado tan sólo a la contemplación del vaso de licor, sin importarle un ardite el tumulto que le rodeaba.
subir
pégale un tiro (libro)
Carta que Noel Merriman, administrador del rancho «Bar-20», escribió a Terry Wilson, propietario de la enorme hacienda: «Estimado señor Wilson: Unas pocas líneas para decirle que todo sigue bien y que si las cosas continúan favoreciéndonos, dentro de muy poco contaremos en el rancho con más de tres mil cabezas de ganado. La vida aquí es muy aburrida y a veces uno desearía que sucediera algo que rompiera esta monotonía, pero, claro, esto es hablar por hablar, porque los intereses del rancho exigen precisamente esta paz de que disfrutamos. Dentro de unos días comenzaremos el recuento de las reses para prepararnos para el rodeo anual, y si a usted le parece, entonces podemos vender algún que otro rebaño, ya que los precios actuales no aconsejan la venta por ahora. Yo creo que estos precios tienen que subir, por lo que es preferible esperar un poco. De todas maneras, para final de año dispondremos de unas diez mil cabezas para la venta. Sin otro particular, le saluda respetuosamente: Noel Merriman».
subir
peligro en el cielo (libro)
Nota: Esta novela fue publicada con la portada de otro título y autor, (El país de los mil peligros de Frank Mature) perteneciente al número 103 de esta misma colección. A falta de datos hasta la fecha pueda ser que la siguiente novela en la colección, la numero 104 pudiera tener la portada de este título y el texto de la 103.
subir
se necesita un muerto (libro)
En los alrededores de la oficina de la Compañía de Diligencias Keyes y Walter, se había congregado un buen número de personas que asaltaban a preguntas al sudoroso empleado que atendía el despacho de billetes. —¿Se sabe algo, Rex? —¿No te parece que ya tarda demasiado? —¿Le habrá sucedido algo? El empleado, con sus suplicantes ojos cargados de cansancio, suplicaba: —Por favor… no sé nada… ¡Nada!
subir
seis balas para matarme (libro)
Telma Defore, desde el pescante del carromato, dejó vagar su mirada sobre las amplias llanuras que se extendían ante su vista. Un par de días más y la caravana estaría ya en Los Álamos. Y allí encontraría esperándola a su hermano Sam y a los muchachos de su rancho. Al pensar en la sorpresa que se iban a llevar, Telma sonrió para sí. Ellos creerían que regresaba en la diligencia y en modo alguno podían suponer que había preferido realizar el viaje en una caravana comercial. Pero Telma era así… Le gustaba más el rudo trato de los llaneros y sus familias, que el pasarse cuatro días metida en una diligencia, sin poder moverse de su asiento.
subir
soy tu amigo, pistolero (libro)
«Traficantes, jugadores, negociantes aprovechados, pistoleros… Llamémosles como queramos, pero sin ellos no habría habido ni ferrocarril ni pueblos, ni se hubiera colonizado el Oeste. Su moralidad era escasa, su conciencia una ilusión. Robaron, saquearon, mataron… Sí, hicieron eso y mucho más. Eran hombres violentos que vivieron en la violencia, y en la violencia murieron».
subir
yo disparo a matar (libro)
Atlanta parecía una enorme colmena en ebullición. Las gentes corrían alocadas de un lado a otro... Gritos e imprecaciones. De vez en cuando, el sonoro estampido de un disparo, mezclado con las imprecaciones. Muchos de los edificios de la población ardían.
subir
¡cobra en plomo, pistolero! (libro)
DE súbito, el caballo alzó las orejas; el olfato, antes que la vista, había captado algo alarmante. «Doc» Silver Hands lo detuvo en tanto su mirada se clavaba en la lejanía. Hacia el Sur, un jinete se dirigía a galope tendido a la orilla más cercana del río. En Texas no se hostiga de tal forma a un animal si no existe una razón muy poderosa para hacerlo.
subir
¿quieres plomo, forajido? (libro)
Albert Mc Lean alzó la mano para que se detuviese el carromato. Luego, su vista de águila recorrió toda la extensión de terreno y una tenue sonrisa entreabrió sus labios. La guerra de Secesión, que había asolado el país, de parte a paute, acababa de finalizar y la inmensa mayoría del territorio del Sur se encontraba totalmente devastada. Ello fue causa de que muchos hombres, al regresar a sus hogares, se encontrasen con que nada tenían. Muchos, amargados por la derrota, no supieron o no quisieron emprender una nueva vida. Otros, dirigieron su mirada hacia las tierras vírgenes, y con muchas penalidades, en un éxodo, sembró su camino de tumbas, emigraron hacia aquellos parajes que se ofrecían prósperos para quienes quisieran trabajar su suelo.
subir