el asesino ha muerto (libro)
Las pistolas humeaban todavía cuando James Stewart dijo: —Un hombre en mi situación, querida, no podía hacer otra cosa. Atrajo a la muchacha hacia sí, y en aquel momento comenzó a sonar una música. Los tres cadáveres yacían al borde de la carretera, uno casi entre las ruedas del coche negro, los dos restantes a unos pasos de las portezuelas abiertas. El bosque de abetos se veía al fondo. La luna. Un harapo de nube. James Stewart besó a la muchacha.