Cómprame un café
Autores
Literatura de william saroyan
chiquillos (libro)
En este volumen el autor explora el mundo de la infancia. Son diecisiete relatos y otras tantas anécdotas de la vida en el Valle de San Joaquín, en California.Allí se cultivan
el barbero cuyo tío murió entre las fauces de un tigre (relato)
Miss Gamma dijo que yo necesitaba un corte de pelo, mi madre dijo que yo necesitaba un corte de pelo, mi hermano Krikor dijo que yo necesitaba un corte de pelo. Mi cabeza era d
el joven audaz sobre el trapecio volante (libro)
«El joven audaz sobre el trapecio volante» es el primer volumen de relatos que publicó Saroyan, en 1934, y que le valió el reconocimiento unánime de los lectores y de la crític
el momento de tu vida (libro)
Un hotel en una esquina, un bar, un muelle, San Francisco. Un hombre adinerado, su mandadero, un barman malhumorado, una prostituta que sueña con ser actriz, un árabe filosofo,
la comedia humana (libro)
Homer Macauley trabaja como mensajero para una compañía de telégrafos y se convierte en testigo de la vida cotidiana de los habitantes de Ithaca, una pequeña población del vall
las aventuras de wesley jackson (libro)
La novela recoge las impresiones que recibe el joven recluta Wesley Jackson al incorporarse a la unidad del ejército norteamericano destinada a combatir en la II Guerra Mundial
nena querida (libro)
Autor de novelas y piezas de teatro, es en el género cuento donde William Saroyan sobresale como uno de los escritores más importantes de la literatura norteamericana de este s
respirando en el mundo (libro)
Ningún escritor americano ha logrado en vida, como Saroyan, ver tan íntimamente asociado su nombre con el espíritu amplio y múltiple de su pueblo. Este autor se ha convertido e
un día en el atardecer del mundo (libro)
«Un día en el atardecer del mundo» es una ficción sobre la madurez y la renuncia a la ferocidad de espíritu a que las circunstancias a veces nos obligan. Lo que podría ser una
chiquillos (libro)
En este volumen el autor explora el mundo de la infancia. Son diecisiete relatos y otras tantas anécdotas de la vida en el Valle de San Joaquín, en California.Allí se cultivan las uvas que luego se venderán en todo Estados Unidos. California es un crisol de razas donde también los armenios han encontrado un hogar lejos de la Patria perdida.
subir
el barbero cuyo tío murió entre las fauces de un tigre (relato)
Miss Gamma dijo que yo necesitaba un corte de pelo, mi madre dijo que yo necesitaba un corte de pelo, mi hermano Krikor dijo que yo necesitaba un corte de pelo. Mi cabeza era demasiado grande para el mundo, al parecer. Demasiado pelo negro, decía el mundo.
Todo el mundo decía:
«¿Cuándo vas a cortarte el pelo?»
En el pueblo vivía un importante hombre de negocios que todos los días me compraba el Evening Herald. Era un hombre que pesaba doscientas cuarenta libras, poseía dos Cadillacs, seiscientos acres de viñedos y una cuenta corriente de un millón de dólares en el Valley Bank. Tenía una cabeza pequeña, completamente calva, situada en lo más alto de su cuerpo, para que todo el mundo pudiera verla. Solía hacer andar seis manzanas a los ferroviarios forasteros para que vieran mi cabeza.
«¡No hay nada como el clima de California para que crezcan las calabazas! —gritaba—. ¡Santo cielo! —rugía—. ¡Eso es una mata de pelo!»
Miss Gamma se mostraba muy sarcástica al hablar del tamaño de mi cabeza.
«No quiero citar nombres —dijo un día—, pero a menos que un joven de esta clase visite al barbero uno de estos días, será enviado al Reformatorio».
No citó ningún nombre. Lo único que hizo fue mirarme.
—¿Por qué no te decides? —me preguntó mi hermano Krikor.
—Acuérdate de Sansón —repliqué—. Acuérdate de lo que pasó cuando le cortaron el pelo.
—Aquello fue distinto —dijo mi hermano Krikor—. Tú no eres Sansón.
—¡Oh! ¿No? —dije—. ¿Cómo sabes que no soy Sansón? ¿Qué te hace pensar que no lo soy?
Me alegraba que el mundo se preocupara por mí, pero un día un gorrión trató de construir un nido en mi pelambrera, de modo que me apresuré a ir al barbero. Estaba durmiendo debajo del nogal de nuestro patio, cuando un gorrión descendió del árbol y empezó a escarbar en mi pelo. Era un cálido día de invierno y el mundo dormitaba. Me rodeaba un gran silencio. No circulaba ningún automóvil, y lo único que podía oírse era el cálido y frío, alegre y melancólico susurro de la realidad. El mundo. ¡Dios mío! Resultaba muy agradable estar vivo en alguna parte. Era estupendo tener una casita en el mundo, con un amplio porche para las largas tardes y los largos anocheceres del verano. Habitaciones con mesas y sillas y camas. Un piano. Una estufa. Cuadros recortados del Saturday Evening Post en las paredes. Era raro y milagroso estar en alguna parte del mundo. Vivo, capaz de moverse a través del tiempo y del espacio, mañana, tarde y noche: respirar, comer, reír, hablar, dormir y crecer. Ver, oír y tocar. Pasear a través de los lugares del mundo bajo el sol. Estar en aquellos lugares. El mundo.
Me alegraba que el mundo estuviera allí, de modo que también yo pudiera estar allí. Estaba solo, así que estaba triste por todo, pero también estaba triste. Siempre ocurre lo mismo. Estaba tan alegre y tan triste por todo que deseaba soñar en los lugares que no había visto nunca: Nueva York, Londres, París, Berlín, Viena, Constantinopla, Roma, El Cairo… Las calles, las casas, la gente viva. Las puertas y las ventanas de todas partes. Y los trenes por la noche, y los barcos en el mar nocturno. El oscuro y melancólico mar. Y los brillantes momentos de todos los años muertos, las ciudades enterradas bajo el tiempo, los lugares que un día estuvieron vivos y ahora están muertos para siempre…
Luego, el gorrión descendió del árbol, trató de construir un nido en mi pelo y me desperté.
Abrí los ojos, pero no me moví.
No supe que había un pájaro en mi pelo hasta que el gorrión empezó a cantar. Hasta entonces no había oído nunca cantar a un gorrión, de modo que el sonido resultó para mí nuevo y sorprendente. Pero lo que me pareció oír fue un sollozo repetido: «Weep, weep, weep…». Y, sin embargo, el pájaro articulaba aquel melancólico mensaje con la más alegre de las disposiciones de ánimo. El mundo estaba silencioso, y súbitamente oí la música y la oratoria del gorrión. Por un instante, mientras estaba aún medio dormido, todo el asunto me pareció completamente natural: el pájaro en mi pelo, hablándome, y la notable contradicción entre el significado del mensaje y su espíritu. Por un lado pena, por el otro alegría.
Luego me di cuenta de que la cosa no estaba bien. No era decente que un pajarillo anduviera enredando en el pelo de una persona.
De modo que me puse en pie de un salto y eché a correr hacia el pueblo. El gorrión, asustado, emprendió un rápido vuelo hasta perderse de vista.
El mundo tenía razón. Miss Gamma tenía razón. Mi hermano Krikor tenía razón. Lo que yo necesitaba era un corte de pelo, para que los gorriones no volvieran a intentar construir nidos en mi cabellera.
En la Mariposa Street había un barbero armenio llamado Aram, cuyo verdadero oficio era el de granjero, o tal vez el de herrero, o tal vez el de filósofo. No lo sé. Lo único que sé es que tenía una pequeña tienda en la Mariposa Street, y se pasaba la mayor parte del tiempo leyendo el Asbarez y otros periódicos armenios, liando cigarrillos, fumándoselos y contemplando el ir y venir de la gente. Nunca le había visto afeitar o cortarle el pelo a nadie, aunque supongo que de cuando en cuando entraba alguien en su barbería, por error.
Fui a la barbería de Aram en la Mariposa Street y le desperté. Aram estaba sentado ante una mesita, con un libro armenio abierto delante de él, durmiendo.
Le dije, en armenio:
—¿Me cortará usted el pelo? Tengo veinticinco centavos.
—¡Ah! —exclamó—. Me alegro de verte. ¿Cómo te llamas? Siéntate. Antes voy a hacer un poco de café. ¡Tienes una hermosa mata de pelo!
—Todo el mundo quiere que me lo corte —dije.
—Sí, eso es lo que pasa con el mundo —suspiró—. Siempre diciéndole a uno lo que tiene que hacer. ¿Qué hay de malo en llevar el pelo largo? Pero, no, tienen que meterse en todo. «Gana dinero», dicen. «Compra una granja». «Haz esto». «Haz aquello». ¡Ah! No le dejan a uno vivir en paz.
—¿Puede usted cortármelo, de modo que dejen de hablar de mi pelo en una temporada? —inquirí.
—Café —dijo el barbero—. Antes tomaremos un poco de café.
En la parte trasera de la tienda había un pequeño hornillo de gas, un fregadero con su grifo, un estante con tazas, cucharas, un abrelatas y otras cosas.
El barbero me trajo una taza de café, y me pregunté cómo era posible que no le hubiese visitado nunca, siendo como era la persona más interesante de todo el pueblo. Lo supe por su modo de despertar cuando entré en la tienda, por su modo de hablar, de andar y de gesticular. Supe que era un hombre muy notable, un barbero de la Mariposa Street. Él tenía alrededor de cincuenta años, y yo once. No era más alto que yo, ni más robusto, pero su rostro era el rostro de un hombre que está de vuelta de todo, pero que, sin embargo, no ha dejado de ser amable.
Cuando abrió los ojos, su mirada pareció decir: «¿El mundo? No hay nada que yo no sepa del mundo. De su maldad, de su miseria, de su odio, de su temor… A pesar de todo, me gusta y lo quiero».
Alcé la pequeña taza hasta mis labios y sorbí el caliente líquido negro. Me supo a gloria, ésta es la verdad.
—Siéntate —me dijo el barbero en armenio—. Siéntate, siéntate. No tenemos que ir a ninguna parte. No tenemos nada que hacer. Y tu pelo no crecerá más en una hora.
Me senté y me reí en armenio, y él empezó a hablarme del mundo.
Me habló de su tío Misak, que había nacido en Moush.
Bebimos el café y luego me senté en el sillón y Aram empezó a cortarme el pelo. Me hizo el peor corte de pelo que me han hecho nunca, mucho peor que los que me hicieron en la barbería de la Universidad, gratis, pero me habló de su pobre tío Misak, y ninguno de los estudiantes-barberos es capaz de inventar una historia como aquélla. Todos los estudiantes-barberos del mundo, juntos, no serían capaces de inventársela. No me sorprendería que todos los estudiantes-barberos del mundo no fueran capaces de inventarse una historia la mitad de buena que la triste historia del pobre tío Misak y el tigre del circo. Salí de la barbería de Aram con un corte de pelo horroroso, pero no me importaba. A fin de cuentas, Aram no era barbero. Se dedicaba a aquel oficio para que su esposa le dejara en paz, para dar satisfacción al mundo. Lo único que quería era leer y hablar con personas decentes. Tenía cinco hijos, tres chicos y dos muchachas, pero se parecían mucho a su madre y Aram no podía hablar con ellos. Lo único que ellos deseaban saber era cuánto dinero ganaba.
—Mi pobre tío Misak —me dijo— nació hace mucho tiempo en Moush y era un muchacho muy salvaje, aunque no era un ladrón. Tenía una fuerza terrible, y podía luchar victoriosamente contra los dos muchachos más fuertes del pueblo, y en caso necesario contra sus padres y sus madres al mismo tiempo. Y, según él, también contra sus abuelos y abuelas.
»De modo que todo el mundo empezó a decirle a mi pobre tío Misak: «Misak, eres muy fuerte. ¿Por qué no te dedicas a la lucha y ganas dinero?». Y Misak se convirtió en luchador. Antes de cumplir los veinte años les había roto los huesos a dieciocho forzudos. Y lo único que hacía con su dinero era comer y beber, y el resto se lo regalaba a los niños. No apreciaba el dinero.
»Desde luego, eso ocurría hace mucho tiempo. Ahora, todo el mundo quiere dinero. Le decían que algún día lo lamentaría, y estaban en lo cierto. Le decían que no derrochara su dinero, que algún día dejaría de ser fuerte y no podría luchar, y se encontraría sin dinero. Y el día llegó. Mi pobre tío Misak cumplió cuarenta años, y ya no era fuerte, y no tenía dinero. En el pueblo se reían de él, de modo que se marchó. Se fue a Constantinopla. Y luego a Viena…
—¿Viena? —dije—. ¿Su tío Misak estuvo en Viena?
—Sí, desde luego —dijo el barbero—. Mi pobre tío Misak estuvo en muchos lugares. En Viena, mi pobre tío no pudo encontrar trabajo, y pasó mucha hambre. Pero, ¿robó acaso una simple rebanada de pan? No, no robó nada. Luego se marchó a Berlín. ¡Ah, Berlín! Allí, también, mi pobre tío Misak pasó mucha hambre.
Aram me estaba cortando el pelo, a derecha e izquierda. Pude ver el montón de cabellos negros en el suelo, en tanto que notaba un frío cada vez más intenso en la cabeza.
—¡Ah, Berlín! —continuó Aram—. Cruel ciudad del mundo, calles y calles, casas y casas, gente y más gente, pero ninguna puerta abierta para mi pobre tío Misak, ninguna habitación, ninguna mesa, ningún amigo.
—¡Dios mío! —murmuré, pensando en la soledad de aquel hombre en el mundo, en la trágica soledad de los seres vivientes.
—En París sucedió lo mismo —dijo el barbero—, y en Londres, y en Nueva York, y en América del Sur, y en todas partes. Calles y calles, casas y casas, puertas y puertas, pero ningún rincón en el mundo para mi pobre tío Misak.
—¡Dios mío! —rogué—. ¡Protégele, Señor, protégele!
—En China —dijo el barbero—, mi pobre tío Misak conoció a un árabe que actuaba como payaso en un circo francés. El payaso árabe y mi tío Misak hablaron en turco. El payaso dijo: «Hermano, ¿te gustan los hombres y los animales?». Y mi tío Misak respondió: «Hermano, me gusta todo lo que Dios ha puesto sobre la tierra: hombres, animales, peces, y rocas, fuego, agua, y todas las cosas visibles e invisibles». Y el payaso árabe dijo: «¿Serías capaz de simpatizar incluso con un tigre, con un feroz tigre de la selva?». Y mi tío Misak dijo: «Hermano, mi amor por los feroces animales de la selva no tiene límites». ¡Ah! Mi tío Misak era un hombre desdichado.
—¡Dios mío! —murmuré.
—El payaso árabe se alegró mucho al saber que mi tío amaba tanto a los feroces animales de la selva, ya que también él era un hombre muy valiente. «Hermano —le dijo a mi tío—, ¿podrías amar a un tigre lo suficiente como para introducir la cabeza en sus fauces abiertas?».
—¡Protégele, Dios mío! —rogué.
—Y mi tío Misak dijo: «Podría, hermano». Y el payaso árabe dijo: «¿Quieres unirte al circo? Ayer, el tigre cerró descuidadamente la boca alrededor del cuello del pobre Simon Perigord, y en el circo no hay nadie que sienta un amor tan grande por las creaciones del Dios Infinito». Mi pobre tío Misak estaba cansado del mundo y dijo: «Hermano, me uniré al circo e introduciré la cabeza en las fauces abiertas del tigre una docena de veces al día». «No será necesario —dijo el payaso árabe—. Bastará con dos veces al día». De modo que mi pobre tío Misak se unió al circo francés en China y empezó a introducir su cabeza en las fauces abiertas del tigre.
»El circo viajó de China a la India, de la India a Afganistán, de Afganistán a Persia, y allí, en Persia, ocurrió la cosa. El tigre y mi pobre tío Misak se habían hecho muy amigos. En Teherán, aquella antigua y maloliente ciudad, el tigre recobró sus instintos salvajes. Hacía mucho calor, y todo el mundo parecía tener los nervios en tensión. El tigre estuvo muy excitado todo el día. Mi pobre tío Misak introdujo la cabeza en las fauces abiertas del tigre, en Teherán, aquella fea y pestilente ciudad de Persia, y estaba a punto de sacar la cabeza de entre las fauces del tigre cuando el animal, en un arrebato de furor, cerró la boca.
Me levanté del sillón y vi a una persona desconocida en el espejo: yo mismo. Estaba asustado, y todo mi pelo había desaparecido. Le pagué a Aram el barbero los veinticinco centavos y me fui a casa. Todo el mundo se rió de mi aspecto. Mi hermano Krikor dijo que no había visto nunca un corte de pelo tan cómico.
Pero nada de aquello me importaba.
En lo único que pensaba era en el pobre tío del barbero, Misak, que había muerto entre las fauces de un tigre. Y deseé ardientemente que volviera a crecerme el pelo para poder ir a la barbería de Aram y oír su historia del hombre sobre la tierra, perdido, solitario y siempre en peligro, la triste historia de su pobre tío Misak. La triste historia de todo hombre vivo.
subir
el joven audaz sobre el trapecio volante (libro)
«El joven audaz sobre el trapecio volante» es el primer volumen de relatos que publicó Saroyan, en 1934, y que le valió el reconocimiento unánime de los lectores y de la crítica. Las historias, independientes entre sí, pueden sin embargo leerse como capítulos de una gran historia universal sobre el hombre como amalgama de sentimientos, preocupaciones y miserias elevadas a la enésima potencia y esparcidas por todo el planeta. El escritor es, en todas ellas, el protagonista por antonomasia; los relatos, sostenidos entre el realismo más desnudo y la poesía más fugaz, muestran la dimensión narradora de Saroyan más plural e inagotable.
subir
el momento de tu vida (libro)
Un hotel en una esquina, un bar, un muelle, San Francisco. Un hombre adinerado, su mandadero, un barman malhumorado, una prostituta que sueña con ser actriz, un árabe filosofo, un negro que toca el piano, y un gran bailarín que se mueve al son del «boogie» de la época, un policía que no quiere ser policía, un cotero que quería ser escritor y un joven enamorado que espera a su amor. Esto es «El momento de tu vida». Una obra llena de personajes que desean vivir en un mundo ordinario.
subir
la comedia humana (libro)
Homer Macauley trabaja como mensajero para una compañía de telégrafos y se convierte en testigo de la vida cotidiana de los habitantes de Ithaca, una pequeña población del valle de San Joaquin, en California, que ve como muchos de sus soldados, en plena Segunda Guerra Mundial, no regresan del frente. Cada telegrama que entrega es el nuevo anuncio de una nueva víctima, una ventana que se cierra en el entorno familiar del desaparecido y, a la vez, un paso más en su conocimiento del mundo y del comportamiento humano. «La comedia humana» es la más célebre de las novelas de Saroyan y, en ella, la vitalidad y la candidez dibujan un inolvidable alegato contra lo absurdo de todas las guerras.
subir
las aventuras de wesley jackson (libro)
La novela recoge las impresiones que recibe el joven recluta Wesley Jackson al incorporarse a la unidad del ejército norteamericano destinada a combatir en la II Guerra Mundial. El protagonista describe el estado de ánimo de la tropa, su rechazo a la disciplina y la falta de entusiasmo ante un futuro incierto en el que se juegan la vida. Saroyan (1908-1981) escribió este relato por encargo del ejército de los Estados Unidos, sin que llegara a publicarse debido a las dificultades surgidas con la censura. Las críticas a la falta de humanidad de los mandos y la denuncia de la corrupción y de la crueldad de la guerra explican la decisión tomada. Sin embargo, el joven Wesley no duda en cumplir con su deber, acata las órdenes recibidas y no vacila en arriesgar su vida en defensa de los compañeros. Junto al drama de la guerra se narran episodios divertidos que reflejan con acierto la ingenuidad de los soldados frente a unos jefes que arriesgan la vida de sus hombres en lucimiento propio. Saroyan acredita en esta novela su indudable calidad literaria al exponer, de modo sutil e inteligente, la mentalidad del pueblo llano y su escaso interés ante los conflictos internacionales. En relación a la conducta de los soldados con la bebida y las mujeres, el autor se muestra comprensivo en exceso y los considera una reacción instintiva ante la inmoralidad de la guerra. No obstante, las alusiones a este tipo de episodios evitan incurrir en detalles morbosos o de mal gusto.
subir
nena querida (libro)
Autor de novelas y piezas de teatro, es en el género cuento donde William Saroyan sobresale como uno de los escritores más importantes de la literatura norteamericana de este siglo. Su mirada, llena de ternura, se dirige a los perdedores, a los seres atrapados en la gran máquina del éxito norteamericano y observa con delicadeza los pequeños detalles de la vida cotidiana. El relato que da título a este libro es una pieza antológica: el boxeador sentimental y enamorado, el gran gorila que se enternece con un disco del gramófono.
subir
respirando en el mundo (libro)
Ningún escritor americano ha logrado en vida, como Saroyan, ver tan íntimamente asociado su nombre con el espíritu amplio y múltiple de su pueblo. Este autor se ha convertido en una especie de leyenda universal, ya que su público es el mundo entero, sin limitación de fronteras, y debido, también, a que se ha graduado en la más popular de las universidades, la calle. «Respirando en el mundo» es una inolvidable antología de narraciones, cada una de las cuales bastaría para acreditar definitivamente a su autor.
subir
un día en el atardecer del mundo (libro)
«Un día en el atardecer del mundo» es una ficción sobre la madurez y la renuncia a la ferocidad de espíritu a que las circunstancias a veces nos obligan. Lo que podría ser una amarga claudicación es en realidad una historia de supervivencia.
subir