La sombra del gobierno opresivo de Deidolia se expande con la ayuda de unas armas gigantes y mecanizadas denominadas Ráfagas. La guerra y la opresión son el pan de cada día para los habitantes de las Tierras Yermas, que viven bajo el yugo de los crueles gobernantes de Deidolia. Eris Shindanai es una Asesina de Dioses, una rebelde joven y temeraria especializada en destruir a los Ráfagas desde dentro. Cuando una de sus misiones se tuerce y acaba presa en Deidolia, conoce a Sona Steelcrest, una piloto de Ráfagas mejorada cibernéticamente. Al principio, Eris considera a Sona su enemiga, pero Sona guarda un secreto: se ha infiltrado en el programa de Ráfagas para destruir a Deidolia desde dentro. A la par que el tiempo corre y se embarcan en su misión más peligrosa —un ataque directo al gobierno de Deidolia para acabar con él de una vez por todas—, Eris y Sona empiezan a conocerse como compañeras, amigas, y tal vez algo más…

Los Asesinos de Dioses diezmaron notablemente el ejército de Deidolia en Celestia, pero el coste de la victoria fue demasiado alto. Meses después, los pocos rebeldes que lograron escapar de la cruel venganza del imperio se han refugiado en las montañas para evitar caer en manos del Zénit, el último líder superviviente de Deidolia. Eris lleva presa desde el ataque a la capital, hecho que casi acaba con ella. No obstante, empieza a desearlo cuando descubre que Sona, la chica de la que está enamorada y por la que arrasaría ciudades, también ha sobrevivido y ha sido corrompida por el Zénit. Tras el lavado de cerebro al que la han sometido, Sona cree que es una soldado leal a Deidolia y la enemiga declarada de Eris. Con la rebelión dividida, y Deidolia planeando reclutar a chicos de las Tierras Yermas para su nuevo programa de pilotos, las probabilidades jamás han estado tan en contra de los Asesinos de Dioses. Su última esperanza para ganar radica en si Eris y Sona pueden, de alguna manera, volver a recuperar el vínculo que una vez las unió…