mi pésame, nena (libro)
La rubita se lamentó: —¡Qué calor! ¡Qué noche de bochorno! Chapman, muy serio —siempre estaba muy serio, probablemente adrede, para compensar el efecto un poco cómico que causaba su cara de niño—, sacó del cubo de hielo la botella de champaña y se la derramó a la rubita por la cabeza. Ella, primero lanzó una exclamación de sorpresa indignada. Luego se echó a reír. Abrió la boca para recoger el fresco líquido que manaba a borbotones y que se le escurría por las mejillas, el cuello, los hombros, el escote. Cuando la botella estuvo vacía, él preguntó: —¿Te sientes mejor ahora?